domingo, 22 de julio de 2012

Situación de los saharauis .



Fotografía de Ricardo Ramírez Arriola
  Ni miedo ni esperanza asisten al animal que agoniza; el hombre aguarda su final teniéndolo y esperándolo todo; muchas veces ha muerto, muchas volvió a alzarse. Frente a los asesinos el hombre grande, en su orgullo, arroja su desprecio a la abolición del aliento; conoce la muerte hasta el hueso: la muerte es creación del hombre. Esta frase de Yeats expresa a mi juicio con la más certera cámara – la cámara de las palabras - la situación de los saharauis expulsados de su tierra.
Cierro los ojos y escucho el viento del desierto tal como se refleja en el interior del hombre despojado. Un irifi pertinaz sopla con fuerza, pero intermitentemente, en el desierto de mi imaginación. Jirones de arena se agitan y flotan sobre estáticos ríos, sobre un sol más inflexible que las piedras. Un saharaui camina de un lado a otro, escrutando la lejanía. Le llamaré Salek pues no puedo ver su rostro que protege con el turbante.

Salek habla con el viento: Eres cada vez más fuerte, pero te comportas como un adolescente, tan cerca, tan distante. ¿Viento o espacio? Mis palabras desaparecen contigo. Eso es todo. Llevas años aullando nombres de muertos. Te miro con los mismos ojos que los animales. Ellos se han refugiado en su propia sombra y aguardan. Fantasmas que por instinto saben que ninguna frontera detendrá la tormenta de arena. En poco tiempo estarán enterrados. También mi miedo y mi esperanza.

Vengo de un confín hasta otro confín. Pastos. Es como buscar incienso en la arena. ¿Cuántos años, cuántas décadas podremos permanecer detenidos aquí, sin agua ni alimentos? Hasta hace poco era un soldado. He peleado durante veinticinco años y me han herido en once ocasiones. Desde el alto el fuego he vuelto para criar un ganado inmóvil como las rocas. Es difícil respirarte, viento. Estás sediento de mi aliento. ¿Conseguirás lo que no lograron las balas enemigas? ¿Serás tu quien me arrebates la última bruma?

Buscaba la libertad y vivo confinado en la celda de mi mismo. No hay muros porque no hay más allá. Si extiendo la mano ya no puedo ver mis dedos. Sólo viento sin reposo, furia, creación y destrucción, sombra. Soy obstáculo que recubre la miel de la arena. Mi cara despunta en la superficie, protegida por el turbante. Debajo los pulmones llenos de ti, aguardan a que me abandones. Ya otras muchas otras veces me creí muerto. La vida y la muerte van y vienen. En el viento no logran definirse.

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