1. José Luis Ballesteros y Encarnita
&Foto Corina Arranz |
El tiempo es magia. Como escritor me
gusta jugar con el tiempo. El tiempo hace magia. A veces la magia más bella de todas. Contemplando
a José Luis Ballesteros y a la
maravillosa Encarnita se comprende que nunca han regresado del fascinante viaje
que emprendieron un día de otoño de 1980.
El sol que alegraba aquella mañana sigue
iluminando sus vidas. Aquel día abrió sus puertas una tienda de magia. Se llama
Magia Estudio. Durante lustros sus clientes la conocieron por la tienda de
Encarnita.
Un día me enteré que iba a cerrar. Sus
dueños querían descansar. Me contaron varias veces que el cierre acechaba. Me
expresaron su incertidumbre sobre lo que vendría después. Me di cuenta de que
lo que verdaderamente les importaba era preservar lo que amaban. No el lugar,
sino su magia. Cada vez que me encontraba con ellos la conversación giraba sobre el tema.
Yo deseaba escribir su historia. Les
visité en la tienda acompañado de la fotógrafa Corina Arranz. Corina se hizo
invisible, mientras su cámara escrutaba la inmovilidad en la que los artilugios
de magia, conscientes de su naturaleza secreta, insistían en ocultarse.
2. Encarnita, José Luis Ballesteros y Ramón Mayrata
&Foto Corina Arranz |
La historia que yo ansiaba contar era
bella como una neblina dorada, pero de final improbable, como una lluvia de
oro. Retrasé el momento de escribirla. El
cierre realmente era un navajazo en la garganta de mi historia. Hay sueños
efímeros y otros que no tienen por qué acabar. Pretendía sacudirme de los dedos
aquel final abrupto, inesperado e infeliz. Me negaba a escribir sobre otra
puerta cerrada, una vez más.
Sin embargo no sería escritor si
dependiera tan servilmente de la realidad. Frente a una copa de calvados – el
trago que prefiero- me repetía a mí
mismo que un escritor debe aprender a respetar los hechos, pero que a fin de cuentas es el
dueño del tiempo sobre una hoja de papel o una pantalla. Tal vez debería
apostarme y esperar el momento oportuno.
“Hay
algo que da esplendor a cuanto existe,- escribió Chesterton - y es
la ilusión de encontrar algo a la vuelta de la esquina”. He aguardado con
la tenacidad del cazador a que en esta
historia se cumpliera el final más improbable. Tan improbable que parecía imposible.
Ahora puedo escribir la historia de Encarnita
y José Luis, que se acurrucan el uno en el otro para disfrutar de un merecido
retiro. Pero si recorréis la calle San Mateo de Madrid, en el número 19, cerca
de la Plaza de Santa Bárbara, junto al Museo Romántico, hallareis abiertas las
puertas de Magia Estudio. Han encontrado dos cómplices para lograr que esas
puertas, que empezaban a tener algo de dolmen megalítico, nos permitan penetrar
sin solución de continuidad en otro mundo desde el siglo XXI. Sus nombres son Eden Herrera y Ricardo Sánchez. Ella es
una refinada artista plástica. El, es mago y un notable escritor y editor de magia.
Dirige Mystica, una de las editoriales especializadas
punteras.
El caso es que han producido un efecto
asombroso en la vieja tienda. Sin que el comprador se dé cuenta sigue siendo la
misma de siempre y, además, es nueva, Todo se
ha transformado en otra cosa y en la misma, todo se ha trasladado de un sitio a otro sin moverse, todo se
destruye y recompone, todo puede ser traspasado sin sufrir. Todo puede flotar
en el aire o cobrar vida. En los rincones lo inesperado nos aprisiona en su
tela de araña.
Tiendas de doble fondo
3. Magia Estudio
&Foto Corina Arranz
&Foto Corina Arranz
Sin duda muchos de mis lectores no han entrado jamás en una tienda de magia. Me gustaría hacerles vivir la experiencia. Cuando alguien se interesa en la magia tarde o temprano suele atravesar la puerta de un comercio mágico. “Comprar magia es una de las cosas que nos hacen magos”, escribe el ilusionista Tomi Wonder en El libro de las maravillas 1. Sin duda comprar juegos y hacerlos o tratar de hacerlos es una manera de aprender. Entrar en una tienda de magia suscita un sinfín de preguntas. En ocasiones son los comerciantes quienes ejercen la función de guías. Es el caso de Encarnita. Su labor ha sido determinante para varias generaciones de magos españoles, debido a que ha dedicado a sus clientes la atención y el tiempo precisos y ha antepuesto al interés comercial el razonable principio de recomendarles el juego más idóneo y adecuado a sus aptitudes. En la trastienda, la competencia de José Luis Ballesteros, un excelente mago con cinco décadas de ejercicio de la profesión en la punta de sus dedos, garantizaba la selección y calidad de un material muy sensible.
Ahora que en la vieja tienda sus nuevos y jóvenes propietarios garantizan que seguirán estimulando hacer realidad los sueños me gustaría contar cómo llegó a ser lo que hoy es.
El miedo en la palma de la mano
La historia se inicia
en el barrio de Arguelles, fruto del Ensanche de la ciudad de Madrid concebido
por Carlos María de Castro en el XIX. Un barrio representativo del Madrid
burgués. Allí, en la calle Tutor, residía un niño llamado José Luis. Muy cerca,
en la calle Quintana, residía otro niño llamado Juanito. Como todos los niños
deseaban ser magos, pero no lo sabían.
4. Barrio de Pozas |
¿Cómo lo supo José Luis?
Enfrente, cruzando la calle de la Princesa, se levantaba un barrio
triangular, promovido por Ángel Pozas en 1883 con el propósito de dignificar las viviendas de las clases
populares. Un barrio eminentemente obrero, con dos calles, un pasaje y una
plaza pequeñita, con un árbol en el centro, flanqueada por un mercado, el café Los cinco hermanitos, una tienda de
ultramarinos, una carbonería, la tasca Las
cuatro puertas y talleres casi artesanales como la Imprenta Murillo o el de
reparación de motos de los Peláez. Y
también un colegio de párvulos al que acudía José Luis. Cada vez que el niño se
distraía – lo que sucedía a menudo – tenía que extender su mano y el maestro le
sacudía tres zurriagazos con una vara de avellano sobre la palma abierta.
A los diez años, en la catequesis, vio por primera vez a un
mago. Le sacó al escenario y le pidió que extendiera el brazo. Al principio el
niño se negó. Estaba atemorizado. Al cabo de un rato alargó tímidamente el
brazo y, sin dejar de temblar, mantuvo
el puño firmemente cerrado. Ante la insistencia del mago, separó uno a uno los dedos,
mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas. Pero, esta vez, en la palma de
su mano apareció misteriosamente una moneda.
Durante meses José Luis intentó repetir el prodigio sin
éxito. Hasta que una aburrida tarde domingo, se detuvo ante el escaparate de una
librería de la calle de la Princesa, en los aledaños de Plaza de España, y se
fijó en dos libros de magia. Regresó al día siguiente. Al tercer día se atrevió
a preguntar. Supo que ambos costaban lo mismo: 10 pesetas. Una fortuna. Cada
semana le daban 1,50 para comprar El
guerrero del antifaz. Tardó casi dos meses en reunir el dinero. Cuando al
fin lo logró tuvo que elegir. ¿El libro de la derecha o el libro de la
izquierda? Sucede en la vida cotidiana. Pero en los juegos de magia es difícil elegir
incluso entre un faisán y una gallina. Porque la gallina puede ser la de los
huevos de oro. En este caso la portada del libro de la derecha le resultó más
atractiva. Tuvo suerte: Se trataba del primer tomito de Juegos de manos de bolsillo de un tal Wenceslao Ciuró. En la
portada un aficionado a la magia manipulaba un par de cubiletes sobre una mesa,
mientras otra persona le extraía la cartera del bolsillo al tiempo que decía: A mí los que más me gustan son los juegos de
manos de bolsillo.
Muchos años después, tras comprobar que seguía incluyendo
algunos de aquellos juegos en su repertorio,
José Luis se daría cuenta de que aquel era uno de los mejores libros de
iniciación que existen. Pero en aquel momento se contemplaba a si mismo con
incredulidad realizando verdaderos prodigios con sólo seguir las explicaciones que
eran de una claridad asombrosa. Incluso para un niño como él.
¿Quién era el autor de aquella máquina de hacer maravillas? Le imaginaba experimentado, en el cenit de su carrera. Y le revestía con
la imaginería de Mandrake, luciendo frac, chistera y chaleco puntiagudo, un lazo
al cuello, largas patillas, el bigote de hierro, las cejas que aletean, un
cierto aspecto luciferino. Pero cuando se enfrascaba en la lectura de un juego
del libro se imaginaba al autor sin parafernalia de mago, más como un gesto que
como una imagen precisa. El gesto de quien está maravillado y el gesto de quien
maravilla. Tenía la sensación de conversar con un hombre convencido de que un
mago siempre es un principiante. Y, por otra parte, que todo es fácil, si se
ejecuta con naturalidad. Aquel libro y su autor, como la magia misma, por una
parte le inspiraban paz y sosiego. Por otra le daba un poco de miedo.
5. Juegos de mano de bolsillo |
Un día, en la catequesis de la parroquia del Buen Suceso
anunciaron una sesión de magia. Por entonces las posibilidades de asistir a un
espectáculo de magia se reducían al cabaret o a la catequesis. Cuando el niño leyó
el nombre del mago escrito a mano en el modesto cartel que colgaba en la puerta
del salón parroquial se quedó de piedra. El mago que iba a actuar era el mismo
que había escrito el libro que había abierto sus ojos al mundo de la magia.
Cuando le vio en el escenario su extrañeza fue aún mayor. Era mucho más bajito
y menudo de lo que había imaginado, de ojos azules sin pronunciadas ojeras, con
gafas en lugar de monóculo, de cabeza voluminosa a pesar de no estar coronada
por un sombrero de copa. Lejos de tener un porte demoníaco su aspecto era más
bien el de una persona afable y cuidadosa. ¿Era posible que su apariencia
sencilla, incluso simple, encubriera un cerebro privilegiado, capaz de
desentrañar los misterios más enrevesados de la magia? Pero lo que más le
asombraba era lo que había sucedido en el guardarropa de sus sueños. El frac de
Mandrake se había convertido en una sotana.
El cura que hacía los aros chinos
Contempló, vacilante y asombrado, cómo un cura se encaminaba
al centro del escenario, tras dejar con toda naturalidad sus artilugios de
magia sobre una silla. No usaba velador. En sus manos se desbordaba el acero
reluciente de unos aros chinos. Un soplo y los sólidos aros se separaron
suavemente.
6. Wenceslao Ciuró: Aros Chinos |
Aquel cura era un mago de verdad. Por fortuna José Luis
había leído su libro. De manera que sabía que aquel prodigio que desafiaba las
leyes de la física era un juego de prestidigitación y no un milagro. De lo
contrario, tal vez su vocación habría cambiado y en lugar de mago se hubiera
hecho sacerdote.
Pero dejemos las bromas aparte, porque en el universo de los
niños no hay cosa más seria que la magia. Por otra parte, José Luis nunca había
conocido un cura como aquel. Le recordaba algunos rasgos del Padre Brown, el
ingenioso detective de Chesterton, siempre dispuesto a prestar un oído a lo
sobrenatural e imposible y otro a la
explicación racional de los enigmas a los que se enfrentaba. Sus breves e
ingeniosos relatos estaban de moda por aquellos años.
Una tormentosa tarde de invierno se armó de valor y fue a
verle. Se había enterado que vivía en Quintana 2, en una casa que compartía con
numerosos curas, a espaldas de la Parroquia del Buen Suceso. Cada uno de ellos
disponía de un pequeño apartamento. En la fachada una placa indicaba Extremauciones. Se dio cuenta que se
había fijado en la placa otras veces al pasar. Ahora era distinto. Le producía
cierto recelo. Pero se decidió a llamar al timbre. Empezaba a acostumbrarse a
que todo lo relacionado con aquel sacerdote le pareciera profundamente
misterioso y, a la vez, de una sencilla naturalidad
El hombre que abrió la puerta tenía un aspecto más frágil
que en escena. Llevaba el pelo revuelto, se había liberado del alzacuello y sus
gafas se escurrían hasta la punta de la nariz. El hall de entrada era un
espacio severo, sin adorno alguno, ni carácter. Como el zaguán de un convento. Pero
en el saloncito interior, el Padre – a partir de entonces le llamaría siempre
así - había instalado una larga mesa de roble. Aquí y allá, entre pilas de
libros y cuartillas escritas a mano, se adivinaban algunos objetos
inexplicables. Uno era un plátano transformado en una pescadilla, Otro era un
dedo vaciado. Un tercero era un conejo de esponja que compartía la jaula con
otro conejo de carne y hueso.
José Luis sólo pudo echar un vistazo a aquel País de las
maravillas. El Padre no le franqueó el paso. El niño abrió el libro y le pidió
que se lo firmara. Luego le preguntó si le podía hacer un juego.
-
Ahora no puedo. Más despacio, muchacho. Más
despacio.
Por entonces el tiempo parecía avanzar lentamente. Era una
ilusión, sin duda. Pero daba esa sensación. Nunca acababa de desperezarse. Era
guarida de expectativas y deseos, cada vez más intensos por dilatados.
José Luis se refugió en un segundo libro que encontró
rebuscando en los anaqueles de juegos en la Casa del Libro de la calle Gran
Vía. Un auténtico clásico: La
prestidigitación al alcance de todos, en cuya primera parte Ciuró explica cómo
un hacedor de juegos se convierte en un verdadero mago. Sus consejos trazaron el camino a una nueva y espléndida
generación de magos en la segunda mitad del siglo XX. José Luis sería uno de
ellos. Como Juanito, el otro niño, aprendiz de mago, que vivía unos portales
más allá.
7. La prestidigitación al alcance de todos |
En la segunda parte de libro, tras los juegos de manipulación
de monedas, bolas, dedales, cigarrillos y cartas, José Luis descubriría los
efectos de mentalismo. La adivinación y transmisión del pensamiento, el
hipnotismo, el cumberlandismo, que acabarían
convirtiéndose en su especialidad.
Una tarde fría de primavera, casi de noche, llamó de nuevo a
la puerta del Padre.
-
Es el libro más extraordinario del mundo –
balbució – El mejor libro que he leído nunca.
Esta
vez su mirada traspasó el salón y divisó el dormitorio, también atestado de
libros. Vio una majestuosa y teatral
túnica china extendida sobre la cama.
-
Me lo he aprendido de memoria - añadió.
-
No se trata de eso – sonrió el Padre.
-¿Puede hacerme alguno de ellos? ¿Quisiera ver
cómo los hace?
-
Aún es pronto. Los secretos son como los
cristales. No se ven. Tenemos que ver a través de ellos. Ten paciencia. Todo
llegará.
Dos semanas después José Luis volvió con
un tercer libro: Ilusionismo elemental El
libro se abría con un prólogo de Alfredo Marqueríe, un periodista que
practicaba el ilusionismo y lo que llamaba reportajes
vividos [2] en el que elogiaba el estilo llano y
sencillo, la prosa clara, puntual y metódica que utiliza para explicar las
técnicas… El Padre Ciuró se hace entender perfectamente”. Casi al final del
libro leyó una frase que no olvidaría jamás: “Los juegos en sí mismos son poca cosa, son algo muerto y sólo la
personalidad del que los presenta puede comunicarles vida”
8. Con Luiset |
El sacerdote le miró con curiosidad
desde la puerta. Sostenía entre sus brazos un muñeco de ventriloquía.
-
Padre ¿cuántos libros
ha escrito?
- Más de una docena –
respondió el muñeco.- ¡Uf! – exclamó José Luis – Entonces volveré a verle a menudo.
-
Y va a publicar otro más
muy pronto – añadió el muñeco.
- ¡Calla, Luisito! –
le ordenó el Padre.
-
Lo leeré también.
El sacerdote le miró a los ojos.
-
Vaya. Parece que vas
en serio. Te voy a hacer un juego.
Le hizo los acetábulos. Era el nombre
por el que conocía a los Cubiletes,
-
Conviene empezar por
el principio, jovencito. Este es el juego más antiguo del que tenemos noticia.
S lo dominas, dominarás cuatro mil años de magia. ¿Te parece un buen comienzo?
En la cueva del secreto
A
partir de ese día le empezó a recibir regularmente. Naturalmente siguió comprando
sus libros: El tratado de Cartomagia,
los Juegos de manos de sobremesa, los
cuatro tomos de Juegos de manos de
bolsillo, el Ilusionismo elemental,
la Mnemotécnica teatral e. incluso La ventriloquía.
A
veces el Padre le hablaba de otras cosas. Durante años le ofreció esos consejos
que flotan sin hundirse en el oleaje de la memoria y que actúan de salvavidas
en el momento oportuno. Como la mayoría de las cosas que importan la magia no
es más que un pretexto para vivir, sentir, percibir, gozar, más intensamente.
«La vida está llena de conveniencias sociales, como efecto necesario de lo que es el hombre en realidad, a saber: un complejo de realismo e idealismo, de vicios y virtudes… Asistimos a un entierro, y decimos a los familiares del difunto: “Les acompaño en el sentimiento”, cuando en la mayoría de los casos, no sentimos sentimiento ninguno. …Estas mentiras caritativas ayudan a idealizar un poco la vida demasiado realista. Si los hombres dijéramos en cada momento lo que sentimos, la vida sería insoportable. Me dirás ¿A qué viene esto? Viene porque algo muy parecido pasa entre el aficionado ilusionista y sus amigos espectadores…Al final, le dicen: “Nos ha gustado mucho”… Estas exageraciones han hecho mucho bien y mucho mal. Han hecho bien, porque han estimulado a una multitud de principiantes para seguir trabajando, y han llegado a ser excelentes ilusionistas. Pero han hecho también mucho mal, porque han lanzado por el camino del profesionalismo a magos ineptos, que han tenido que comer el pan del fracaso, económico y moral… ¿Quién te dirá, en las apreciaciones de tus admiradores, si se trata de mentiras, de exageraciones o de la verdad? Solamente tu recto criterio. Tú mismo debes conocer el valor de tu trabajo»,
El hermano lego
Ciuró
había nacido el 1 de Mayo de 1895 en la calle del Horno de Castellterçol, un
pueblecito de tejedores, en la comarca del Vallés Oriental, en Barcelona. De
familia humilde y muy numerosa – eran 12 hermanos – emprendió sus estudios en
el colegio de los Escolapios en Moyá, la capital administrativa de la zona,
conocida como El Moianès. Iba dirigido como una flecha hacia el sacerdocio. Pero
la flecha acertó también en una diana distinta. En el colegió conoció a Raimon
Rosell, un hermano lego – los legos se dedican a las labores manuales y a los asuntos profanos – que era aficionado a
los juegos de manos y los consideraba un excelente método de evangelización. Raimon
Rosell coincidía, en este aspecto, con las ideas de San Juan Bosco y las
prácticas de los cristianos evangélicos que transmiten mensajes religiosos a
través de la magia. Por supuesto, rechazando poseer poderes sobrenaturales, sorteando
los efectos que guardan parecido con los milagros bíblicos, y presentando sus
trucos como actuaciones escénicas destinadas a divertir, instruyendo.
Raimon
Rosell le convirtió en su ayudante. El pequeño Ciuró ejecutaba su labor con
rostro serio y sereno. El estilo de
Raimon Rosell, al gusto de la época, era más altisonante. Llevaba una capa
negra sobre la sotana y cuando la hacía revolotear, el muchacho se quedaba
absorto. Raimon Rosell le pensaba maravillado. Pero no tardó en darse cuenta de
que no sólo soñaba. Con la frente fruncida, muy atento, analizaba cada detalle,
la presentación, la cháchara, el ritmo, el timing, la manera de aumentar el
efecto. Antes de alcanzar los conocimientos, poseía la actitud para convertirse
en ilusionista. Actitud en la que convive la fascinación del niño con el método
analítico del científico.
9. Santa María la Real de Irache |
Se
formó como sacerdote en el Monasterio de Santa María la Real de Irache Navarra.
Su primer público fueron sus compañeros. Allí ofreció una primera sesión de
magia ante dos centenares de seminaristas durante las fiestas navideñas.
Cuando
se ordenó tenía 18 ó 19 años por lo que tuvo que obtener una dispensa del
Vaticano. A partir de ese momento multiplicó sus actuaciones en el colegio de
Mataró donde daba clase a los párvulos y ofreciendo sesiones benéficas en otros
centros de enseñanza, hospitales, hospicios y seminarios. Esta intensa
actividad le permitió probar todo tipo de magias – close-up y cartomagia,
grandes ilusiones y magia de salón, magia cómica y mentalismo, también
ventriloquía-. Por entonces dio vida a su compañero inseparable: el muñeco
Lluiset.
La
multiplicidad de sus intereses y la amplitud de su repertorio se reflejarían
posteriormente en sus libros de divulgación.
El prestidigitador Optimus
No
cesaba de perfeccionarse en su arte. Pero fuera del ámbito en el que ejercía su
ministerio y su magia era un hombre tímido. Tras leer el libro “El
prestidigitador Optimus o la Magia espectral[3]” quisó conocer a su autor,
Joaquim Partagàs i Jaquet. Para ello traspasó la
puerta de El Rey de la Magia, la primera tienda especializada en la venta de
juegos de manos abierta en España. Fundada por Partagás en 1881 en el nº 5 de
su calle de la Princesa de Barcelona. Cuatro años después, en 1895, se trasladó a su sede definitiva en el nº 11
de la misma calle. Allí sigue hoy día,
lo que le convierte en la tienda de magia más antigua de Europa. En aquel lugar el joven escolapio y
el mago experimentado se encontraron por primera vez.
10 Joaquim Partagás: El Prestidigitador Optimus o Magia espectral. |
No
era fácil el trato con Partagás.
Sin duda era un gran mago. El más relevante del fin de siglo español junto a
Fructuoso Canonge, conocido como El Merlín español, Siguiendo los pasos de Canonge, Partagás alcanzó fama y
éxito en Argentina, Actuó en el Sur de
América y regresó para casarse e instalarse definitivamente en Barcelona en
1978, abandonando su existencia itinerante.
Abrió la primera tienda de juegos del país.
También fundó en 1894 el primer teatro dedicado monográficamente a la magia. Se
llamaba “El Salón Mágico”- , y se hallaba
situado en el núm. 30 de la Rambla del Centre de Barcelona. Era réplica del “Teatro Robert-Houdin” a cuyas
“Soirées fantastiques” Partagás había
asistido en Paris.
Durante los seis años que “El Salón Mágico” permaneció
abierto, incorporó una configuración escénica adecuada para el escamoteo y las
transformaciones, la cámara negra, la linterna mágica y otras tecnologías
avanzadas para la proyección de imágenes fantasmagóricas, así como una sabía
utilización de los todavía novedosos efectos de luz e interesantes invenciones
catóptricas. Después de conocer y tratar a Méliès en Paris, Partagás fue uno de
los primeros en ofrecer sesiones de cinematógrafo en España.
Disfrutaba con los grandes efectos,
tecnológicamente atrevidos. No obstante era un excelente manipulador y podía ejecutar
una magia directa, inmediata y sin aparato alguno.
Cuando Ciuró se acercó a su establecimiento
estaba atravesando una mala época. Apenas salía de allí. Sentía el corazón
oprimido a causa de serias adversidades familiares. Pasaba
largas horas tras el mostrador de la
tienda, arrojando una columna ininterrumpida de humo por la nariz y ahuyentando
las volutas del rostro, contemplando lo que le rodeaba como un mal sueño. En
tales momentos era difícil arrancarle
una sola palabra.
El Padre
permaneció callado igualmente, reteniendo la respiración. Luego expresó atropelladamente
su admiración por el libro El prestidor
Óptimus o la magia espectral. Partagás abrió los ojos enrojecidos y
pareció caer en la cuenta de su presencia. Le ofreció el paquete de picadura de cuarenta para
que se liara un cigarrillo. Al Padre le
temblaban las manos. Era la primera vez que lo hacía. El resultado fue un
gurruño y cuando logró encenderlo acabó tosiendo congestionado porque no estaba
acostumbrado a fumar. Llevaba el libro para que se lo dedicase. Pero no se
atrevió a sacarlo de la cartera y compró otro ejemplar.
A partir de ese
día le visitó con asiduidad. Entraba en la tienda, fingiendo que no traía
propósito alguno. Encontraba a Partagás entre cachivaches, apestando a tabaco,
con el mostacho amarillo y chumuscado. Tardaba varios minutos en plegar el
diario y clavar los ojos en él. Entonces tenía que superar el ritual de liar y
fumar un cigarrillo. La tienda había
tenido en su catálogo los mejores juegos del mundo. Se había convertido en una
referencia para los países de lengua española. Pero desde que Partagás se abandonó
a la melancolía y a la tristeza, el catálogo era escaso y los aparatos modestos. Sólo en ocasiones se
podía encontrar alguna ganga de segunda mano. Al hallar a Partagás en esta
situación, Ciuró pensaba que la mayoría de la gente no lograría ver en él al
gran mago que había sido, que todavía era.
Seguía
recibiendo catálogos extranjeros. Ciuró los ojeaba. Como por casualidad
señalaba un juego o preguntaba por un efecto. Entonces las manos de Partagás dejaban
de temblar, tomaba un pañuelo de seda, una moneda, una bolita o una cuerda y realizaba
cualquier prodigio. De ese modo se convirtió en el gran maestro de Ciuró,
trasmitiéndole su amplia y cosmopolita cultura mágica y la excelencia y
sutileza de su manejo.
Fu Manchú en el Apolo
Años después,
Ciuró sufriría una auténtica conmoción al asistir al espectáculo de nigromancia
oriental que presentó Fu Manchú en el Teatro Apolo de Barcelona, el miércoles 1
de febrero de 1933. Tras Raimon Rosell y Joaquim Partagás, Fu Manchú fue su
tercer y definitivo maestro. Fu era un príncipe de la magia. Pertenecía a una
dilatada saga de magos de origen holandés. La dinastía Bamberg la inició el
alquimista y nigromante Jasper Bamberg, a principios del siglo XVIII. Empleaba
la linterna mágica y buscaba con ahínco la piedra filosofal. Transmitió sus
secretos a su hijo mayor: Eliaser Bamberg (1760 - 1833 ). Este perdió en la
guerra una pierna. A partir de entonces se convirtió en mago profesional y
utilizó una pierna de madera hueca para ocultar los objetos que aparecían y
desaparecían. Construyó varios autómatas maravillosos. Transmitió sus secretos
a su hijo mayor David Leendart Bamberg (1786-1869) que se inició en escena con
nueve años y en la masonería pocos años después. Hábil manipulador, perfeccionó
el juego de la bolsa y el huevo logrando extraer hasta quince huevos e incluso
una gallina viva. Trasmitió sus secretos a su hijo mayor Tobias Bamberg
(1812-1870). Hombre refinado, políglota, de asombrosa cultura y aguzado sentido
del humor. De él se recuerda el juego de las Monedas Boomerang: Contaba veinte,
las depositaba en las manos del espectador y una parte de ellas regresaban, mediante
un invisible efecto Boomerang, a sus manos para desaparecer. Trasmitió sus
secretos a su único hijo David Tobías
Bamberg (1843-1914). Influido por Carl Hermann realizó una magia directa,
depurando la charla, los gestos, la vestimenta y el atrezo. Era conocido como
Papa Bamberg. Tuvo seis hijos. Tres de ellos fueron magos. Pero David
transmitió sus secretos a su hijo mayor Tobías (Theo) Bamberg (1875-1963). La
visión de la levitación de Maskelyne en el Egipcian Hall cambió su visión de la
magia. Al trabajar como ayudante de Thurston descubrió el secreto. Adoptó el
nombre de Okito, tras adoptar la personalidad escénica de un mago japonés. Pero
cuando descubrió que las túnicas chinas eran más propicias que los kimonos
japoneses para la realización de sus juegos, cambió de nacionalidad mágica
aunque no de nombre. Okito era sordo. En su número no empleaba palabras. Fue el
creador de juegos y efectos inolvidables: como la bola flotante y la caja de
monedas. Trasmitió sus secretos al mayor de sus hijos David Tobías Bamberg
(1904 - 1974) que adoptó el nombre y la indumentaria de Fu-Manchú, su héroe de
ficción preferido, un genuino malvado, un villano sin entrañas creado por el
escritor Sax Rohmer en 1913.
11. David Bamberg "Fu Manchú" |
Sin duda este
era un inconveniente para el sacerdote Ciuró: Fu Manchú actuaba con el
remoquete de El Doctor Demonio. Pero no era la única complicación. El título
del espectáculo era La Revista de los Misterio y por lo tanto pertenecía al
género que se denominaba despectivamente ínfimo, de acento picante o
sicalíptico. Lo que llamamos Variedades.
Pero ¿cómo substraerse a la mucha y excepcional magia que contenía el
espectáculo? Desde luego, se trataba de uno de los mejores espectáculos de
magia de todos los tiempos. Con números inolvidables tal “Cómo se sostiene el
mundo” o “El dios de la muerte tibetano” o “La casa de las mil vampiresas” o
“El sueño del opio” o “ El escarabajo misterioso” o “La triple fuga” o “ Danzan
los caballos y también… los reyes” o “¿Dónde van los patos” o “La reina
evasiva” o “ Un ciclón milagroso” o “Rapsodia de colores” o el bellísimo
“Papel, Papel” o “ De la nada... un gorila”
Tres largas
horas de magia interrumpida de vez en cuando por las alegres chicas del cuerpo
de baile a los acordes de la orquesta Urabor.
El Padre se
envolvía en un abrigo de cashmere negro y acudía cada noche al Teatro Apolo,
embozado en una bufanda de cuadros rojos y blancos. Se mantenía oculto en un
pasillo. Había convenido con un acomodador que le avisaría cada vez que entrara
en escena Fu Manchú. En cuanto se iniciaban los aplausos que culminaban cada
número de magia, volvía salir, antes de que las chicas irrumpieran en el
escenario con sus bailables, al tiempo que el vocalista de la Urabor iniciaba
una canción:
Eres toda tentación,
Tu figura es ideal,
Son tus ojos tentadores,
Y tu boca sensual
Sin estas
incursiones en otros mundos, que también eran los suyos, pero le estaban
vedados o con difícil acceso por su condición, Ciuró jamás hubiera sido el gran
mago que fue, Fue tan grande la influencia de Fu que el Padre adoptó, con el tiempo, en
algunas de sus actuaciones, el nombre de Link Kai Fu con la coleta, el porte y el colorido de un mago cantonés.
Aunque su
transformación interior y la de su magia habían sido notable, siguió actuando
en los mismos lugares que lo había hecho siempre. Durante una temporada
intervino en el movimiento de Ejercicios Espirituales del P. Vallet. Y algo debió
haber cambiado porque esta vez los diarios – como El Mañana- reseñaron sus
intervenciones y empezó a adquirir alguna notoriedad.
Magia en la guerra
En estos años
tan próximos a la guerra civil, Ciuró intervino en la constitución de la
Asociación Catalana de Artistas Ilusionistas. Muchos de sus miembros huyeron de
Barcelona tras el fracaso del golpe de Estado y la toma del poder por los
anarquistas. Ciuró desde principios del 36 se hallaba en Francia. Oficialmente para perfeccionar su
francés. En realidad para sustraerse a las turbulencias que juzgaba
inevitables. No regresó hasta nueve o diez años después. Durante la Segunda
Guerra Mundial – que pasó en la zona ocupada por los alemanes -encontró un
ambiente más propicio que en España para el desarrollo de su gran pasión. Tuvo
acceso a una notable cantidad de libros antiguos y modernos sobre
manipulación, ilusiones, nemotecnia, matemáticas, física y química recreativas,
trampas de juego, juegos de sociedad y
ombromanía. Por supuesto los clásicos de Prevost, Ozanan, Guyot, Decremps,
Robert-Houdin, Fontenelle, Castillon, Ponsin, Camille Gaultier,
Flamarion, Tom Tit, Gaston Tissandier, Robert Gaston
y libros publicados en las últimas décadas como Recueil complet de Tours de Cartes de Tissot (1923), Fakirs
fumiste et Cie de Paul Heuze (1926), La
prestidigitation Moderne de Alber (1927),
Fakirs et Prestidigitateurs de Dicksonn (1927), Foulards
et drapeaux de Roger Barbaud (1933), L´art
de la Cartomagie de Gervais
(1934), Manuel pratique d'illusionnisme et de prestidigitation de Remi
Ceillier que luego adoptaría el nombre de profesor Boscar (1935), Trucs et Grands Trucs de Robelly (1936), la traducción de la autobiografía mágica de
David Devant Mes secrets d'Illusionniste (1938 ) y prestigiosas revistas como L´illusioniste y Le journal de la prestidigitation. Y siguió experimentando y
probando los juegos seleccionados en sus actuaciones para congregaciones
religiosas, centros de enseñanza, instituciones benéficas y hospitales e,
incluso, las tropas alemanas. .
13 Revista Le magicien, 1940 |
Al finalizar la
Segunda Guerra Mundial la situación política varió 180 grados. Se hicieron con
el poder las fuerzas integradas en la Resistencia, en la que habían tenido un
papel importante los republicanos españoles. Ciuró regresó de inmediato a
España. Tenía 50 años. Le adscribieron al obispado de Madrid, lejos de Cataluña
donde había transcurrido la mayor parte de su vida. Tomó posesión de la parroquia de San
Cristóbal de Boadilla del Monte, un pueblo arrasado durante la guerra. El templo
mudéjar acababa de ser reconstruido por el Servicio de Regiones Devastadas. Organizó
varias sesiones de magia en los pueblos del alfoz para recaudar fondos con los
que amueblar y alhajar el templo.
El peso del secreto
Pero acariciaba
entre ceja y ceja un ambicioso proyecto. Para el Padre la magia era el reflejo
de la fascinación que produce la vida. Con
cierto candor deseaba poner al alcance de cualquiera la posibilidad de realizar
prodigios. En la escuela, pues pensaba que los maestros podrían trasmitir
enseñanzas más verdaderas si las acompañaban del misterio. En la familia,
porque el padre o la madre de familia debían tener la posibilidad de encantar a
su prole. En la el conjunto de la sociedad, porque todos los hombres tenemos
derecho a que nuestros deseos e ilusiones, pues forman parte de nosotros mismos
y de nuestra vida, han de adquirir algún tipo de realidad.
Desde hacía
tiempo llevaba enfrascado en realizar una obra de divulgación que proporcionara
todos los elementos precisos, tanto teóricos como prácticos, para ejercitar el
ilusionismo.
Se enfrentaba a
dos escollos difíciles de salvar. Por una parte los editores consideraban que
no era un buen negocio. Pero ¿dígame, Padre, cuántas personas practican magia en
España? – argüían - ¿Cien? ¿Doscientas? ¿Qué mercado
potencial existe para un libro de estas
características?
Por otra parte los
magos, incluidos muchos de sus amigos más cercanos, vinculaban la ética de la
magia al secreto. Durante siglos los magos guardaron sus invenciones para sí,
celosamente, como parte de un patrimonio que transmitían a descendientes o discípulos. El hermetismo sólo fue quebrado por la
traición de ayudantes como en el caso de Robertson, Mr. Mcallister o “El hombre
incombustible”. También por la perspicacia de científicos y estudiosos como Ozanam, Guyot o Henri Decremps. O por la vanidad del artista, como en el caso
de David Devant que reveló sus secretos con la intención de que pudieran ser
disfrutados como las obras de arte que
eran.
14 Professor Hoffmann: Modern Magic |
Las
Sociedades mágicas y las Asociaciones profesionales se crearon con intención de
asegurarse el monopolio de esta clase de conocimientos. En 1876, el Profesor Hoffmann, pseudónimo del abogado y mago aficionado Ángelo John Lewis, quebró
esta regla al publicar Modern Magic, un
manual enciclopédico que divulgaba entre los profanos y el público en general tanto
los juegos clásicos, como las novedades que incluían en su repertorio los magos
en activo. La polémica no se hizo
esperar. El trasvase de un saber hasta entonces confinado a unos pocos al
dominio público modificaba las condiciones del ejercicio profesional. Algunos
auguraron que los teatros se vaciarían. Otros consideraron que a partir de ese
momento el mago se vería exigido a recrear
constantemente su arte, a reinventarlo cada día.
La transformación de un piloto
militar
No
sólo la magia provoca extrañas transformaciones. En ocasiones las sucesivas
transformaciones fruto del azar o de la necesidad acaban convirtiéndose en
magia. En 1945 otro sacerdote se anticipó al proyecto de Ciuró. Francisco
Javier Barcón Furandarena, que había sido piloto militar durante la guerra
civil y luego profesó como jesuita, publicó un libro muy completo sobre las distintas suertes
del ilusionismo titulado Arte de Encantamiento [4].
Lo publicó en la editorial de la Compañía. Incluía manipulaciones clásicas con
objetos diversos, monedas y cartas y un buen número de efectos de mentalismo
como adivinaciones, desapariciones, telequinesia y reproducciones de efectos
espiritistas.
15. Carlos María de Heredia, S.J. |
Por aquel entonces otro sacerdote,
también jesuita, llevaba casi treinta
años dedicados a denunciar las falsedades del espiritismo y los supuestos
fenómenos sobrenaturales. El jesuita mexicano Carlos María de Heredia, S.I.
(1872-1951), recorrió medio mundo realizando demostraciones públicas que
dejaban al descubierto los engaños y trucajes de los espiritistas. Actuaba en los teatros, presentándose como
mago. Insistía en que sus prodigios eran fruto del ingenio y rechazaba
cualquier relación con fuerzas sobrenaturales a pesar de realizar efectos
inexplicables: Apariciones de espíritus, levitaciones de miembros del clero,
adivinación del pensamiento, fotografías en las que aparecía junto a los
fantasmas de personajes célebres desaparecidos. Heredia fue un ilusionista de
gran éxito.
La Compañía era especialmente combativa
y nunca rehuyó intervenir en los espacios destinados a la acción social y la
cultura. La lucha contra lo que consideraba falsedades del espiritismo era uno
de ellos.
Siguiendo la estela de Houdini, Heredia
congregó a multitudes en América del Sur y Estados Unidos desde la década de
los 20. En 1946, un año después que Barcón publicara El arte de Encantamiento. Heredia publicó otro libro excepcional titulado
Los fraudes espiritistas y los fenómenos
metapsíquicos [5].
Ambos libros servían como precedente y eran
un acicate para los propósitos de Ciuró.
El viático y el salto
La
querella sobre la conveniencia o no de guardar secreto se recrudecería cuando
Ciuró consiguió publicar, al fin, su primer libro de divulgación. Pero primero
tuvo que escribir el libro. Necesitaba tiempo. Y el desempeño de la parroquia
de Boadilla del Monte le ocupaba demasiado. El pueblo había sido completamente
destruido durante la guerra y la reconstrucción se dilataba. En torno a la
iglesia se alzaba un exiguo núcleo rural. El resto del término lo ocupaba un
bosque de encinas y pinos piñoneros, atravesado por el Guadarrama, en cuyos
márgenes se había creado una colonia por los Servicios de Represión de la
Mendicidad, destinada a obligar al trabajo forzado a la multitud de
menesterosos consecuencia del final de la guerra.
Ciuró
tuvo la fortuna de que le destinaran a Madrid
a un puesto dependiente de la Parroquia del Buen Suceso que le permitía
disponer de abundante tiempo libre. Tenía que oficiar misa una vez al día y
permanecer disponible, por las noches, si le requerían para dar la unción y el
viático a los enfermos en situación especialmente grave, en riego de muerte. Junto
al maletín de magia se alineaba el Necesaire
que contenía todo lo necesario para administrar la extremaunción; una
agenda eclesiástica, un hostiero, el contenedor de santos óleos con algodón
untado en aceite, un crucifijo, un hisopo con agua bendita, un paño de hilo y
encaje, una estola de raso en el anverso y cinta de seda en el reverso rematada
en los extremos con un galón.
Pasaba
las dilatadas vigilias leyendo, estudiando, practicando y escribiendo. Gracias
a lo cual pudo escribir una quincena de títulos de excelente divulgación
mágica.
Esta
era su situación cuando José Luis Ballesteros le conoció y trató. En aquella
casa, en la que una placa en la fachada
indicaba escuetamente Extremaunciones, es donde José Luis aprendió su profesión
de mago, por el tradicional sistema de convertirse en ayudante de otro mago.
El
Padre actuaba a menudo. Hacía sesiones de magia de dos tipos muy dispares. Por
una parte para la chiquillería en colegios, instituciones religiosas y hospitales. Por otra en fiestas privadas.
Este último tipo de “bolos” se los proporcionaba José María Bulart, párroco del
Buen Suceso y capellán privado del dictador Franco.
Bulart
había sido secretario del cardenal Pla y Deniel, cuando este escribió la
pastoral que definía como cruzada el levantamiento militar y la subsiguiente
guerra civil. Cedió al general Franco su palacio episcopal en Salamanca para
que lo utilizara como cuartel general y a su secretario para que desempeñara el
puesto de capellán. Bulart se mantendría
a su lado hasta la muerte del dictador en 1975.
Por
mediación de Bulart, Ciuró tuvo acceso a trabajar en los domicilios y fiestas
privadas de los jerarcas de la dictadura, incluido el Palacio del Pardo, donde
llegó a actuar en el papel de Ling Kai Fu – su alter ego chino - e hizo aparecer una gigantesca bandera entre
pañuelos de seda. De esta manera obtenía
unos ingresos, parte de los cuales entregaba a la iglesia.
Se
hacía acompañar de un ayudante llamado Julio Cerezo Villa. Cuando este hombre
se hizo mayor, el Padre preguntó a José Luis si estaba dispuesto a sustituirle.
De esta manera, al lado de Ciuró, se convirtió en un mago profesional. Volvió a
verle hacer una y otra vez aquellos maravillosos aros chinos que tanto le
impresionaron de niño. Seguían volviéndole loco. Ahora sabía el secreto. Pero
no lo veía. El Padre era un mago finísimo.
16. Antonio Drove |
Eso mismo le sucedió a Juan Tamariz[6]
cuando, siendo un niño, visitó al Padre Ciuró. Iba en compañía de Antonio Drove[7],
quien sería con los años un cineasta estimable. Le comentaron sus dificultades
al hacer la técnica conocida como el salto. En el mismo rellano de la escalera
el Padre ejecutó la suerte con suavidad, lenta y despreocupadamente, sin dejar
de mirarles. Ellos conocían el truco pero
no el secreto. El Padre les trasmitió el verdadero secreto, las condiciones en las que el salto realmente era
invisible.
José
Luis cobraba entre 5 y 10 pesetas por función. Le venían de perlas. Meses antes
su madre había hecho un viaje a Barcelona. Para satisfacer la pasión por la
magia de su hijo, adquirió en la casa Mágicus[8] un montón de juegos y
aparatos. A su regreso, José Luis le ocultó que esa semana coincidía con los
días de exámenes y se dedicó por completo a probarlos y dominarlos. No se
presentó a ninguna asignatura y, en consecuencia, le suspendieron en todas.
Cuando
la madre se enteró, decidió dar por terminados definitivamente sus estudios. A partir de ese momento tendría
que trabajar. Como era pulidora de joyería, consiguió que entrara de aprendiz
de joyero. Le entregaron lo que se llamaba una manta, una tela de terciopelo enrollable, cuyo interior alojaba un
muestrario de joyas que vendía a domicilio y a plazos. Sin papeles, por cierto.
Juan Antón
Para
la mayor parte de los magos los cartoncillos de la baraja son una segunda piel.
Una tarde, en el suspense inquieto de la sala de espera de un médico, José Luis
ensayaba el salto. Se trata de una técnica considerada en la época la más
importante de las manipulaciones. Uno de los pacientes se acercó:
-¿Eres
mago?
Tomó
su baraja, escogió una carta cualquiera, la situó en el centro y efectuó el
salto.
-¿Dónde
lo has aprendido? – preguntó José Luis, mirando fijamente sus manos.
La
verdad es que le sorprendió. No había logrado ver el movimiento, pero al
voltear la carta de arriba la carta elegida estaba allí.
A
partir de ese día se hicieron inseparables. Juanito se llamaba Juan Antón. Vivía
como él en el barrio, le tentaba la magia desde su infancia y tenía como José
Luis 16 años. Fue la primera persona que le habló de una organización
que agrupaba a los magos. Se llamaba SEI - Sociedad Española de ilusionismo-.
-
Nos reunimos todas las
semanas - dijo.
Y dejo caer:
-
Te resultará fácil el examen.
-
¿Qué examen?
A José Luis le llamó la atención que el Padre nunca le
hubiera hablado de una corporación como aquella. Con el tiempo supo que había
sido uno de sus miembros fundadores, pero que había tenido graves problemas a
raíz de la publicación de su primer libro de divulgación. Dos de sus mejores
amigos – Xavier Areny de Plandolit y Bernard- habían publicado sendos artículos
muy críticos sobre los libros de divulgación, defendiendo la necesidad de
mantener la opacidad y el secreto.
17. Biblioteca de la casa solariega de los Areny-Plandolit |
Javier Areny de Plandolit Gassó descendía de una familia
aristocrática dedicada a la industria del hierro y a la política en Andorra. Su
abuelo Guillem d’Areny-Plandolit, barón de Senaller y Gramenet, impulsó la Nova
Reforma del 1866 de las instituciones andorranas, su primera constitución, fue batlle de la Seu y se convirtió en el
primer Síndico general de los Valles de Andorra. Su mujer Carolina de Plandolit
murió asesinada por el militar Blas de Durana, coronel de infantería del 5º batallón
de Cazadores de Tarifa, que la asediaba desde hacía tiempo, enamorado sin
esperanza. El coronel fue condenado a garrote vil. Se suicidó con cianuro la
noche anterior. Aún así el cadáver fue trasladado en parihuelas hasta el
patíbulo y la sentencia ejecutada en el cuerpo muerto.
18 Pau-Xavier d’Areny-Plandolit |
El hijo menor de la
pareja Pau-Xavier d’Areny-Plandolit (1876-1936), ejerció como médico,
naturalista, taxidermista, empresario, escritor,
editor, museólogo. Se decía de él que
comerciaba con huesos humanos. Era un hombre dotado de aficiones y habilidades
múltiples, todas ellas curiosas y
extraordinarias. Joan Peruga ha novelado su extravagante personalidad y su
vida llena de fascinación en El
museu de l’elefant [9]
. Fue un excelente ilusionista y escribió un libro muy notable: Las maravillas de la Magia moderna[10].
Su hijo Xavier d'Areny-Plandolit i Gassó heredó su afición e interés por la
magia. Fue un destacado bibliófilo, reunió una apreciable biblioteca
especializada en libros y revistas de ilusionismo y elaboró la primera
bibliografía de la prestidigitación española[11]
. Era odontólogo de profesión y durante
muchos años su clínica fue la sede social de la SEI y el lugar en el que se
editaba la revista oficial Ilusionismo.
Por su parte Joan Bernat[12]
era un extraordinario manipulador de cartas y alimentos, pues su profesión era
la de pastelero. En el 58 publicó un tratado de cartomagia [13]
que desde entonces es algo así como el Viejo Testamento para los cartómagos
españoles y, también, para magos americanos como René Lavand. Bernat
subtitulaba su libro, escrito en colaboración con Esteban Fábregas, Tratado completo de manipulación de cartas y
composición, con ellas, de juegos de manos, al alcance de todos. Quiere
decir que cambió de parecer. Pues unos años antes escribió un artículo muy
crítico oponiéndose a la divulgación secretos.
Esta dolorosa circunstancia es, tal vez, la razón por la que
Ciuró nunca le habló a su discípulo Jose Luis de la Sociedad.
El examen más largo
Fue Juan Antón quien le llevó a la Sociedad-
-
Vienes conmigo y te examinas.
Las reuniones se celebraban los martes en el Centro
Segoviano donde disponían de un escenario sin cortinas.
José Luis llegó cargado de aparatos. Fue tal vez el examen
más largo que tuvo lugar jamás. Mendizábal, el presidente de turno, no sabía
cómo detener aquella cascada de efectos, que proseguían aunque el jurado hacía
tiempo que había decidido aprobarle.
De ese modo se hizo socio y se incorporó a las reuniones y a
la sesión de magia que realizaban cada mes para público de fuera de la sociedad.
El cartel era de lujo: José Luis actuaba junto a Juan
Antón, Carlos Muro, Juan Tamariz, el estupendo y querido Pepe Regueira, entre otros.
La tristeza de un mago nihilista
¿Se
puede ser avispado, ingenioso, jovial y al mismo tiempo desgraciado? He
conocido pocas personas con la capacidad innata de Juan Antón para hacer reír a
los demás. ¿De dónde procedía su humor? ¿De un interior devastado por la
tristeza? Es imposible saberlo. Lo cierto es que el mismo regocijo que estallaba hacia fuera proyectaba
hacia dentro las sombras más negras. Juan Tamariz advertía en quien fue su
maestro y amigo del alma a “un apóstol del nihilismo”. Los médicos dirán que la
causa es la disminución de la
serotonina y la noradrenalina, sustancias neurotransmisoras que permiten la
comunicación entre las neuronas y la transmisión del estado de ánimo al sistema
nervioso del individuo. Pero lo cierto es que tenía un modo de ser exuberante,
ruidoso, disparatado, desenvuelto, capaz de descabezar cualquier atisbo de
razón. Era el más risueño y refrescante, según Arturo de Ascanio. Yo no podré
olvidar la cantidad de veces que logró desencajar mi mandíbula y, al tiempo, su
inmensa ternura.
20. Cena en la SEI. Juan Antón a punto de tomar un bocado |
Pero
la sociedad en que vivimos es envarada y. por entonces, lo era aún más. Los
comportamientos espontáneos muchas veces son percibidos con incredulidad o desagrado.
Cuanto más se deprimía Juan Antón más
difícil le resultaba reprimir su vena cómica. Sin proponérselo daba la vuelta a
una situación, descuajeringaba una frase, contaba una historia hilarante,
realizaba un efecto de magia chocante, provocaba la sonrisa o la carcajada. Como muchos de los más grandes
cómicos, humoristas o payasos tenía un fondo triste y depresivo, trágico. María
Zambrano ofrece una interpretación sugestiva de este fenómeno que se conoce
como la tristeza del payaso. Para ella “El
payaso mimetiza desde siempre y con éxito infalible el acto de pensar…el
alejamiento de la circunstancia inmediata… esa
peculiar situación del que piensa que parece estar en otro mundo, moverse en
otro espacio libre y vacío. Y de ahí el equívoco, y aun el drama[14].
Siguiendo los pasos de José Luis con su manta de
joyería, Juan Antón abrió una tiendecita de joyas en un portal de la calle
Fuencarral. Apenas un estrecho armarito y un diminuto mostrador en lo que había
sido el chiscón del portero. José Luis conoció a Encarnita y Juan Antón a María
Pilar. El Padre Ciuró se encargó de
casarlos.
Uri Geller En
España
Juan Antón debutó en la década de los 70
obteniendo el 2º premio en cartomagia del Congreso Mundial FISM en Ámsterdam, con el delicioso número de Los Mancos, que
ejecutaba junto al gran Juan Tamariz.
21 Uri Geller |
A Jose Luis Ballesteros le cambió la vida cuando
el sábado 6 de septiembre de 1975 Uri
Geller apareció en programa de televisión Directísimo
y logró que se doblaran cucharas y se pusieran en marcha viejos relojes en
las casas de los televidentes, aparentemente mediante el poder de su mente. El
más asombrado fue el presentador del programa José María Iñigo.
El efecto fue fulminante. El lunes siguiente
vendió 10.000 ejemplares de su autobiografía en unos grandes almacenes de
Madrid.
En la Sociedad Española de Parapsicología se
movilizaron. Realizaron una consulta a la Sociedad Española de Ilusionismo.
-
¿Creen ustedes que hace trampas?
José
Luis Ballesteros presidía la Sociedad. Fue él el encargado de responder.
-
Lo que hace Uri Geller lo puede hacer un
buen mago.
-
¿Se atrevería usted a hacerlo?
De
esa manera se originó la idea de organizar una serie de conferencias por toda
España desmontando a Uri Geller [15]. Actuaban en
Universidades. Inicialmente disertaba Ramos Perera[16], presidente de la Sociedad
Española de Parapsicología, explicando su visión de los fenómenos psíquicos.
Era el primer profesor - y creo que el único - que impartía esta materia en las
Universidades españolas. Enseñaba Parapsicología en la Universidad Autónoma de
Madrid, donde tenía un laboratorio que
estudiaba fenómenos que no consideraba suficientemente explicados como la clarividencia, la telepatía,
la telekinesia, la levitación o la psicofotografía. Su
postura frente a Geller era escéptica y había llegado a interrumpir alguna de
sus actuaciones en teatros, exigiendo pruebas y controles.
22 José Luis Ballesteros |
La
segunda parte corría a cargo de José Luis Ballesteros que realizaba una
demostración de que un ilusionista o prestidigitador es la persona adecuada
para detectar las trampas y embelecos de quien simula habilidades paranormales.
-
Veo… Concéntrese en la imagen….Veo mucha
gente reunida… ¿Son hippies?
Concéntrese, por favor. ¿Cantan? Uno debe ser el leader. Está sobre un
montículo… Dice cosas…
La
persona que ha imaginado la escena está pálida.
.
¡Jesucristo! – exclama –
-
En el sermón de la montaña – precisaba
José Luis..
Para José Luis todo era mentalismo escénico.
Cualquier efecto se podía presentar como mentalismo. Incluso parar un
teleférico.
Las
demostraciones tuvieron su prolongación en el programa de televisión La puerta del misterio que dirigía el
Dr. Jiménez del Oso. En España, José Luis se hizo tan popular como el propio
Geller. Se convirtió en el mago de referencia en aquellos tiempos.
La
serie de demostraciones televisivas
tenían que culminar la mañana del 20 de noviembre con un número
espectacular: ¿Era posible parar el teleférico de Madrid utilizando la fuerza
de la mente?
23 Teleférico sobre la Casa de Campo de Madrid |
José
Luis se trasladó con un equipo de Televisión hasta la estación motora situada
en el paseo de Rosales. Una placa de bronce indicaba que se hallaban a 627
metros sobre el nivel del mar. Era muy temprano. Un sol tierno, sin vigor aún, perfilaba los cables del teleférico en un cielo en el
que empezaba a intensificarse el azul. Al fondo se distinguía la sierra del
Guadarrama un paisaje típicamente madrileño, fondo de muchos cuadros de Diego
de Velázquez. Afuera, empezaba a agolparse el público, que iba a asistir a la
sesión. Por primera vez su rostro se crispó. Sólo un instante. Estaba
tranquilo. Todo estaba controlado.
Primero
pasaron los extras. Debido a un acuerdo con los sindicatos un porcentaje del
público tenía que ser pagado. Sus miradas tediosas e inmóviles, su ausencia de
reacciones, eran un hándicap para los programas de espectáculo que dependían de
la transmisión al telespectador de las reacciones del público del estudio. La
magia necesitaba especialmente esta transferencia. El público del estudio eran
los testigos de las condiciones en que se efectuaban los efectos, sin trucos de
cámara, compadres u otros manejos ajenos a la magia.
Esperó
a que entrara el público de verdad para
seleccionar a los más expresivos para que viajaran en la cabina. Tuvo que
esperar un buen rato a que todo estuviera preparado. Cuando el realizador dio
el O.K. escogió a los pasajeros. Hubo un pequeño amago de resistencia por parte
de una chica que dijo sentir vértigo, pero al final todos acabaron
embarcándose.
La cabina se removió con lentitud, abandonándose en el aire. Tenía que recorrer una distancia de 2.457 metros. Avanzaba solitaria, ensimismada, a una velocidad de 3'5 metros por segundo. Disponía de 5 minutos y medio hasta llegar a la mitad del trayecto, a la altura de 40 metros Allí debía detenerse.
José Luis comenzó a concentrarse, mientras
verificaba la sombra de la cabina balanceándose sobre las copas de los árboles
del Parque del Oeste. Crispó el rostro, esta vez de forma voluntaria. Calculaba
que tardaría un par de minutos y medio en alcanzar el punto elegido. A la mitad
cerró los ojos, intentando mostrar que realizaba un supremo esfuerzo para
paralizar el mecanismo. Por dentro su cerebro estaba calmado. En la obscuridad
de su mente la cabina empezaba a desacelerarse.
Ya
estaría a punto de detenerse sobre la Casa de Campo, confrontada con la mole de
la Sierra. Imaginó el nerviosismo de los espectadores que viajaban en ella, los
rostros atónitos de los curiosos que se habían concentrado para ver el
fenómeno, de los periodistas, del equipo de televisión.
Abrió de golpe los ojos. La cabina estaba
efectivamente parada. Lo había logrado. Iba a sonreír por primera vez a la
cámara, cuando descubrió que no había cámaras, ni público, ni absolutamente
nadie. Todos habían desaparecido. Sola, a lo
lejos, la cabina se balanceaba como
si no formaran parte de este mundo.
Hay
momentos en la vida en los que experimentamos la radical soledad del ser
humano, cuando lo que nos sucede no
coincide con lo que sucede a los demás. Recluido en sus propias tinieblas ha de
regresar al mundo de los otros del que ha sido expulsado momentáneamente.
¿Qué
es lo que había ocurrido? Mientras José Luis se concentraba en fingir estar
concentrado para detener el teleférico, un rumor, de inmediato noticia
confirmada, vació la estación del teleférico. Una llamada reclamó al equipo de
televisión con urgencia a otra parte. El general Franco acababa de morir. O tal
vez había muerto horas antes pero lo anunciaron en ese momento.
La tienda primitiva
Su proeza, deteniendo el teleférico, jamás fue
emitida. No obstante, José Luis se convirtió en un mago muy popular en la
década de los 70 gracias a sus apariciones en televisión en los citados programas
de Jiménez del Oso y en el infantil Dabadaba. Actuaba regularmente en salas de
fiesta como Molino Rojo en la calle Tribulete, Long Play -con el humorista
Noel- y en el otrora lujoso Pasapoga.
A pesar de ello, nunca dejó de trabajar en un
banco y en seguros. Por entonces
Encarnita trabajaba, también, en una empresa de ese ramo. A veces viajaban
fuera de España buscando nuevos juegos y efectos, acompañados de Juan Antón y
María Pilar. En Madrid, la Casa de los Juegos que regentaba José Luis Deprit era,
desde su fundación en el 45 hasta los setenta del siglo pasado, la única tienda
de magia.
24 La Casa de los Juegos. Página de un catálogo de 1945 |
Ofrecía un muestrario amplio. E hizo esfuerzos
encomiables como contratar a Juan Tamariz como demostrador y asesor en alguna
época. Generalmente atendían al público
dos personas que actuaban como el policía malo y el bueno de los
interrogatorios policíacos. Cuando digo policías sólo exagero un poquito. Como
ya he explicado era una época en que nadie enseñaba nada de magia, todo era
cautela, los secretos se guardaban celosamente e incluso el que iba a comprar a
una tienda era sometido a una auténtica investigación sobre sus conocimientos.
En la Casa de los Juegos atendían dos
dependientes. En el reparto de papeles, a Miguel le correspondía el de duro y
se comportaba de la manera más inquisidora y desagradable. Toñi, comunicativa y simpática, se convertía en
cómplice del cliente, aunque jamás explicaba el secreto.
Cada vez que viajaba al extranjero, José Luis
regresaba cargado con varias maletas de juegos.
-
Probablemente tienes más chismes y
cachivaches mágicos que todas las tiendas de magia de España juntas – bromeó
Juan Antón, en la terminal de equipajes de Barajas.
-
¿Por qué no montamos una? – repuso José
Luis - ¿No te parece absurdo vender joyas cuando puedes vender lo que de verdad
te gusta?
De este modo los dos amigos decidieron poner una tienda en Marqués de Cubas 14, un local que
pertenecía a un cliente de José Luis, dueño de la Perfumería Filipinas. A ellos
se unió Encarnita. Justamente en ese
momento le habían indemnizado tras despedirla de una empresa.
- ¿Por
qué no pruebas? – Le sugirió José Luis – Juan Antón necesitará ayuda.
Encarnita tenía una inteligencia muy aguda y un
encanto especial. Había visto mucha magia. Desde que vivía con José Luis
desayunaba, comía y cenaba con magia. Pero nunca se había dedicado a ella. Los
efectos mágicos le suscitaban una infinita ternura.
La oportunidad de trabajar en la tienda le provocaba
muchas dudas. En cierto modo se sentía como una ciega, sin ser ciega. Justo
cuando iba a probar le ofrecieron otro trabajo mucho mejor pagado. Aceptó en un
principio, pero no sin matar el gusanillo. Acudió a la tiendo un par de días.
Tuvo un sueño. Soñó que lograba salir de un país gris y penetraba en otro lleno
de colores vivos y risas. Tomó la
decisión de quedarse. Se despidió de su nuevo trabajo antes de tomar
posesión. En su vida la tienda llovió
del cielo, por casualidad o porque era su destino, un día en el otoño de 1980.
Cursos de magia
Dos años antes había muerto Wenceslao Ciuró a causa de un ataque cerebral. Exactamente el 23
de Abril de 1978, a los 83 años de edad. La tienda proseguiría su labor de
difusión mediante la organización de cursos de magia elemental. Fueron los
primeros que se impartieron en España y, afortunadamente, contamos con el
testimonio de Arturo de Ascanio[17]. “Mi impresión general – escribe el gran maestro – puede condensarse en una palabra: sorpresa,
o mejor dicho, asombro. Quedé literalmente asombrado del contenido,
organización, ejecución y eficacia de estos Cursos.”
Constaban de un curso elemental y otro medio. Los
juegos que se enseñaban, cuatro o cinco por sesión, eran juegos sencillos y –
en palabras de José Luis – estancos. Es
decir, juegos que no revelan técnicas o principios mágicos esenciales, que no
divulgaban secretos. Pero se estudiaban en profundidad los aspectos de
cobertura, presentación, ”misdirection” y versación psicológica.
En el medio se estudiaban algunas técnicas
cartomagicas y otras como el falso depósito.
A Ascanio el planteamiento y el método le
parecían excelentes. Elogiaba, asimismo, la capacidad pedagógica de José Luis,
acostumbrado en su empresa a dar clases de “marketing” a ejecutivos del ramo
del Seguro.
Otro de los aspectos que subraya Ascanio es el
ambiente transversal de las actividades mágicas que reúnen, sin establecer
diferencias, a gentes de edades, clases sociales, preparación cultural y, en
menor medida de lo deseable, sexos distintos. El día que yo asistí me encontré con un jurista (Cruz de San Raimundo)
junto a un espabilado chaval de trece años, un director de escena junto a un
vendedor… Lo más laudable de estos cursos – concluye el gran Ascanio – está en el amor a la magia que allí
impera, y no meras preocupaciones comerciales.
Ambigüedad.
A diferencia de La casa de los juegos, la nueva tienda lucía en un rótulo la
palabra magia. Un término ambiguo
que tradicionalmente designa manifestaciones diversas, en ocasiones
antitéticas. De manera que los que pasaban por delante pensaban cosas muy distintas.
A muchos les evocaba una magia popular que se asienta en la creencia y se
exterioriza a través de ensalmos, hechizos, augurios y presagios.
Un día entró un tipo con largas patillas, un
metro noventa de altura, espaldas de armario ropero y un bulto sospechoso en la cadera. Un matón.
- Necesito
algo contra mi jefe.
- ¿Cómo?
- Escúchame.
No quiero bromas.
En aquel momento se encontraba en la tienda el
mago Gustavo Lorgia que no perdió el ánimo.
- Mi
hermano - le dijo - tome este péndulo, pague y, una vez en su casa, suspéndalo
en el aire y mire fijamente como oscila,
hasta que se autohipnotice. Entonces, mi hermano, vaya a ver al jefe,
entre sin pedir permiso, clave sus ojos en los suyos y no diga nada. No falla.
El equívoco provocaba situaciones estrafalarias.
Una mujer aseguraba que ella no era una
sino dos. Hasta hacía poco la otra siempre estaba de acuerdo con ella. Pero de
un tiempo a esta parte le llevaba la contraria en todo. Si ella decía sí, la
otra decía no. Y viceversa, Su vida se había convertido en un infierno.
Necesitaba un remedio.
O un padre preocupado por su hija embazada cuyo
marido se había fugado con una secretaria. ¿Con qué podemos arreglarlo? Ustedes
seguro que conocen la manera.
El escaparate era también motivo de confusiones.
Una tarde en la que Juan Antón charlaba con un
mago muy formal, de los que el llamaba “de los serios”, entró en la tienda una viejecita. Con voz
suave le preguntó: ¿Es aquí donde se colocan dentaduras?
Recordó que en el escaparate lucía la broma de la
Dentadura mecánica.
– Yo no soy de aquí pero este señor – respondió,
señalando al mago de aspecto adusto – le
atenderá con gusto.
Y se marchó dejándoles solos.
“La generalidad
de la gente que entra – escribió Juan Antón- está compuesta de alocados, chiflados, enloquecidos, falsos de tornillo”
Un tipo le pidió un supositorio. Había leído en
el luminoso Farmagia.
Otro penetró alborozado.
-
Esto es fantástico. Nunca pensé que
sucedería algo así, Voy a compararle todo.
-
¿Todo?
-
Todo.
Como buen comerciante se quedó maravillado.
- Eso
sí, no le voy a pagar con miserables monedas.
-
¡Ah, no!
- Te
voy a pagar con oro puro.
Y al cabo añadió:
- Con
el oro puro de la amistad
Para Encarnita, su compañero tras el mostrador
también era un pozo de sorpresas. Juan
Antón era un pedazo de pan y también un
niño grande que trataba a los niños como
iguales, con la dureza, incluso la crueldad que los niños reservan para los
otros niños. Cuando, poco después, se trasladaron a su ubicación definitiva en
la calle San Mateo, recibían la visita de un niño de 10 o 11 años llamado Ezra,
hijo del mago Gabriel Moreno.
Juan Antón no le quería abrir.
-
¿A qué vienes? ¿A molestar?
El pobre muchacho permanecía horas enteras a la
puerta.
-
¿Sigues ahí? ¡Vete! No pienso abrirte.
Encarnita
mediaba en su favor.
.
Déjale entrar, hombre. Al chaval le
encanta la magia.
.
Pero no sabe nada.
-
Mucho más de lo que puedes imaginar.
-
¡Que va a saber¡
- Déjale que te lo demuestre.
-
A ver niño ¿qué sabes hacer?
- Déjame una baraja- pidió elniño.
-
Ni baraja llevas siquiera. Toma.
El
niño tomó la baraja en sus manos y realizó la mezcla faro perfecta.
-
¡Ostras!
-
Y ahora ¿te vas a atrever a cerrarle la
puerta en las narices? – comentó Encarnita – Se lo ha enseñado su padre.
La tienda de Encarnita
Quién iba a decir que esa mujer de aspecto frágil y temperamento
indomable iba a ser la iniciadora en la magia de toda una brillante generación.
Poco después, en febrero de 1983 moriría Juan Antón y su viuda les traspasó su
parte del negocio.
25. Encarnita &Foto Corina Aranz |
Encarnita abría todos los días por la mañana y por la tarde.
En el 91 Jorge Blass tenía 11 años y lo primero que compró fue una cuerda
tricolor.
-
Lo tenía claro desde entonces – dice Encarnita -.
La cuerda le lanzó a la fama.
También compró el reloj de Moliné y su libro Esto es magia. A través de Jorge Blass y
de los magos de su generación podemos comprobar que afortunadamente el
aprendizaje de la magia había cambiado con respecto a las precedentes. Fue un
sábado con su madre. La tienda estaba cerrada y tuvieron que esperar hasta el
lunes. Habían sido los fascículos del Mundo
Mágico de Juan Tamariz los que le descubrieron la existencia de la tienda. Ese
lunes Encarnita le habló de la Escuela de Ana Tamariz. Su profesor fue Joaquín
Navajas. A los 13 años entró en la SEI. Se pasaba por la tienda con Boris,
Lucas, Manolo Talman o Gea. Tiraban en cualquier parte los anoraks y las
mochilas y se pasaban la tarde haciendo magia. ´Cada uno traía lo último que había
leído”.
26. Jorge Blass con Encarnita y José Luis |
Podían coincidir con Pepe Carroll que buscaba una pagoda.
- ¿Para quién?
- Para mí.
- ¿Y para qué quieres tú una pagoda?
- Si te dedicas a esto tienes que hacer de todo.
Encarnita fue para todos ellos – y también para Jaime Figueroa, Jandro, Yunke o Inés – el primer asesor mágico. “Alguien –
dice Jorge Blass - que sabe cuál es el primer libro y cuál el siguiente. Que
conoce el juego que necesita cada uno para que le provoque afición. Va paso a
paso”.
Cuando la puerta de la
tienda se abría, no había vuelta atrás. Allí aguadaban Los aros de seda viajeros, Los discos camaleón de Bernat o El abanico
del gitano.
-
Fueron los
juegos que más se vendieron – afirma Encarnita.
Una vez más el abanico
se desharía en las manos, los discos cambiarían de color y los aros de seda se
enlazarían. Entre todos aquellos juegos estaba Encarnita. Lo mejor de la
tienda. La mujer que compartía su vida con un mago y con la magia. Uno
los pocos seres para los que la magia cobra la forma y se encarna en la
persona que tiene enfrente. La mujer que conocía el secreto: Una tienda de
magia es un lugar donde realmente se vende lo que no se ve, se venden los
procedimientos para que lo evidente nos hipnotice para siempre con lo
inverosímil.
27. Encarnita y José Luis &Foto Corina Arranz |
En ese rincón lo inesperado nos
aprisiona
en su tela de araña. Reflejos
de cristal
que desmienten los gestos pues
sucede.
lo que nunca se ve y a lo
evidente.
le gusta hipnotizarnos con lo
inverosímil.
Tienda de magia en la calle San
Mateo.
Se ha producido un efecto asombroso,
uno más, como siempre
invisible,
Sin que el comprador ni el
vendedor
lo adviertan lo inaudito ha
sucedido.
Lo más cercano a la magia es el
sueño.
En estas tiendas se aprende a
soñar
y a despertar con un dado
gigante
entre las manos .¿Controlar el
azar.?
Tal vez. Generalmente está trucado.
Y todo se transforma en otra
cosa.
Todo se traslada de un sitio a
otro.
Todo se destruye y recompone.
Todo puede ser traspasado sin
sufrir,
Todo puede flotar en el aire o
cobrar vida…
Porque vinimos a la tienda de
magia
a buscar lo que no comprendemos.
Notas
[1] Tommy Wonder y Stephen Minch:
El libro de las maravillas. Traducción.
Luis Eduardo Iglesias. 2 vols. Páginas, 2000
[2] Un año después de la
publicación de Ilusionismo Elemental,
el libro de Ciuró que prologó, Alfredo
Maqueríe se enrolaría como prestidigitador, con el nombre del profesor
Ignotus y los ojos cubiertos por un antifaz, en el circo Estambul. Contó su
experiencia en un libro titulado Un mes
con el circo (1955).
[3] Joaquin Partagás: El prestidigitador Optimus y la magia
espectral, Prólogo de Joan Brossa, Altafulla, 1982
[4] Francisco Javier Barcón
Furundarena, S.I., Arte de encantamiento,
El Mensajero del Corazón de Jesús, 1945
[5] Carlos María de Heredia,
S.J. : Los fraudes espiritistas y los
fenómenos metapsíquicos, Barcelona : Editorial Herder, 1946
[6] Juan Tamariz prólogo a Ciuró, Wenceslao, "Ling-Kai-Fu":
Juegos de manos de sobremesa ; Madrid :
Páginas, D.L. 2010
[7] Antonio Drove (Madrid, 1
de noviembre de 1942 - París, 24 de septiembre de 2005) fue un director de cine
y guionista español, muy aficionado al ilusionismo. Compañero de estudios de
Juan Tamariz.
[8] Mágicus Calle Diputacio,
274 (Pau Claris) en Barcelona. Fundada en 1942 por Josep María Ferrándiz.
[9] Editorial Andorra, 2013.
[10] Las maravillas de la Magia moderna: Manual... para juegos de
prestidigitación... / por el... Dr. Areny de Plandolit., Ed. ilustrada con
393 de J. Passos, Barcelona : Maucci, [¿1913?] 415 pág.
[11] Areny-Plandolit, Javier
de: Bibliografía
española de la prestidigitación [Precedida de un prólogo por Don Antonio
Darder Marsá Barcelona : [s.n.], 1944
([Artes Gráficas Areny]) Hay una edición
aumentada en 1955.
[12] Joan Baptista Bernat
Sarró (1909-2007)Nacido en Barcelona. Vivió en Lloret de Mar desde los dos
años, donde regentó una pastelería en la Plaza de España. Fue autor de teatro y
un destacadísimo cartómago.
[13] Bernat, Juan B. y
Fábregas, Esteban: Cartomagia: El mundo maravilloso de los naipes. Tratado completo de
manipulación de cartas y composición, con ellas, de juegos de manos, al alcance
de todos / Juan B. Bernat [y] Esteban Fábregas Barcelona : Gustavo Gili, 1953
[14] Publicado en La palabra y el hombre. Revista de la
Universidad veracruzana, nº 2, abril-junio 1957
[15] El verdadero poder de Uri
Geller radicaba en ser un fantástico ilusionista, capaz de convencer a millones
de personas en todo el mundo de la autenticidad de las ilusiones que realizaba.
[16] Ramos Pereira publicó un
libro titulado Uri Geller al descubierto,
[Madrid] : Sedmay, [1975], con prólogo del escritor rumano, exiliado en
Madrid, Vintila Horia, que se remite a
la física cuántica y al principio de incertidumbre formulado por Werner
Heisenberg.
[17] Los “cursos de magia” de J.L. Ballesteros por Ascanio. Boletín de la Escuela Mágica de Madrid.
[17] Los “cursos de magia” de J.L. Ballesteros por Ascanio. Boletín de la Escuela Mágica de Madrid.