miércoles, 5 de abril de 2017

WOODY ALLEN Y LA MAGIA

 
Scoop





 En mayo de 1952 un mago adolescente  publicaba un juego de cartas de su invención en la prestigiosa revista de magia Genii Magazine (*). Tenía 17 años y todavía se llamaba Allan Königsberg. Desde niño vivía rodeado de barajas, pañuelos de seda, cubiletes cromados y bolas de esponja. Fue  la primera evidencia pública de la dilatada  dedicación a la magia del quien adoptaría el nombre de Woody Allen. Durante los seis decenios siguientes ha expresado su convicción de que la magia es un arte escénico particularmente adecuado para provocar  un germen de inquietud. Incluso me atrevería a decir que utiliza la magia en su obra como  principio reactivo frente al desencantamiento del mundo provocado por la  racionalización cultural y la convicción de que todo puede ser dominado mediante el cálculo y la previsión.

 

 

Por ello forma parte de un club excepcionalmente exclusivo, en el que comparte sutilezas con  Aretino, Cervantes, Nodier, Dickens, Rimbaud, Roussel y Orson Welles. Para ellos la magia no es la respuesta pero plantea incontables preguntas. Este es el motivo por el que Woody Allen inyecta altas dosis de magia en sus películas: con la intención de convertir las percepciones imposibles, los encantamientos y, también, las decepciones en otras tantas interrogantes sobre el sentido de la existencia, los deseos humanos, la ilusión, la decepción o el engaño.  En “Recuerdos” (1980), Sandy hace levitar a  Jessica Harper en la soledad de la naturaleza. En la obra teatral “La bombilla que flota”. Paul Pollack.  un embrión de futuro mago,  se esconde del mundo exterior, refugiándose en las ilusiones de su cuarto.
 
  En “Broadway Danny Rose” (1984), un  hipnotizador fracasado no logra despertar a la espectadora en trance. En “Edipo reprimido” (1989), el gran Shandú hace desaparece a la madre del abogado Sheldon Mills, aunque reaparece en el cielo de Manhattan para revelar a todo el mundo detalles denigrantes de su hijo.



En “Alice” (1990), el Dr. Wang propicia mediante unas hierbas mágicas que Mia Farrow se libre de su estúpido marido y desaparezca en la noche. 





 En “La maldición del escorpión de jade” (2001), C. W. Briggs, un investigador de una compañía de seguros, es hipnotizado por el mago Voltan, quien, con las palabras “Constantinopla” y “Madagascar”, controla su voluntad y le impulsa a cometer robos que luego deberá  investigar. En Scoop (2006) el ilusionista Splendini hace regresar del más allá a la víctima de un crimen que le revela la identidad de un sangriento asesino en serie.

En "Magia a la luz de la luna” recurre una vez más al ilusionismo para suscitar el dilema unamuniano sobre la necesidad de creer: La incógnita que atormentaba a su personaje el párroco Manuel Bueno. ¿Es preferible vivir feliz en una ilusión o enfrentarnos con una verdad que nos  hará desgraciados?

La acción de la película sucede en la década de los veinte del siglo pasado. Relata el viaje a una luminosa Costa Azul de Stanley, un mago escéptico y ateo como Allen, con intención de desenmascarar a la joven y atractiva espiritista Sophie. Stanley, conocido con el nombre artístico de Wei Ling Soo, es un hibrido de dos magos de la época.
 Dentro del escenario, se inspira en Chung Ling Soo, exponente de los grandes espectáculos de magia teatral que competían con la ópera en popularidad y en la ambición de convertirse en una obra de arte total. Con suntuoso vestuario y escenografía realiza tres juegos característicos de aquel tiempo. La desaparición de un elefante, la mujer cortada en dos y una transportación instantánea desde un sarcófago herméticamente cerrado hasta un sillón situado al otro extremo del escenario.   De Chung toma junto a la capacidad de realizar imposibles, la doble personalidad: pues se trataba de un americano disfrazado de chino.  




    
Colin Firth
Fuera del escenario se inspira en Harry Houdini, quien en 1923 rompió hostilidades abiertamente contra los espiritistas, suspendió sus actuaciones mágicas y recorrió Estados Unidos ofreciendo conferencias en las que denunciaba los fraudes de los médiums.
Con ingredientes de estas dos grandes figuras de la magia, Stanley se convierte en un personaje de doble y paradójico semblante. Adopta una doble personalidad, haciéndose pasar por un mago asiático. Cuando  se arranca la careta al finalizar la función, se pone  el traje de calle y se transforma en un hombre cerebral, racionalista convencido, en cuya existencia todo es previsto y calibrado para lograr sus objetivos.  

John Malkovich en « El gran Buck Howard 
Actores extraordinarios han interpretado con distintos matices el papel de mago en el cine. Georges Méliès se interpreta a si mismo; Buster Keaton en « Mixed Magic»;  Tony Curtis en « Houdini » ; Orson Welles en « Casino Royale » y « Fake» ; Hugues Jackman y Christian Bale en « Prestige » ; Edward Norton en « El ilusionista » ; Anthony Hopkins en «  Magic » ; Hal Holbrook encarnando a   Dai Vernon en los « Maestros del juego » o John Malkovich en « El gran Buck Howard ».


Ninguno tan petulante, patético, cínico y ególatra como el mago que encarna Colin Firth. La caracterización casi hace inverosimil que sea capaz de experimentar sentimientos y emociones. Este escollo origina que la película resulte en algunos momentos tediosa debido a la reiteración de un discurso en el que ni siquiera el mago ya cree. En  los momentos en los que la película está a punto de naufragar definitivamente, hay dos  juegos de magia, perfectamente integrados en la narración, que dan sendas vueltas de tuerca a la historia, salvándola de la banalidad y el tedio. El enfrentamiento entre el mago y la médium y el que opone a los dos magos entre sí, nos sitúa en la frontera de un mundo conmovedor, ambiguo, patético, obscuro y misterioso como son las visiones y pensamientos que los seres humanos albergamos sobre nuestra propia vida, su resolución y sentido.

 


El teatro donde  ocurre esta singular sesión de magia es un universo sin Dios. Sólo la ven los espectadores que se preguntan cómo encontrar la salida.  No son los pretendidos fenómenos sobrenaturales que ejecuta Sophie, los que quiebran su visión del mundo. Los encantos de Sophie desbordan sus supuestos poderes mentales. La sensación mágica, es decir la irrupción de lo inexplicable, se produce cuando comparecen los  sentimientos,  incontrolados y no sujetos a razón.  Allen constata tal fuerza en el amor que puede arrancar un corazón del escepticismo y trasladarle con soltura a la creencia. .¿Es posible encontrar un sentido ? ¿O sencillamente constatar que la vida es algo muy frágil?  Casi tan frágil como la magia.

 

(*) Agradezco al mago Ferrán Rizo la información sobre la publicación de este juego.

sábado, 1 de abril de 2017

Harold Lloyd por supuesto también fue mago



 
  
Harold Lloyd: Visión de un  ángel
 Harold Lloyd fue uno de esos cómicos que nos convencen de que cuando no nos reímos es que estamos equivocados. Por supuesto fue mago. Alcanzó un gran nivel como cartómago. No voy a decir fue mejor mago que cómico, pero se puede apreciar que era realmente bueno en «¿Ves?» incluido en Expert Card Technique de Hugart y en su colaboración en The Jinx, la revista de Ted Annemann. Por su parte Paul Curry en Magician's Magic (2003) afirma que «el interés y el conocimiento de la magia de Lloyd son extensos ».
 
No se esforzaba demasiado en encontrar títulos originales a sus juegos, era un tipo práctico y le costaba mantener el secreto. En una entrevista relató sus inicios como prestidigitador, cuando todavía era un niño.

«Pero, en mi feliz infancia, había un punto negro: mi tía. – aseguraba - Era y es una excelente persona, pero me tenía loco. Vivía cerca de nosotros, y mi madre me enviaba a su casa para ayudarla en los quehaceres domésticos. Siempre tenía algo que mandarme. Era un verdadero genio en eso de hallar alfombras que sacudir, puertas que fregar, leña que partir y recados a la tienda. Mí gran afición, entonces, eran los trucos de magia y los juegos de manos. Llegué a ser un verdadero artista, y, hasta las personas mayores, se entretenían viéndome actuar.


Los chicos del barrio me admiraban profundamente. Uno de mis juegos, que yo llamaba "Ilusión", traía intrigadísimos a todos; pero yo no accedía a descubrir el truco. Hasta que un día... Mi tía decidió que el patio, el gallinero y el establo necesitaban también una limpieza. ¡Quedé espantado! Aquello era demasiado para mí. y reuní a todos mis amigos.
— ¿Queréis ayudarme? Cuando terminemos haré una sesión do ilusionismo, y nos divertiremos mucho.
 Mi promesa no pareció convencerles del todo. Discutieron un momento, y, por fin, propusieron:
—Lo dejaremos todo limpio en un momento, si nos dices cómo se hace "Ilusión".
 No tuve más remedio que aceptar, aunque su exigencia me partía el corazón».
 
 
 
 
En 1919 durante una sesión de promoción, estaba a punto de hacerse una fotografía prendiendo un puro con la mecha encendida de una bomba. Se suponía que era una broma.
 El fotógrafo se detuvo para ajustar la cámara. Lloyd se llevó una mano a la cara para enderezar sus gafas. Separó la bomba de su rostro y en ese instante estalló. Estuvo a punto de quedarse ciego y perdió para siempre el índice y el pulgar de la mano derecha.