Hace ya bastante tiempo que las «grandes ilusiones» dejaron
de ser la asignatura pendiente del ilusionismo español. Y aunque aún tienen
camino por recorrer, han conquistado espacios que les estaban vedados. Años atrás
hubiera sido impensable ver un espectáculo de magia en los teatros de la Gran
Vía de Madrid. Hoy la niebla se ha disipado y pueden coincidir hasta cuatro
espectáculos que exploren la percepción o el misterio.
La otra tarde, atravesé las puertas del Teatro de la
Luz para disfrutar la magia espectacular del mago Sun. Realmente espectacular. Sus
ilusiones tienen el sabor a barco de guerra de la gran magia americana, que en
los tiempos del jazz fue capaz de serrar
en dos a una mujer o hacer desaparecer un elefante y, en tiempos más cercanos,
borrar del mapa un avión o hace levitar a cualquiera en cualquier sitio. Un
sexto sentido tecnológico y un séptimo sentido; el del espectáculo.
Sun, inicia su actuación con la rapidez con que se
hundió el Titanic. Como un torbellino. Una rápida sucesión de efectos tan fuertes como veloces –cualquiera de los cuales
podría cerrar una sesión – que podrían adoptar la divisa de Horacio Goldin: «Atención, Señoras y señores: No pestañeen. Se arriesgan
a perderse alguna ilusión». También Fu empezaba embriagando con magia. No es
fácil, hoy día, llenar el enorme abismo del escenario, ilimitado como una
pantalla. Y Sum lo logra. Olas de magia,
«bailarinas-partenaires» que aparecen y desaparecen con temblor de libélulas.
El espectáculo es convincente. Hay muchos efectos
atractivos. Fantástica « lavadora», formidable «levitación», impresionante «acuario».
Destacaría por encima de todos la evocación de Blackstone y su teatro al revés
que mantiene intacta la capacidad de sorpresa de la gran magia que hace temblar
el ojo con lo invisible. Me encantó. Demuestra cómo un buen guión es una
trasfusión de sangre fresca para os viejos efectos.
Pero lo que me realmente me hizo quedarme embobado en
la cuarta fila del patio de butacas fue percibir lo que no se ve. Una emoción
no fingida. El mago Sun, su semblante tierno, contemplándose a sí mismo
haciendo un gran espectáculo. Sus manos blancas, sus dedos casi de niño,
convirtiéndose en las garras de tigre de un mago de las Vegas. Esa facilidad de
andar y desandar por el tiempo, de regresar a una época lejana, en la que la fascinación
de los secretos le convenció de hacerse ilusionista, es la que convertía su
magia en un deseo realizado.
No
os lo perdáis. Quedan pocos días
MAGIC SPECTACULAR - MAGO SUN. Teatro de la Luz, Gran Via, Madrid