Harold Lloyd: Visión de un ángel |
No se esforzaba demasiado en encontrar títulos originales a
sus juegos, era un tipo práctico y le costaba mantener el secreto. En una
entrevista relató sus inicios como prestidigitador, cuando todavía era un niño.
«Pero, en mi feliz infancia, había un punto negro: mi tía. – aseguraba - Era y es una excelente persona, pero me tenía loco. Vivía cerca de nosotros, y mi madre me enviaba a su casa para ayudarla en los quehaceres domésticos. Siempre tenía algo que mandarme. Era un verdadero genio en eso de hallar alfombras que sacudir, puertas que fregar, leña que partir y recados a la tienda. Mí gran afición, entonces, eran los trucos de magia y los juegos de manos. Llegué a ser un verdadero artista, y, hasta las personas mayores, se entretenían viéndome actuar.
Los chicos del barrio me admiraban profundamente. Uno de mis juegos, que yo llamaba "Ilusión", traía intrigadísimos a todos; pero yo no accedía a descubrir el truco. Hasta que un día... Mi tía decidió que el patio, el gallinero y el establo necesitaban también una limpieza. ¡Quedé espantado! Aquello era demasiado para mí. y reuní a todos mis amigos.
— ¿Queréis ayudarme? Cuando terminemos haré una sesión do
ilusionismo, y nos divertiremos mucho.
Mi promesa no pareció
convencerles del todo. Discutieron un momento, y, por fin, propusieron: —Lo dejaremos todo limpio en un momento, si nos dices cómo se hace "Ilusión".
No tuve más remedio
que aceptar, aunque su exigencia me partía el corazón».
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