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miércoles, 25 de julio de 2012

Arte e hipnosis

 
Le vrai spectacle

Joris Lacoste es un hipnotizador que vende sueños. Doce sueños cuyas sinopsis cuelga en la pared de una galería de arte. El comprador será hipnotizado por el artista y se convertirá en el guardián del sueño que ha adquirido.

Lacoste investiga desde hace una década las posibilidades artísticas de la hipnosis. ¿Cómo activar poéticamente la imaginación?

El procedimiento que emplea es el siguiente. Escribe un guión y lo interpreta con el propósito de suscitar un sueño determinado en el espectador en estado de hipnosis, siguiendo la tradición surrealista, que consideraba a los sueños el andamiaje del inconsciente en la literatura.

¿En qué medida el estado de hipnosis es un lugar de experiencia estética? La hipnosis desencadena situaciones visuales, auditivas y táctiles que el espectador protagoniza en primera persona. Lo que viene a decirnos Lacoste es que el espectador se introduce en el sueño ajeno y acaba por transformarlo en propio. El sueño es provocado, inducido por la voz del hipnotizador, pero adquiere su propia dinámica al incorporarse al imaginario del espectador.  



 
Joris Lacoste
¿Un sueño puede ser una obra artística? ¿Qué clase de consistencia preserva o traiciona el delirio? ¿Qué clase de transfiguración produce el sueño inconsciente en el lenguaje?

Otras preguntas tienen un carácter sociológico y se refieren al papel de la obra de arte en la sociedad actual.

¿Puede el sueño integrarse en el mercado del arte? El procedimiento ha atraído a algunos coleccionistas. ¿Coleccionistas de sueños? Desean que el sueño les pertenezca en exclusiva, mantenerlo oculto para su disfrute personal o compartirlos con otros. Negocian el precio con el artista y con la galería.

¿Cuál es el precio de un sueño? Pues se trata de una obra inmaterial, un sueño sin soporte documental. Un sueño. Quizá Lacoste ha puesto el dedo en la llaga. Cuando alguien adquiere una obra de arte ¿qué otra cosa adquiere sino un sueño? 

sábado, 21 de julio de 2012

Gerhy, el desierto y el cerebro

Alguien relacionó una  parte del edificio con una fotografía  de Edward Weston que representa unos  coches quemados en el desierto de Mojave. La foto fue tomada en 1937. El edificio de Franz Gerhy es reciente, pero está situado en ese mismo desierto, donde se encuentra  la ciudad de Las Vegas 

Se trata de un centro dedicado a la investigación  y tratamiento de enfermedades neurológicas. Gerhy lo concibe como la amalgama de dos edificios diferentes,  ensamblados de una manera conflictiva. Algo frecuente en obras suyas.  En este caso alude al contraste entre los dos hemisferios del cerebro. Cada una de las dos mitades de nuestro cerebro percibe, en cierto modo, una realidad distinta.

El edificio norte representa las funciones lógicas, la parte racional de nuestra mente. Alberga los servicios médicos y de investigación. Su forma es geométrica y su color blanco.

El edificio sur representa la actividad imaginativa, las actitudes más creadoras e imprevisibles. Se trata de un verdadero caos de acero inoxidable, un conjunto de ruinas y reflejos  monumentalizados.

Hay quien lo ha descrito como un choque de trenes. Pero no es una catástrofe. Al doblar un muro, al prescindir de una dirección única para las líneas, Gerhy incorpora el gesto e la arquitectura, la expresión indescifrable

domingo, 24 de junio de 2012

La pista de aterrizaje



Kadel Attia:
La pista de aterrizaje
 En la circunvalación, al extremo norte de París, hay un tramo desierto, donde estacionan quince o veinte camionetas. Transexuales y travestis argelinos trabajan allí como prostitutas. Abandonan la Argelia de las prohibiciones morales, en plena guerra civil, para evitar la muerte. Sin documentos, aterrizan en esta tierra de nadie. Deambulan con sus tacones de aguja, sus minifaldas y pelucas, por el pasillo de grava entre la vía rápida y las verjas del ferrocarril. Lo llaman “La pista de aterrizaje”. A partir de su encuentro casual con dos travestis en el boulevard, el fotógrafo de origen argelino Kader Attia ha explorado las mil y una noches de su exilio. Imágenes que se preguntan por el desconcierto de sus identidades simbólicas, culturales religiosas y sexuales y les acompañan a través de la explotación del sexo, la clandestinidad y la lucha por la residencia legal por el laberinto administrativo de inmigración francesa. (Se expone en el Museo de Arte Moderno de la Villa de París hasta el 19 de agosto).