viernes, 8 de junio de 2012

Shock, el prestidigitador de Nabókov (I)




Fotografía Johaan Aassen

En la obra de Nabokov la figura del prestidigitador se identifica con el artista. En su literatura el juego es constante y emplea la misdirection, el timing, las falsas pistas. Técnicas destinadas a desconcertar la percepción, aprendidas de niño, cuando gozaba practicando sencillos juegos de magia. Nabokov estaba convencido de la conexión entre arte y magia, porque pensaba que el objeto del arte no es la realidad, sino crear una realidad propia. Entre los maravillosos relatos de Nabokov hay uno especialmente conmovedor en el que aparece un prestidigitador llamado Shock, misterioso y esquivo. No se trata del protagonista. El relato narra los amores de un enano llamado Fred. Una atracción de circo, al que el empresario bautiza como El elfo patata. A Fred no le va mal en lo profesional y económico, pero tiene otros problemas que Nabokov resume con imágenes certeras, El mundo le resultaba invisible - escribe - Lo que retenía en la memoria era la visión de un mismo abismo sin rostro que se reía de el. .Fred jamás ha mantenido relaciones amorosas y sufre a causa de la soledad.
Al regresar de una tournée se asocia con un nuevo partenaire: Shock el prestidigitador. Esa misma noche Fred intenta abrazar a la acróbata Arabella y es rechazado violentamente. Shock le encuentra humillado, se apiada de el y le lleva a su casa. Allí le presenta a su mujer, Nora, a quien le resulta difícil vivir con un prestidigitador, en el límite de la ilusión y el engaño.

A Nora Fred le evoca un niño y le trata con la ternura con la que cuidaría del hijo que no ha tenido.

A la mañana siguiente, Nora y Fred desayunan juntos. Shock, se ha marchado temprano. Nora está reclinada en el diván de terciopelo. Fred le cuenta su vida y cuando calla sigue agitando su pequeña mano como si quisiera detenerse nunca. A Nora le emociona la chaquetita negra, la naricilla carnosa, el pelo rojizo, y la raya que divide en dos su cabeza.

En realidad no le ve como es realmente. Intenta imaginar a su propio hijo, el que no ha tenido, que cuenta las burlas y cuitas de la escuela. Cuando acaricia su cabeza, cruza su mente una idea vengativa.

Fred tarda en reaccionar. Inmóvil, en silencio, siente un placer indescriptible, pero no es capaz de apartar la vista de un pompón verde que sobresale de la zapatilla de la señora Shock. De repente, Y de pronto, una inercia embriagadora les impulsa hacia el otro.

Las páginas que siguen al encuentro amoroso son bellísimas. No se puede narrar con más intensidad la felicidad de el pequeño ser que pasea por Londres con bombín y pantalones a rayas. Siente que la ciudad entera ha sido creada para el. Al fin se atreve a encogerse de hombros ante las miradas morbosas que hasta ese día le atormentaban.

Pero la felicidad de Fred se ensombrece cuando encuentra a Shock, el prestidigitador. Fred está poseído por el prodigio de su amor y considera que por honestidad ha de revelar sus amoríos con Nora a su marido. La confidencia es sólo una frase que naufraga en un mar de palabras, porque Shock aparentemente no se da por aludido, aunque por vez primera fracasa en uno de sus juegos de magia.

¿Cómo reaccionará Shock? ¿Y Nora? ¿Logrará Fred lo que pretende?

Os lo contaré en una próxima entrada.

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