sábado, 9 de marzo de 2013

El día que Lovecraft fue negro de Houdini


Prisionero de los faraones
Un día Lovecraft se puso el sombrero de mago y escribió un relato de magia blanca. Concretamente de escapismo, una de las especialidades más emocionantes de la magia teatral y de espectáculo. Se trata de escapar de todo lo que nos oprime o restringe nuestra libertad simbolizado por ligaduras, cadenas, esposas, camisas de fuerza, sacos, mazmorras, jaulas o  ataúdes, cajas fuertes, trampas, peligros, prisiones o edificios en llamas.

La idea fue de Harry Houdini, el hombre que había llevado el escapismo a las más altas cotas de popularidad. Aunque parece ser que el  término lo acuñó Murray, un mago que no alcanzó la celebridad de su contemporáneo Houdini, al que algunos consideran superior al gran maestro.  Porque aunque el arte de escapar es una práctica antiquísima, no constituía un espectáculo en sí. Era un principio reactivo para crear otras ilusiones, como las desapariciones, cambios, metamorfosis y transposiciones.
 



A mediados del siglo XIX, espiritistas fraudulentos emplearon estas técnicas para reforzar efectos que presentaban como fenómenos sobrenaturales. Es el caso de los hermanos Davenport y de la más famosa de sus ilusiones: El gabinete de los espíritus.  Se trataba de un enorme armario donde los dos hermanos eran encerrados, amarrados y totalmente inmovilizados  junto a diferentes instrumentos de música. En cuanto se cerraban las puertas se escuchaba el tañido de los instrumentos. Pero al abrir de nuevo el armario, los hermanos permanecían maniatados, de manera que como los instrumentos no podían tocar solos, el público se inclinaba a creer que los espíritus eran responsables del fantasmal concierto (1).

Gabinete espiritista 
Es curioso constatar que uno de los más grandes magos de todos los tiempos descubrió su vocación por la magia precisamente al desenmascarar a estos dos falsos médiums (2). John Nevil Maskelyne, con ayuda del carpintero y futuro constructor de grandes ilusiones Alfred George Cooke, reprodujo El gabinete de los espíritus. Lo presentó en el Egypcian Hall, un teatro, museo y sala de exposiciones inspirado en la antigua arquitectura egipcia que había popularizado la Campaña de Napoleón al país del Nilo.

Maskelyne realizó el efecto sin aludir a la intervención de fuerzas sobrenaturales. Podemos considerar que fue una de las primeras ocasiones en que se presentó un efecto de escapismo en un escenario, aunque transcurría tras las puertas cerradas del gabinete. Haciendo un chiste fácil  podemos decir que el escapismo no terminaría de salir del armario hasta los tiempos de Houdini.

 

Y Houdini escapó de un frack

 

Espectáculo antiespiritista
 de Maskelyne y Cookes
Desde entonces el Egypcian Hall se asoció a las representaciones de magia y a los espectáculos basados en el espiritismo. Maskelyne y su familia actuaron ininterrumpidamente durante 32 años, hasta que en 1903 la sala fue demolida para construir edificios de viviendas y oficinas y la tribu de los Maskelyne se trasladó al Salón St.Jorge, que actualmente es el Teatro Maskelyne .

La magia de John Nevil Maskelyne tenía carácter eminentemente teatral. Sus referentes eran escénicos. La magia de Houdini responde a un nuevo imaginario, consecuencia de la irrupción del cine. En sus inicios Houdini fue un cartómago cuyo repertorio estaba en línea con el profesor Hofmann (3) y aspiraba en su  presentación a la elegancia de Robert Houdin (4), de quien tomó su nombre.  Pero un día realizó su primer escape. Houdini escapó de su  frack y empezó a actuar dejando a la vista sus bien entrenados y  poderosos músculos. Un cambio fundamental que significó  para la magia lo que movimientos de vanguardia, como el futurismo, representaron para las artes plásticas y la literatura. Houdini concibió y practicó una nueva estética, acorde con la mentalidad moderna y las nuevas realidades, tomando como modelo las proezas de la aviación y del deporte y sus características: el movimiento,  la energía, la rapidez, la velocidad.

Harry Houdini en uniforme
de escapista
Además descartó totalmente cualquier coqueteo con el espiritismo y la intervención de fuerzas sobrenaturales.  Las fuertes emociones que provoca la magia de Houdini encuentran su raíz en el valor, el esfuerzo, el riesgo, la acción y la aventura. Estas cualidades,  que permiten  la supervivencia en las selvas deshumanizadas de las grandes ciudades, convirtieron a Erik Weisz, un emigrante húngaro de origen judío, en Harry Houdini, un ejecutor de hazañas inexplicables tal como se define en el relato que escribiera Lovecraft.

Jacob Clark Henneberger vio en él la tabla de salvación para la revista Weird Tales. Henneberger era el fundador y propietario de este semanario de misterio y terror que competía duramente con los tebeos, la radio y las novelas populares de quiosco. Propuso a Houdini una columna fija. El mago urdió un par de historias que escribieron otros colaboradores de la publicación. Esto es lo que se llama en el argot de la profesión hacer de negro.

Para escribir la tercera historia Houdini escogió a Lovecraft. Por una vez Lovecraft aparentó olvidar que el mundo fue habitado por una raza extraterrestre que regresaría a la tierra y aceptó escribir por encargo la historia que le contó el mago.

De ese modo se cerró el círculo. Todos intentaban escapar de algo. Henneberger de la bancarrota. Lovecraft de sí mismo, refugiándose en el anonimato. Hasta una decena de años después el relato no  apareció con su firma. En cuanto a Harry Houdini…

¿Podremos llegar a saber algún día de qué escapaba realmente Harry Houdini? Las hipótesis son innumerables. Lo difícil es ponerse de acuerdo en una en concreto. ¿Huía de la vieja e inservible cultura a la que pertenecía su padre, el rabino Mayer Samuel Weisz, emigrado desde Hungría a los Estados Unidos?  ¿Huía de su propia condición de emigrante? Algunas interpretaciones psicoanalíticas apuntan en esta dirección (5). ¿Huía de las limitaciones ineludibles de la condición humana? Una interpretación que entronca con los mitos que subyacen tras los efectos esenciales del ilusionismo. ¿O la huida es un fin en sí mismo? ¿Qué otra cosa podemos hacer los seres humanos acosados por limitaciones, guerras, enfermedades y, en definitiva, por la muerte?

 
Como el mercurio.

 
 

Lo cierto es que en la historia que Houdini relató a Lovecraft el protagonista es el propio Harry Houdini. No podía ser de otra manera, porque Houdini no era un actor. Se interpretaba a sí mismo en el papel de mago, poniendo en juego sus propias emociones, sentimientos y deseos, su experiencia, talento y habilidades. Y estos cimientos de verdad sobre el que edificaba sus ilusiones no son ajenos a su éxito.

La historia está relatada en primera persona. Tratándose de Houdini en primerísima. Lo curioso es que Lovecraft escribió con una amplia  libertad. Por su correspondencia con la revista sabemos que solicitó autorización  para tomarse más de una licencia literaria. Pero en la estructura del relato reconocemos la estructura del acto del escapista. Una especie de crimen imperfecto en el que la víctima es el propio mago. Parece imposible que escape. Lo consigue en el último momento, sin dejar huella.



Lovecraft descubrió que un escapista se comporta como el mercurio en la mano. Si la abres, permanece. Si la cierras, escapa. Es decir, que para escapar  hay previamente que estar aprisionado. ¿Cuál era la cárcel de Lovecraft? Como estaba poseído por fantasías aristocráticas, vivía en un desdeñoso vacío en el que parecía imposible que algo o alguien le ataran. Su cárcel era el mismo. Pero en aquel momento se había cruzado en su camino Sonia Haft Greene y tenía el propósito por primera y quizás única vez en su vida de escaparse.


Estación de Providence
Por eso el domingo 2 de Marzo de 1924 Lovecraft se hallaba en la estación Union de Providence, mirando fijamente el gran reloj del vestíbulo. Tenía intención de coger el tren de las 10, 09 con destino a Nueva York donde pensaba contraer matrimonio. Una decisión que todavía no había comunicado a las ancianas tías con las que vivía desde niño. Para él se trataba de una situación aún más insólita que la aventura que le había contado Houdini y que ya había escrito. Sus manos eran un manojo de nervios que estrujaban la cartera de cuero que guardaba el relato que tanto le había costado mecanografiar. Digo bien mecanografiar pues para Lovecraft pasar a máquina un texto manuscrito constituía una auténtica tortura.

 

Encerrado con los faraones

 

Peninsular & Oriental Steam
 Navigation Co Malva
El relato se llamaba provisionalmente Encerrado con los faraones (6) y narraba  un suceso inspirado por un viaje a Egipto catorce años antes. Houdini era escrupuloso con la realidad. Se había empeñado en que incluyera una aclaración que era toda una declaración de principios.  Lo que vi - o creí ver-, sin duda, no tuvo lugar; sin embargo, debe ser contemplado como fruto de mis entonces recientes lecturas sobre egiptología, así como las especulaciones a las que el ambiente, de forma natural, dio pie. Resultaba paradójico que un ilusionista tuviera tanto empeño en no querer engañar al público. Le extrañaba sobremanera  porque él, Lovecraft,  no tenía ningún apego ni respeto hacia lo real. ¿Tal vez se trataba una falsa pista? Un procedimiento que utilizan los magos para evitar que el espectador ponga en duda lo que ve.

Ciertamente el viaje existió. En 1910, Houdini, tras una temporada triunfal en Inglaterra, cruzó  Francia y embarcó en Marsella,  en el vapor de la Peninsular & Oriental Steam Navigation Co. Malwa, rumbo  a Port Said. Desde allí,  atravesó el canal de Suez y se dirigió a Australia donde había contratado una gira.  Fascinado por la aviación, había comprado un biplano Voisin, que tenía el aspecto de un catamarán. Lo transportaba con él, desmontado en la bodega del barco. El biplano le convertiría en el primer hombre que voló en Australia, al elevarse sobre Diggers Rest,  al norte de Melbourne, tras varios intentos fallidos.

Howard Carter
Pero el viaje que narra el relato se inicia verdaderamente en Egipto. Houdini conocía muy bien cómo atraer la atención del público. Dos años antes Howard Carter había despertado al faraón Tutankamón del sueño de la eternidad. Era la primera vez que un arqueólogo lograba la proeza. Hasta entonces, siempre se adelantaron los ladrones de tumbas.

Esta vez Carter (7) pudo respirar el aire retenido cuatro mil años en el interior de la tumba. El mismo que el faraón dejó de respirar cuando murió y fue enterrado en aquel lugar rodeado de su ajuar y de sus tesoros.

El descubrimiento puso de actualidad al Egipto milenario. Sucesos que habían ocurrido hacía miles de años saltaron a las primeras páginas de los periódicos como si se tratara de noticias de actualidad. Reverdeció lo que se acabado denominando egiptomanía, es decir la reutilización de las formas y contenidos de la cultura egipcia por culturas posteriores. Un reciclaje cultural que ya experimentaron griegos y romanos, como se aprecia en las obras de Herodoto, Platón o Diodoro de Sicilia.

En el Antiguo Egipto  la muerte era un paso adelante. Constituía un rito que despejaba el camino  hacia la definitiva Eternidad. Houdini sabía que una de las formas de convocar multitudes es plantear un desafío cuya resolución podía entrañar la muerte. En el relato estaba dispuesto a jugar su baza favorita.

 

El hombre que no sabía nada del amor

 

Casa familiar de Lovecrafh
En cuanto a Lovecraft por primera vez empezaba a reconciliarse con la vida. A sus 34 años, el amor era para él un negociado del que no tenía experiencia directa. Como de otras muchas cosas. Por ejemplo del estado de su padre que permaneció hospitalizado durante cinco años,  en coma, antes de morir como consecuencia de una variante de la sífilis. 

Desde el inicio de la enfermedad paterna, el abuelo se ocupó de su educación. De no haber sido por él seguramente Lovecraft jamás habría sido escritor. Pero Whipple V. Buren Phillips además de un industrial  próspero narraba con tal arte que al niño se le quedaron grabadas como recuerdos vividos muchas historias de gusto gótico, acompañadas indefectiblemente por un escalofrío de terror.

De manera que el niño empezó a vagar desde los dos años por una tierra distinta, escuchando el idioma del mito, de la fábula, del cuento que se convirtieron en su propia lengua. Whipple V. Buren Phillips  no era un escritor, pero tenía olfato  para elegir las lecturas que destinaba a su pupilo. A los cinco años le proporcionó unas maravillosas vacaciones por la imaginación de Oriente, embarcándole en Las Mil y una noches. Lovecraft inventó un personaje con el que se identificaría toda su vida,  Abdul Alhazred, a quien años después atribuiría el legendario Necronomicon.

Lovecrafh niño
El abuelo no tardó en suministrarle las versiones de los mitos grecolatinos del bostoniano  Thomas Bulfinch  y versiones adaptadas de la Iliada y la Odisea. Lovecraft escribió a los siete años  una glosa versificada de este último libro.  Según su primer biógrafo, el escritor de ciencia ficción Lyon Sprague de Camp, se trata del más antiguo de sus escritos conservados, aunque se tienen noticias de que ya entonces había comenzado a escribir relatos.

La información procedía de lecturas voraces, en las que la ficción se reconstruía mentalmente con palabras, estimuladas con las pocas imágenes que ilustraban los libros. Leer constituía un vicio solitario, cultivado durante las largas y frecuentes enfermedades que le alejaron de la escuela.

Desde entonces, su  forma de relacionarse con los demás, lo que los psicólogos llaman  socializarse, fue a través de la escritura. Para él, la literatura fantástica era una conducta expresiva, una  manera de compartir el único mundo en el que se movía: su riquísimo mundo imaginativo. Estas peculiares motivaciones le apartaban de la figura del  escritor profesional  en que estaba a punto de convertirle el encargo de Harry Houdini.

El abuelo le había enseñado a soñar. Lovecraft vivía separado de la realidad, en su morada alquilada a los sueños. Confinado en otra existencia, la del soñador para el que la vida cotidiana resulta dolorosa. En su universo la única ventana al exterior era la que le ofrecía el movimiento del periodismo aficionado. Lovecraft empezó escribiendo artículos de temas astronómicos en un modesto periódico de Providente y en una gaceta rural.

Creía  pertenecer a una clase social a la que en realidad había dejado de pertenecer desde niño, pues tras la muerte de su abuelo la familia tuvo que enfrentar graves dificultades económicas. Vivió angustiosamente la pérdida del hogar y el traslado a uno más modesto. Nunca acabaría sus estudios secundarios debido a una depresión nerviosa. Sprague de Camp, su biógrafo, escribe: Entre 1908 y 1913 Lovecraft fue virtualmente un recluso, haciendo poco aparte de sus estudios astronómicos y su poesía (8).

Este recluso era la persona que permanecía con los ojos fijos en el gran reloj de la estación de Providence,  el domingo 2 de Marzo de 1924, aguardando al tren que le liberaría de su propia prisión y le obligaría a enfrentarse a la vida. Pienso que para  Lovecraft el sentido que tenía escribir aquel relato, que no era su historia, sino la de Houdini, era asimilar el arte de la fuga, la magia de la liberación. No había cárceles para Houdini. Un Prometeo moderno, que abolía las limitaciones y hacía añicos la idea de lo imposible.

Uno de los números famosos de Houdini era una metamorfosis. El escapista era maniatado, introducido en un saco que se depositaba en el interior un baúl, herméticamente cerrado con un cerrojo y amarrado con gruesas cuerdas. Mediante unas ruedas se transportaba al interior de un armario.

 

Permuta de un juego de magia con la vida real

 

Metamorfosis de los Houdini
La mujer de Houdini, situada delante del armario, daba tres palmadas, corría una cortina que, inmediatamente, volvía a abrirse para mostrar a Houdini liberado de sus ataduras. En el interior del baúl se hallaba la mujer, embutida en el saco y maniatada. Esta magia liberadora era la que Lovecraft esperaba de su prometida Sonia Haft Greene,  La había conocido en un congreso de periodismo aficionado, poco después de que su madre sufriera un colapso del que no se rehízo jamás. Desde que entró en contacto con Sonia, Lovecraft se había convertido en una criatura diferente, con la que no se identificaba.

Para Lovecraft Sonia fue como una de esas placas de jade que los orientales utilizan para concentrar sus pensamientos. Por primera vez piensa en una mujer. Pero se da cuenta que nada sabe de ella, que no sabe nada de ninguna mujer. Aunque por primera vez se siente capaz de ir más allá.

A medida que se tratan parecen compenetrarse a su manera. El no disfruta de ella a través de los sentidos a pesar de que es una mujer atractiva. Es ella la que disfruta de él a través de la inteligencia.  Lovecraft la visita en Brooklyn en 1922. Divorciada, vive por su cuenta, totalmente emancipada. Admira en ella las cualidades que echa en falta en sí mismo: la desenvoltura, la vitalidad y la independencia.  También es posible que un escritor como él,  con inexistentes derechos de autor,  sitúe medio ojo en su cuenta corriente. Sonia se gana la vida desahogadamente como gerente de una sombrerería de lujo.

Cuando dos años después deciden casarse, no se atreve a decírselo a las dos tías con las que vive. El encargo del relato por parte de Houdini coincide con este momento único en su vida. Son las 10, 09 y Lovecraft sube al tren con la sensación de que al fin puede escapar de la prisión en la que vive encerrado. Él, que desdeñaba la vida, por primera vez disfruta sintiéndose vivo.  No cree en los héroes, pero Sonia lo es.

El misterio llama al misterio, le había dicho Houdini. Sentado en su compartimento del  tren, Lovecraft  aprieta entre sus manos la cartera de cuero y repasa el relato mentalmente. Cuando retiró el capuchón de la pluma y se enfrentó a la hoja en blanco, sintió que estaba dispuesto a relatar su propia liberación a través de la audacia de Houdini.


Se había documentado sobre Egipto. Empleó muchas horas en visitar minuciosamente las salas egipcias del Metropolitan Museum of Art y devoró los catálogos y libros publicados por el museo. A pesar de ello, Egipto seguía siendo para él un universo indescifrable en el penetraba a través de los sueños. Se formuló una pregunta para iniciar el relato: ¿Cuál es la primera impresión de Egipto que experimenta Houdini?  Curiosamente una profunda decepción. Houdini va en busca de impresiones pintorescas y se topa con un mundo colonizado, reflejo especular de la vida occidental. Hasta que sustituye el Baedeker, la célebre guía alemana de pastas rojas con caracteres dorados, por un cicerone de carne y hueso, un soberbio ejemplar de la raza egipcia, de tez rasurada y voz llamativamente profunda, que se hacía llamar Abdul Reis el Drogmán.

 

La negra cabeza del pasado

 

El dragomán o trujamán, como se denominaban los intérpretes, le da a conocer el viejo Cairo Otomano, donde” la Antigüedad comenzaba a mezclarse con el exotismo (9)”.  A la hora en que la luz empieza a agrietarse, le conduce por la Sharia Mohammed Alí hasta la ciudadela construida por Saladino con piedras arrancadas a los monumentos faraónicos. Más allá de las cúpulas y minaretes, de las copas de los árboles de los jardines iluminados, el Nilo amarillo serpentea entre las arenas del desierto Libio. Y en el “el negro perfil de la pirámide de Gizeh, silueteada contra el sol rojo”.

Ese es el Egipto que interesa verdaderamente a Houdini: el Egipto faraónico. Lovecraft, sin embargo, se interesa por un Egipto que se halla un paso más atrás. El Egipto que nos contempla con los negros ojos del pasado, que habla con la  negra lengua de la muerte, en el que late el negro corazón de la eternidad.

Al día siguiente Houdini visita en grupo las pirámides y se aproxima a la Esfinge, cuya sonrisa le hace estremecer.  Escucha las leyendas “sobre los pasadizos subterráneos abiertos bajo la monstruosa criatura,  hasta profundidades que nadie había osado intuir... profundidades conectadas con misterios más viejos que las dinastías egipcias descubiertas”.

El coronel Stodare y
 el misterio de la Esfinge
Houdini trabajaría diez años en perfeccionar un escape que llamaría El misterio de la Esfinge (10) No era la primera vez que la Esfinge impresionaba a un mago. En 1865 un joven químico llamado Thomas Tobin, al que atraían las ilusiones ópticas,   había creado una ilusión a la que denominó El secreto de la esfinge (11). Causó una sensación excepcional cuando fue presentada por el Coronel Stodare, precisamente en el Egypcian  Hall. 

Tras ejecutar unos juegos de prestidigitación con conejos, relojes y pañuelos, el coronel tomaba entre sus manos una caja cuadrada de unos 25 centímetros. La colocaba sobre un velador de tres patas, cubierto por un repostero de terciopelo con flecos dorados. Seguidamente abría la caja por su parte delantera y dejaba a la vista  una cabeza de tamaño natural, desprovista de tronco, con el cuello cortado rodeado por un collar en forma de aro.  

Tenía unos hermosos rasgos egipcios y, al principio, los ojos cerrados. Cuando los abría, parecía despertar de un sueño de siglos. Se la notaba viva, la sangre coloreaba sus mejillas y en sus labios brotaban las palabras mesuradas y rítmicas de un poema. Luego, con la misma calma, respondía a cuantas preguntas se le formulaban.

El secreto de la esfinge se convirtió en una ilusión clásica que recorrió el mundo y su modelo de piedra evocó en Houdini las leyendas de un mundo subterráneo donde perdura lo que fue y ya no existe. En cierto modo La Esfinge introduce a Houdini en el Egipto de Lovecraft, poblado de dioses siniestros en los que la divinidad se alía con la animalidad en detrimento del hombre. 

Esa misma tarde regresa sólo con Abdul. El trujamán se enzarza en una pelea con el cabecilla de una banda de beduinos.

Houdini interviene y logra una tregua. Los contendientes acuerdan solventar sus diferencias mediante una pelea a puñetazos en lo alto de la Gran Pirámide. Toda la comitiva se dirige a lomos de burros hasta allí.

Escena de pelícuka
protagonizada por Houdini
 El combate tiene lugar bajo la equívoca luz de la luna y Abdul es proclamado vencedor. Aunque Houdini sospecha que ha sido un ardid para llevarle a un lugar apartado. De hecho los contendientes se reconcilian de inmediato y dirigen su atención hacia el mago. Ambos ponen en entredicho su habilidad portentosa para la fuga de cualquier clase de atadura o encierro. 

“Poco a poco comencé a percatarme -  dice Houdini - de que la antigua magia de Egipto no se había esfumado sin dejar rastro, y que fragmentos de una tradición extraña y secreta, y de ciertas prácticas sacerdotales habían subsistido subrepticiamente entre los fellahs, hasta el extremo de que las habilidades de un «hahwi» o mago extranjero eran tomadas a mal y rechazadas”.

Empieza el acto de escapismo cuando cuarenta brazos le inmovilizan, maniatan y amordazan. Y se produce el desafío: Abdul se mofa de sus poderes de escapista y le advierte que va a ponerle a prueba.  Poco después le dejan caer en el interior de un pozo angosto, cuyas paredes de roca desgarran sus ropas y su piel. Al llegar al fondo, percibe un hedor insoportable y se desmaya. Sueña que se apodera de él una zarpa formidable: “un mano amarilla, peluda, de cuatro uñas”.

Esa imagen terrorífica alude a Egipto tal como lo imaginaba Lovecraft: un lugar anterior a la presencia del ser humano,  que sobrevivirá cuando el hombre haya desaparecido. “Vi fantasmales procesiones de sacerdotes con cabezas de toros, halcones, gatos e íbices; fantasmales procesiones marchando sin fin a través de laberintos subterráneos y avenidas de titánicos propileos junto a los cuales el hombre es como una mosca, ofreciendo indescriptibles sacrificios a dioses inconcebibles. Colosos de piedra desfilaban en la noche sin fin y guiaban a rebaños de risueñas esfinges a lo largo de orillas de infinitos ríos de pez estancada. Y tras todo ello vi la nefanda malignidad de la necromancia primigenia, negra y amorfa y manoseando codiciosamente a mi espalda en la oscuridad, tratando de ahogar al espíritu que había osado burlarse de ella emulándola. En mi adormecido cerebro tomó forma un melodrama de siniestro odio y persecución, y vi el alma negra de Egipto eligiéndome y reclamándome con inaudibles susurros, llamándome y tentándome, atrayéndome con el encanto y el resplandor de la faz sarracena, pero al tiempo empujándome constantemente hacia abajo, hacia las catacumbas de enloquecedora antigüedad y los horrores de su corazón faraónico, muerto y abismal”.

Lovecraft enfrenta a Houdini con un mundo sin historia, que agazapado en un tiempo circular y reincidente amenaza con regresar.  Las imágenes de pesadilla recorren como gusanos su cerebro. Al fin se funden y, en la amalgama, modelan el rostro de Abdul. En los labios del trujamán se despliega la despectiva sonrisa de la Esfinge. Viste con las ropas de un faraón.

 

Escapar del tiempo circular

 

Poco después, Houdini despierta ensangrentado en una  cámara subterránea que le suscita múltiples conjeturas. ¿La capilla de entrada del templo de la Esfinge? ¿Un pasillo que no conduce a parte alguna?  ¿Un laberinto?  En todo caso se trata de un desafío similar a otros a los que se ha enfrentado en el pasado. Logró escapar de una caja de madera arrojada a un  río, de un tanque rellenado de agua, de una lechera repleta de leche, de un barril de cerveza, de una cárcel. Logró librarse de una camisa de fuerza, manteniendo el equilibrio en el alféizar de una ventana. Retó a los agentes de Scotland Yard a que encontraran unas esposas que no pudiera abrir. 

Lo primero es librarse de sus ligaduras y de la mordaza. Lo hace con cuidado para que sus captores no adviertan movimiento alguno en la cuerda que le une al exterior. Pero los beduinos se dan cuenta y se desprenden de la gruesa soga, tan larga, que cae y cae, causando una avalancha de cáñamo, a punto de sepultarle.

De nuevo pierde la conciencia y le asaltan visiones que vienen de muy lejos,  más estremecedoras aún. Visiones que evocan la construcción de los sepulcros egipcios, cuyos arquitectos y albañiles eran asesinados al concluir las obras para preservar el secreto de su ubicación.


Sus ideas y creencias perduraban muchos siglos después de que hubieran abandonado sus cráneos vacíos.  Lo único en lo pensaban era en la muerte y en los muertos. Concebían una resurrección literal del cuerpo, lo que les llevaba a momificarlo con extremo cuidado, preservando todos los órganos vitales en jarras junto al cadáver; además de que creían que, aparte del cuerpo, existían otros dos elementos: el alma, que tras ser pesada y aprobada por Osiris moraba en elParaíso y el oscuro y portentoso ka, o principio vital, que vagaba en una forma terrible por los mundos superiores e inferiores, pidiendo acceso ocasional al cuerpo conservado, consumiendo las ofrendas de alimentos dispuestas por los sacerdotes y los allegados más píos en la capilla mortuoria y, a veces -según se  murmuraba- ocupando su cuerpo, o el doble en madera que se enterraba siempre
al lado, para vagar de forma terrible en unos periplos peculiarmente repelentes.

Lovecraft siempre había vivido en Providence, un lugar pacífico y sin relieve. Desde que apiló un bloque de hojas de papel sobre su escritorio y empezó a escribir aquel relato situado en Egipto, tuvo la certeza de escribir también sobre Providence, porque cada vez que levantaba la piel de la condición humana a su alrededor, tenía la sensación de adentrarse en un mundo subterráneo, sombrío y pavoroso. Ahora que se iba a casar un pensamiento le angustiaba especialmente. A sus cuarenta años casi no había oído hablar del sexo. Sonia era una mujer bella, inteligente y experimentada. Y temible. Lovecraft no podía dejar de pensar que el erotismo pertenecía al orden inferior de los instintos. Consideraba que era un impulso más animal que humano.

¿Las momias de los antiguos dioses fruto del ensamblaje de troncos y miembros humanos con cabezas de animales, encarnaban su visión del sexo y del erotismo? ¿Fuerzas anterior a la existencia de la humanidad  que retornan a nuestro cuerpo  para reproducir la especie?   En su interior el amor sostenía una lucha contra la repugnancia que le provocaba el contacto físico y la indiferencia ante las pasiones. El hecho de casarse se le presentaba como la liberación de la tela de araña en que vivía atrapado, tejida por su madre y mantenida por sus tías. La madre se negó siempre a tocarle y cuando se refería a su hijo utilizaba expresiones de asco.

Momias sin alma


 

Cerradura de una tumba
En cualquier caso sus terrores están ahí. Houdini crepita en las pesadillas de Lovecraft como un condenado a la hoguera. Experimenta sus fantasías y angustias y despierta en el fondo de un pozo. Se diría que Lovecraft le está poniendo a prueba. El pavor y el espanto provienen de las obsesiones del escritor, pero el ánimus para liberarse es incumbencia del mago.  A pesar de encontrarse herido, en lugar de abandonarse la desesperación, Houdini garantiza que se hallaba “armado de coraje y acción ya que ahora sentía que las fuerzas malignas eran seres físicos a los que un hombre intrépido podía hacer frente”.

Una de las razones de la atracción que experimentaban los espectadores por el arte de  Houdini se basaba en su capacidad para convertir la zozobra,  los escrúpulos y los temores, incluida la muerte,  en concretas amenazas físicas, susceptibles de ser solventadas  mediante la inteligencia humana y la capacidad de resistencia.

La colaboración del rey del escape y el escriba de la inquietud  concluye en un final prodigioso. Houdini logra liberarse de las cuerdas utilizando las mismas técnicas que le hicieron famoso en los escenarios. Se pregunta dónde  demonios se encuentra. Sospecha que en las entrañas subterráneas de la Esfinge. Intenta encontrar una salida, pero resbala en la oscuridad y cae adentrándose en las profundidades de un nuevo abismo. Se trata de una sima, bajo la gigantesca estatua, de la que brotan los cánticos entre el ruido de pisadas que se acercan de una procesión ceremonial. “Momias sin almas... el lugar de encuentro de los kas errantes... las hordas de cadáveres faraónicos, malditos por el diablo y muertos hace más de cuarenta siglos...”

Oculto tras una columna ciclópea, escucha un millón de pasos que se  aproximan desde el que los tentáculos de una bestia de cinco cabezas se apoderan de sus ofrendas. De repente, se da cuenta de que se trata de la pata de un monstruo mucho mayor. Por un momento piensa que le asalta  otro sueño. Pero el horror no se desvanece. Hipopótamos con manos humanos, hombres con cabezas de cocodrilo,  en “un ululante goteo de cadáveres o resonar de muertos”  acuden adorar a un dios en cuyos rasgos reconoce a su guía Abdul. A su lado la reina Nitokris, famosa antaño por su belleza, tiene ella mitad del rostro comido por las ratas.  

El pulso entre las imaginaciones de Lovecraft y el deseo de escapar de Houdini es cada vez más angustioso.  El mago encuentra un resquicio para escapar confiando en su suerte, en su habilidad y su cualificación. .



Anubis
“No podía conjeturar nada – confiesa - , pero decidí ascender en busca de la vida y la consciencia con todas mis fuerzas”. Asciende por una interminable escalera de pórfido, torturado por el temor de ser descubierto y el dolor que le infligen sus heridas. Toma la resolución de no volver la vista atrás, pero cuando llega a lo más alto,  escucha de nuevo un clamor de voces monstruosas. Aclaman “algo que ha salido de la nauseabunda abertura. Algo pesado, amarillento,  peludo. Tan grande como un hipopótamo de buen tamaño. Sin cuello, con cinco cabezas brotan de su tronco cilíndrico. De esas cabezas salían a gran velocidad curiosos tentáculos rígidos que aferraban ansiosamente las desmesuradamente grandes cantidades de indescriptible alimento dispuestas ante la abertura. A veces el ser saltaba y ocasionalmente retrocedía hacia su cubil de una forma muy extraña. Su medio de locomoción era tan inexplicable que observé fascinado, deseando que saliera algo más del cavernoso seno de abajo. Entonces salió...”.

Su aparición provoca el único escape sin control de un Houdini despavorido. Descubrimos que el cuento relata, en realidad, el combate entre la razón y los fantasmas de la mente, la actitud liberadora de Houdini y las ancestrales  creencias que siguen desgarrando nuestros pensamientos.

 “Salió, y su visión me hizo dar la vuelta y huir a través de la oscuridad, hacia la escalera de subida que arrancaba muy cerca; huir enloquecido por increíbles peldaños y escaleras y rampas, sin que ni la vista humana ni la lógica me guiaran a través de ellos. Maldita sea la visión, sueño o no, que me reveló el horror supremo. El Desconocido Dios de los Muertos que se relame los labios colosales en el abismo insospechado, alimentándose de los espantosos bocados de absurdos sin alma que no debieran existir”.

Un final como este convierte la historia de escapismo que le narró Houdini en un genuino cuento de Lovecraft. Houdini se libera, pero no del horror. Escapa de un lugar físico para descubrir el abismo que habita en su sueño, en la historia que había inventado. 

Entre tanto Lovecraft había llegado al final del viaje. La lucha que sostenía Houdini en el relato por escapar se identificaba con sus más recientes deseos; el horror que amenazaba a Houdini con sus temores;  los extraños seres del mundo subterráneo con las obsesiones que le perseguían y aquel universo final de cadáveres con su incapacidad para la vida cotidiana, regida por fuerzas que le excedían y a las que se sentía incapaz de controlar. Tal vez había relatado el descenso a sus infiernos, pero en aquel momento, en contra de sus costumbres,  era un hombre dispuesto a intentar ser feliz.

Aunque no tardó en descubrir que se había dejado el original mecanografiado del relato en la Estación Union de Proidence (12).

 

Notas


1/ Las demostraciones de William e Ira Davenport  suscitaron durante casi veinte años apasionadas discusiones entre un público dividido entre los que creían que se trataba de manifestaciones sobrenaturales y los escépticos que sostenían que se trataba de una superchería. Maskelyne y Cooke se presentaban en El Egypcian Hall como Ilusionistas reales y antiespitualistas que, durante años han reproducido todos los trucos de los Espíritistas prestidigitadores y  prosiguen su denuncia, presentando los últimos desarrollos fenoménicos considerablemente mejorados. La repetición del efecto por parte de Maskelyne puso en evidencia que se trataba de una magnífica ilusión, concebida no para divertir sino para engañar. En un libro del Vizconde de Torres-Solanot se pueden apreciar la sólida ingenuidad de los argumentos de un ferviente creyente en el carácter sobrenatural de las experiencias. TORRES-SOLANOT, Antonio (1875): Controversia espiritista a propósito de los hermanos Davenport : defensa del espiritismo con noticias y testimonios que demuestran la realidad de los fenómenos espiritistas  [s.n.]. http://bibliotecadigitalhispanica.bne.es:80/webclient/DeliveryManager?pid=3965597&custom_att_2=simple_viewer

El sacerdote católico y prestidigitador  Carlos María de Heredia realiza un  excelente análisis del fraude en HEREDIA, Carlos María (1946): Los fraudes espiritistas y los fenómenos metapsíquicos,  Buenos Aires: Difusión.

2/ MASKELYNE, John Nevil (1875) :  Modern spiritualism ,  Londres, Camden y MASKELYNE, John Nevil y DEVANT, David (2012) :  Nuestra magia: el arte en la magia, la teoría de la magia, la práctica de la magia / ; traducción española de María Lleo Castells , Famulus, Madrid.

3/ Modern Magic  (1876) del profesor Hoffmann, pseudónimo del abogado y mago aficionado Angelo Lewis, constituye un compendio completísimo de la magia practicada hasta el momento de su publicación. Constituyó una de las bases sólidas para la evolución posterior de la magia.

4/ Robert-Houdin, Jean-Eugène (1805-1871) proporcionó una formulación artística decisiva a los cambios originados en la magia de espectáculo, culminando su proceso de desacralización.  Es autor de numerosas obras, entre ellas : ROBERT-HOUDIN, Jean-Eugène (1868): Le secrets de la prestidigitation. Edición española: Los secretos de la prestidigitación y de la magia : cómo se hace uno brujo; traducido por Ricardo Palanca y Lita; Valencia : Librerías "París-Valencia", D.L. 1996 [Reproduce la edición: Valencia : Imprenta de Juan Guix, 1875]. También escribió una deliciosa autobiografía. Confidences d'un prestidigitateur, une vie d'artiste, 2 vol., 1858. Edición española : Confidencias de un prestidigitador; con un interesante prólogo de  Juan Tamariz, Madrid Frakson, 1990.  Y una edición facsímil,   Valladolid : Maxtor, D.L. 2011, que reproduce como la anterior la  traducción de Avelino Martínez  de la edición de: Valencia : Pascual Aguilar, 1894]

5/ PHILLIPS, Adam (2003):   La caja de Houdini : sobre el arte de la fuga, Barcelona, Anagrama. Ha aplicado el psicoanálisis a la literatura y, en este caso, al escapismo. No considera que el psicoanálisis es una ciencia, sino una serie de relatos que nutren nuestro deseo de desear.

6/ El relato se publicó con el título de Bajo las pirámides. Forma parte de la recopilación  El clérigo malvado y otros relatos, Alianza editorial, El libro de Bolsillo, nº 963. Se encuentran también, en Internet:

7/ Intenté reconstruir ese momento excepcional en el artículo El instante y la eternidad, recopilado en MAYRATA; Ramón: El ojo de la arbitrariedad, 2ª edición, Madrid, 1992

8/ Lion Sprague De Camp, (1907-2000), ingeniero aeronáutico y escritor de ciencia ficción, co-autor de las historias de Conan el Bárbaro, escribió una biografía de H.P. Lovecraft publicada por Nostromo/Alfaguara en 1978, traducida por Francisco Torres Oliver. Ha sido reimpresa por Valdemar en reed. por Valdemar en 1992 y 2002]. Sprague de Camp

9/ Las citas entrecomilladas sin otra indicación pertenecen al relato de Lovecraft.

10/ KALUSH, William  y SLOMAN, Larry (2006) The Secret Life of Houdini: The Making of America's First Superhero,  pág 501.

11/ CURRY, Paul, GARDNER Martin, GRANDA Julio (2003) : Magician's Magic, Courier Dover Publications, pág 103.
 
12/ Su matrimonio fue un fracaso. Lo cuenta con detalle  HOUELLEBECQ, Michel (1958-): H.P. Lovecraft: contra el mundo, contra la vida,  2006,

3 comentarios:

  1. ¡Maravilloso! Se le echaba de menos.

    Carlos Laso

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  2. ¡Gracias, Ramón!, me ha encantado (aunque termino confundiendo al blanco y al negro, es decir, a Houdini y a Lovecraft). Caruso.

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  3. Ramón, lo acabo de leer. Me lo he pasado muy bien. Eres el potente narrador que has sido siempre, el de "El imperio desierto". Genio y figura. Gracias por escribir. Un abrazo.
    Luis Martínez de Mingo.

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