Prisionero de los faraones |
La idea fue de Harry Houdini, el hombre que había
llevado el escapismo a las más altas cotas de popularidad. Aunque parece ser
que el término lo acuñó Murray, un mago que
no alcanzó la celebridad de su contemporáneo Houdini, al que algunos consideran
superior al gran maestro. Porque aunque
el arte de escapar es una práctica antiquísima, no constituía un espectáculo en
sí. Era un principio reactivo para crear otras ilusiones, como las
desapariciones, cambios, metamorfosis y transposiciones.
A mediados del siglo XIX, espiritistas fraudulentos
emplearon estas técnicas para reforzar efectos que presentaban como fenómenos sobrenaturales.
Es el caso de los hermanos Davenport y de la más famosa de sus ilusiones: El gabinete de los espíritus. Se trataba de un enorme armario donde los dos
hermanos eran encerrados, amarrados y totalmente inmovilizados junto a diferentes instrumentos de música. En
cuanto se cerraban las puertas se escuchaba el tañido de los instrumentos. Pero
al abrir de nuevo el armario, los hermanos permanecían maniatados, de manera
que como los instrumentos no podían tocar solos, el público se inclinaba a
creer que los espíritus eran responsables del fantasmal concierto (1).
Gabinete espiritista |
Maskelyne realizó el efecto sin aludir a la
intervención de fuerzas sobrenaturales. Podemos considerar que fue una de las
primeras ocasiones en que se presentó un efecto de escapismo en un escenario,
aunque transcurría tras las puertas cerradas del gabinete. Haciendo un chiste
fácil podemos decir que el escapismo no terminaría
de salir del armario hasta los tiempos de Houdini.
Y Houdini
escapó de un frack
Espectáculo antiespiritista de Maskelyne y Cookes |
La magia de John Nevil Maskelyne tenía carácter
eminentemente teatral. Sus referentes eran escénicos. La magia de Houdini responde
a un nuevo imaginario, consecuencia de la irrupción del cine. En sus inicios Houdini
fue un cartómago cuyo repertorio estaba en línea con el profesor Hofmann (3) y aspiraba
en su presentación a la elegancia de
Robert Houdin (4), de quien tomó su nombre.
Pero un día realizó su primer escape. Houdini escapó de su frack y empezó a actuar dejando a la vista sus
bien entrenados y poderosos músculos. Un
cambio fundamental que significó para la
magia lo que movimientos de vanguardia, como el futurismo, representaron para
las artes plásticas y la literatura. Houdini concibió y practicó una nueva
estética, acorde con la mentalidad moderna y las nuevas realidades, tomando
como modelo las proezas de la aviación y del deporte y sus características: el
movimiento, la energía, la rapidez, la
velocidad.
Harry Houdini en uniforme de escapista |
Jacob Clark Henneberger vio en él la tabla de
salvación para la revista Weird Tales. Henneberger
era el fundador y propietario de este semanario de misterio y terror que
competía duramente con los tebeos, la radio y las novelas populares de quiosco.
Propuso a Houdini una columna fija. El mago urdió un par de historias que
escribieron otros colaboradores de la publicación. Esto es lo que se llama en
el argot de la profesión hacer de negro.
Para escribir la tercera historia Houdini escogió a
Lovecraft. Por una vez Lovecraft aparentó olvidar que el mundo fue habitado por
una raza extraterrestre que regresaría a la tierra y aceptó escribir por
encargo la historia que le contó el mago.
De ese modo se cerró el círculo. Todos intentaban
escapar de algo. Henneberger de la bancarrota. Lovecraft de sí mismo,
refugiándose en el anonimato. Hasta una decena de años después el relato
no apareció con su firma. En cuanto a Harry
Houdini…
¿Podremos llegar a saber algún día de qué escapaba
realmente Harry Houdini? Las hipótesis son innumerables. Lo difícil es ponerse
de acuerdo en una en concreto. ¿Huía de la vieja e inservible cultura a la que
pertenecía su padre, el rabino Mayer Samuel Weisz, emigrado desde Hungría a los
Estados Unidos? ¿Huía de su propia condición
de emigrante? Algunas interpretaciones psicoanalíticas apuntan en esta
dirección (5). ¿Huía de las limitaciones ineludibles de la condición humana?
Una interpretación que entronca con los mitos que subyacen tras los efectos
esenciales del ilusionismo. ¿O la huida es un fin en sí mismo? ¿Qué otra cosa
podemos hacer los seres humanos acosados por limitaciones, guerras,
enfermedades y, en definitiva, por la muerte?
Como
el mercurio.
Lo cierto es que en la historia que Houdini relató a Lovecraft el protagonista es el propio Harry Houdini. No podía ser de otra manera, porque Houdini no era un actor. Se interpretaba a sí mismo en el papel de mago, poniendo en juego sus propias emociones, sentimientos y deseos, su experiencia, talento y habilidades. Y estos cimientos de verdad sobre el que edificaba sus ilusiones no son ajenos a su éxito.
La historia está relatada en primera persona.
Tratándose de Houdini en primerísima. Lo curioso es que Lovecraft escribió con
una amplia libertad. Por su
correspondencia con la revista sabemos que solicitó autorización para tomarse más de una licencia literaria.
Pero en la estructura del relato reconocemos la estructura del acto del
escapista. Una especie de crimen imperfecto en el que la víctima es el propio
mago. Parece imposible que escape. Lo consigue en el último momento, sin dejar
huella.
Lovecraft descubrió que un escapista se comporta como
el mercurio en la mano. Si la abres, permanece. Si la cierras, escapa. Es
decir, que para escapar hay previamente
que estar aprisionado. ¿Cuál era la cárcel de Lovecraft? Como estaba poseído
por fantasías aristocráticas, vivía en un desdeñoso vacío en el que parecía
imposible que algo o alguien le ataran. Su cárcel era el mismo. Pero en aquel momento
se había cruzado en su camino Sonia Haft Greene y tenía el propósito por
primera y quizás única vez en su vida de escaparse.
Por eso el domingo 2 de Marzo de 1924 Lovecraft se
hallaba en la estación Union de Providence, mirando fijamente el gran reloj del
vestíbulo. Tenía intención de coger el tren de las 10, 09 con destino a Nueva
York donde pensaba contraer matrimonio. Una decisión que todavía no había
comunicado a las ancianas tías con las que vivía desde niño. Para él se trataba
de una situación aún más insólita que la aventura que le había contado Houdini
y que ya había escrito. Sus manos eran un manojo de nervios que estrujaban la
cartera de cuero que guardaba el relato que tanto le había costado
mecanografiar. Digo bien mecanografiar pues para Lovecraft pasar a máquina un
texto manuscrito constituía una auténtica tortura.
Estación de Providence |
Encerrado
con los faraones
Peninsular & Oriental Steam Navigation Co Malva |
Ciertamente el viaje existió. En 1910, Houdini,
tras una temporada triunfal en Inglaterra, cruzó Francia y embarcó en Marsella, en el vapor de la Peninsular & Oriental
Steam Navigation Co. Malwa, rumbo a Port
Said. Desde allí, atravesó el canal de
Suez y se dirigió a Australia donde había contratado una gira. Fascinado por la aviación, había comprado un
biplano Voisin, que tenía el aspecto de un catamarán. Lo transportaba con él, desmontado
en la bodega del barco. El biplano le convertiría en el primer hombre que voló
en Australia, al elevarse sobre Diggers Rest,
al norte de Melbourne, tras varios intentos fallidos.
Howard Carter |
Esta vez Carter (7) pudo respirar el aire retenido
cuatro mil años en el interior de la tumba. El mismo que el faraón dejó de
respirar cuando murió y fue enterrado en aquel lugar rodeado de su ajuar y de
sus tesoros.
El descubrimiento puso de actualidad al Egipto milenario.
Sucesos que habían ocurrido hacía miles de años saltaron a las primeras páginas
de los periódicos como si se tratara de noticias de actualidad. Reverdeció lo
que se acabado denominando egiptomanía, es decir la reutilización de las formas
y contenidos de la cultura egipcia por culturas posteriores. Un reciclaje
cultural que ya experimentaron griegos y romanos, como se aprecia en las obras
de Herodoto, Platón o Diodoro de Sicilia.
En el Antiguo Egipto la muerte era un paso adelante. Constituía un
rito que despejaba el camino hacia la
definitiva Eternidad. Houdini sabía que una de las formas de convocar
multitudes es plantear un desafío cuya resolución podía entrañar la muerte. En
el relato estaba dispuesto a jugar su baza favorita.
El
hombre que no sabía nada del amor
Casa familiar de Lovecrafh |
Desde el inicio de la enfermedad paterna, el
abuelo se ocupó de su educación. De no haber sido por él seguramente Lovecraft
jamás habría sido escritor. Pero Whipple V. Buren Phillips además de un
industrial próspero narraba con tal arte
que al niño se le quedaron grabadas como recuerdos vividos muchas historias de
gusto gótico, acompañadas indefectiblemente por un escalofrío de terror.
De manera que el niño empezó a vagar desde los dos
años por una tierra distinta, escuchando el idioma del mito, de la fábula, del
cuento que se convirtieron en su propia lengua. Whipple V. Buren Phillips no era un escritor, pero tenía olfato para elegir las lecturas que destinaba a su
pupilo. A los cinco años le proporcionó unas maravillosas vacaciones por la
imaginación de Oriente, embarcándole en Las
Mil y una noches. Lovecraft inventó un personaje con el que se
identificaría toda su vida, Abdul
Alhazred, a quien años después atribuiría el legendario Necronomicon.
Lovecrafh niño |
La información procedía de lecturas voraces, en
las que la ficción se reconstruía mentalmente con palabras, estimuladas con las
pocas imágenes que ilustraban los libros. Leer constituía un vicio solitario,
cultivado durante las largas y frecuentes enfermedades que le alejaron de la
escuela.
Desde entonces, su
forma de relacionarse con los demás, lo que los psicólogos llaman socializarse, fue a través de la escritura.
Para él, la literatura fantástica era una conducta expresiva, una manera de compartir el único mundo en el que
se movía: su riquísimo mundo imaginativo. Estas peculiares motivaciones le
apartaban de la figura del escritor
profesional en que estaba a punto de
convertirle el encargo de Harry Houdini.
El abuelo le había enseñado a soñar. Lovecraft
vivía separado de la realidad, en su morada alquilada a los sueños. Confinado
en otra existencia, la del soñador para el que la vida cotidiana resulta
dolorosa. En su universo la única ventana al exterior era la que le ofrecía el movimiento del periodismo aficionado.
Lovecraft empezó escribiendo artículos de temas astronómicos en un modesto
periódico de Providente y en una gaceta rural.
Creía pertenecer a una clase social a la que en
realidad había dejado de pertenecer desde niño, pues tras la muerte de su
abuelo la familia tuvo que enfrentar graves dificultades económicas. Vivió
angustiosamente la pérdida del hogar y el traslado a uno más modesto. Nunca
acabaría sus estudios secundarios debido a una depresión nerviosa. Sprague de
Camp, su biógrafo, escribe: Entre 1908 y
1913 Lovecraft fue virtualmente un recluso, haciendo poco aparte de sus
estudios astronómicos y su poesía (8).
Este recluso era la persona que permanecía con los
ojos fijos en el gran reloj de la estación de Providence, el domingo 2 de Marzo de 1924, aguardando al
tren que le liberaría de su propia prisión y le obligaría a enfrentarse a la
vida. Pienso que para Lovecraft el
sentido que tenía escribir aquel relato, que no era su historia, sino la de
Houdini, era asimilar el arte de la fuga, la magia de la liberación. No había
cárceles para Houdini. Un Prometeo moderno, que abolía las limitaciones y hacía
añicos la idea de lo imposible.
Uno de los números famosos de Houdini era una
metamorfosis. El escapista era maniatado, introducido en un saco que se
depositaba en el interior un baúl, herméticamente cerrado con un cerrojo y amarrado
con gruesas cuerdas. Mediante unas ruedas se transportaba al interior de un
armario.
Permuta
de un juego de magia con la vida real
Metamorfosis de los Houdini |
Para Lovecraft Sonia fue como una de esas placas
de jade que los orientales utilizan para concentrar sus pensamientos. Por
primera vez piensa en una mujer. Pero se da cuenta que nada sabe de ella, que
no sabe nada de ninguna mujer. Aunque por primera vez se siente capaz de ir más
allá.
A medida que se tratan parecen compenetrarse a su
manera. El no disfruta de ella a través de los sentidos a pesar de que es una
mujer atractiva. Es ella la que disfruta de él a través de la
inteligencia. Lovecraft la visita en Brooklyn
en 1922. Divorciada, vive por su cuenta, totalmente emancipada. Admira en ella
las cualidades que echa en falta en sí mismo: la desenvoltura, la vitalidad y
la independencia. También es posible que
un escritor como él, con inexistentes
derechos de autor, sitúe medio ojo en su
cuenta corriente. Sonia se gana la vida desahogadamente como gerente de una
sombrerería de lujo.
Cuando dos años después deciden casarse, no se
atreve a decírselo a las dos tías con las que vive. El encargo del relato por
parte de Houdini coincide con este momento único en su vida. Son las 10, 09 y
Lovecraft sube al tren con la sensación de que al fin puede escapar de la
prisión en la que vive encerrado. Él, que desdeñaba la vida, por primera vez
disfruta sintiéndose vivo. No cree en
los héroes, pero Sonia lo es.
El misterio llama al misterio, le había dicho
Houdini. Sentado en su compartimento del tren, Lovecraft aprieta entre sus manos la cartera de cuero y
repasa el relato mentalmente. Cuando retiró el capuchón de la pluma y se
enfrentó a la hoja en blanco, sintió que estaba dispuesto a relatar su propia
liberación a través de la audacia de Houdini.
La
negra cabeza del pasado
El dragomán o trujamán, como se denominaban los
intérpretes, le da a conocer el viejo Cairo Otomano, donde” la Antigüedad comenzaba a mezclarse con el
exotismo (9)”. A la hora en que la
luz empieza a agrietarse, le conduce por la Sharia Mohammed Alí hasta la
ciudadela construida por Saladino con piedras arrancadas a los monumentos
faraónicos. Más allá de las cúpulas y minaretes, de las copas de los árboles de
los jardines iluminados, el Nilo amarillo serpentea entre las arenas del
desierto Libio. Y en el “el negro perfil
de la pirámide de Gizeh, silueteada contra el sol rojo”.
Ese es el Egipto que interesa verdaderamente a
Houdini: el Egipto faraónico. Lovecraft, sin embargo, se interesa por un Egipto
que se halla un paso más atrás. El Egipto que nos contempla con los negros ojos
del pasado, que habla con la negra
lengua de la muerte, en el que late el negro corazón de la eternidad.
Al día siguiente Houdini visita en grupo las
pirámides y se aproxima a la Esfinge, cuya sonrisa le hace estremecer. Escucha las leyendas “sobre los pasadizos subterráneos abiertos bajo la monstruosa
criatura, hasta profundidades que nadie
había osado intuir... profundidades conectadas con misterios más viejos que las
dinastías egipcias descubiertas”.
El coronel Stodare y el misterio de la Esfinge |
Tras ejecutar unos
juegos de prestidigitación con conejos, relojes y pañuelos, el coronel tomaba
entre sus manos una caja cuadrada de unos 25 centímetros. La colocaba sobre un
velador de tres patas, cubierto por un repostero de terciopelo con flecos
dorados. Seguidamente abría la caja por su parte delantera y dejaba a la vista una cabeza de tamaño natural, desprovista de tronco,
con el cuello cortado rodeado por un collar en forma de aro.
Tenía unos hermosos
rasgos egipcios y, al principio, los ojos cerrados. Cuando los abría, parecía
despertar de un sueño de siglos. Se la notaba viva, la sangre coloreaba sus
mejillas y en sus labios brotaban las palabras mesuradas y rítmicas de un
poema. Luego, con la misma calma, respondía a cuantas preguntas se le formulaban.
El secreto
de la esfinge se convirtió en una ilusión clásica que recorrió el mundo y
su modelo de piedra evocó en Houdini las leyendas de un mundo subterráneo donde
perdura lo que fue y ya no existe. En cierto modo La Esfinge introduce a
Houdini en el Egipto de Lovecraft, poblado de dioses siniestros en los que la
divinidad se alía con la animalidad en detrimento del hombre.
Esa misma tarde regresa sólo con Abdul. El
trujamán se enzarza en una pelea con el cabecilla de una banda de beduinos.
Houdini interviene y logra una tregua. Los
contendientes acuerdan solventar sus diferencias mediante una pelea a puñetazos
en lo alto de la Gran Pirámide. Toda la comitiva se dirige a lomos de burros
hasta allí.
Escena de pelícuka protagonizada por Houdini |
“Poco a poco
comencé a percatarme - dice Houdini - de que la antigua magia de Egipto no se
había esfumado sin dejar rastro, y que fragmentos de una tradición extraña y
secreta, y de ciertas prácticas sacerdotales habían subsistido subrepticiamente
entre los fellahs, hasta el extremo de que las habilidades de un «hahwi» o mago
extranjero eran tomadas a mal y rechazadas”.
Empieza el acto de escapismo cuando cuarenta
brazos le inmovilizan, maniatan y amordazan. Y se produce el desafío: Abdul se
mofa de sus poderes de escapista y le advierte que va a ponerle a prueba. Poco después le dejan caer en el interior de un
pozo angosto, cuyas paredes de roca desgarran sus ropas y su piel. Al
llegar al fondo, percibe un hedor insoportable y se desmaya. Sueña que se
apodera de él una zarpa formidable: “un
mano amarilla, peluda, de cuatro uñas”.
Esa imagen terrorífica alude a Egipto tal como lo
imaginaba Lovecraft: un lugar anterior a la presencia del ser humano, que sobrevivirá cuando el hombre haya
desaparecido. “Vi fantasmales procesiones
de sacerdotes con cabezas de toros, halcones, gatos e íbices; fantasmales
procesiones marchando sin fin a través de laberintos subterráneos y avenidas de
titánicos propileos junto a los cuales el hombre es como una mosca, ofreciendo
indescriptibles sacrificios a dioses inconcebibles. Colosos de piedra
desfilaban en la noche sin fin y guiaban a rebaños de risueñas esfinges a lo
largo de orillas de infinitos ríos de pez estancada. Y tras todo ello vi la
nefanda malignidad de la necromancia primigenia, negra y amorfa y manoseando
codiciosamente a mi espalda en la oscuridad, tratando de ahogar al espíritu que
había osado burlarse de ella emulándola. En mi adormecido cerebro tomó forma un
melodrama de siniestro odio y persecución, y vi el alma negra de Egipto
eligiéndome y reclamándome con inaudibles susurros, llamándome y tentándome,
atrayéndome con el encanto y el resplandor de la faz sarracena, pero al tiempo
empujándome constantemente hacia abajo, hacia las catacumbas de enloquecedora
antigüedad y los horrores de su corazón faraónico, muerto y abismal”.
Lovecraft enfrenta a Houdini con un mundo sin
historia, que agazapado en un tiempo circular y reincidente amenaza con
regresar. Las imágenes de pesadilla recorren
como gusanos su cerebro. Al fin se funden y, en la amalgama, modelan el rostro
de Abdul. En los labios del trujamán se despliega la despectiva sonrisa de la Esfinge.
Viste con las ropas de un faraón.
Escapar
del tiempo circular
Poco después, Houdini
despierta ensangrentado en una cámara
subterránea que le suscita múltiples conjeturas. ¿La capilla de entrada del
templo de la Esfinge? ¿Un pasillo que no conduce a parte alguna? ¿Un laberinto? En todo caso se trata de un desafío similar a
otros a los que se ha enfrentado en el pasado. Logró escapar de una caja de
madera arrojada a un río, de un tanque
rellenado de agua, de una lechera repleta de leche, de un barril de cerveza, de
una cárcel. Logró librarse de una camisa de fuerza, manteniendo el equilibrio
en el alféizar de una ventana. Retó a los agentes de Scotland Yard a que
encontraran unas esposas que no pudiera abrir.
Lo primero es librarse de sus ligaduras y de la
mordaza. Lo hace con cuidado para que sus captores no adviertan movimiento
alguno en la cuerda que le une al exterior. Pero los beduinos se dan cuenta y se
desprenden de la gruesa soga, tan larga, que cae y cae, causando una avalancha de cáñamo, a punto de
sepultarle.
De nuevo pierde la conciencia y le asaltan
visiones que vienen de muy lejos, más
estremecedoras aún. Visiones que evocan la construcción de los sepulcros
egipcios, cuyos arquitectos y albañiles eran asesinados al concluir las obras
para preservar el secreto de su ubicación.
al lado, para vagar de forma terrible en unos periplos peculiarmente
repelentes.
Lovecraft siempre había vivido en Providence, un
lugar pacífico y sin relieve. Desde que apiló un bloque de hojas de papel sobre
su escritorio y empezó a escribir aquel relato situado en Egipto, tuvo la certeza
de escribir también sobre Providence, porque cada vez que levantaba la piel de
la condición humana a su alrededor, tenía la sensación de adentrarse en un
mundo subterráneo, sombrío y pavoroso. Ahora que se iba a casar un pensamiento
le angustiaba especialmente. A sus cuarenta años casi no había oído hablar del
sexo. Sonia era una mujer bella, inteligente y experimentada. Y temible.
Lovecraft no podía dejar de pensar que el erotismo pertenecía al orden inferior
de los instintos. Consideraba que era un impulso más animal que humano.
¿Las momias de los antiguos dioses fruto del
ensamblaje de troncos y miembros humanos con cabezas de animales, encarnaban su
visión del sexo y del erotismo? ¿Fuerzas anterior a la existencia de la humanidad
que retornan a nuestro cuerpo para reproducir la especie? En su
interior el amor sostenía una lucha contra la repugnancia que le provocaba el
contacto físico y la indiferencia ante las pasiones. El hecho de casarse se le presentaba
como la liberación de la tela de araña en que vivía atrapado, tejida por su
madre y mantenida por sus tías. La madre se negó siempre a tocarle y cuando se
refería a su hijo utilizaba expresiones de asco.
Momias sin alma
Cerradura de una tumba |
Una de las razones de la atracción que
experimentaban los espectadores por el arte de Houdini se basaba en su capacidad para
convertir la zozobra, los escrúpulos y
los temores, incluida la muerte, en
concretas amenazas físicas, susceptibles de ser solventadas mediante la inteligencia humana y la capacidad
de resistencia.
La colaboración del rey del escape y el escriba de
la inquietud concluye en un final prodigioso.
Houdini logra liberarse de las cuerdas utilizando las mismas técnicas que le
hicieron famoso en los escenarios. Se pregunta dónde demonios se encuentra. Sospecha que en las
entrañas subterráneas de la Esfinge. Intenta encontrar una salida, pero resbala
en la oscuridad y cae adentrándose en las profundidades de un nuevo abismo. Se
trata de una sima, bajo la gigantesca estatua, de la que brotan los cánticos entre
el ruido de pisadas que se acercan de una procesión ceremonial. “Momias sin almas... el lugar de encuentro de
los kas errantes... las hordas de cadáveres faraónicos, malditos por el diablo
y muertos hace más de cuarenta siglos...”
Oculto tras una columna ciclópea, escucha un
millón de pasos que se aproximan desde
el que los tentáculos de una bestia de cinco cabezas se apoderan de sus
ofrendas. De repente, se da cuenta de que se trata de la pata de un monstruo
mucho mayor. Por un momento piensa que le asalta otro sueño. Pero el horror no se desvanece.
Hipopótamos con manos humanos, hombres con cabezas de cocodrilo, en “un
ululante goteo de cadáveres o resonar de muertos” acuden adorar a un dios en cuyos rasgos
reconoce a su guía Abdul. A su lado la reina Nitokris, famosa antaño por su
belleza, tiene ella mitad del rostro comido por las ratas.
El pulso entre las imaginaciones de Lovecraft y el
deseo de escapar de Houdini es cada vez más angustioso. El mago encuentra un resquicio para escapar
confiando en su suerte, en su habilidad y su cualificación. .
“No podía conjeturar
nada – confiesa - , pero decidí
ascender en busca de la vida y la consciencia con todas mis fuerzas”.
Asciende por una interminable escalera de pórfido, torturado por el temor de
ser descubierto y el dolor que le infligen sus heridas. Toma la resolución de
no volver la vista atrás, pero cuando llega a lo más alto, escucha de nuevo un clamor de voces
monstruosas. Aclaman “algo que ha salido
de la nauseabunda abertura. Algo
pesado, amarillento, peludo. Tan grande como
un hipopótamo de buen tamaño. Sin cuello, con cinco cabezas brotan de su tronco
cilíndrico. De esas cabezas salían a gran velocidad curiosos tentáculos rígidos
que aferraban ansiosamente las desmesuradamente grandes cantidades de
indescriptible alimento dispuestas ante la abertura. A veces el ser saltaba y
ocasionalmente retrocedía hacia su cubil de una forma muy extraña. Su medio de
locomoción era tan inexplicable que observé fascinado, deseando que saliera
algo más del cavernoso seno de abajo. Entonces salió...”.
Anubis |
Su aparición provoca el único escape sin control
de un Houdini despavorido. Descubrimos que el cuento relata, en realidad, el
combate entre la razón y los fantasmas de la mente, la actitud liberadora de
Houdini y las ancestrales creencias que
siguen desgarrando nuestros pensamientos.
“Salió, y su visión me hizo dar la vuelta y
huir a través de la oscuridad, hacia la escalera de subida que arrancaba muy
cerca; huir enloquecido por increíbles peldaños y escaleras y rampas, sin que
ni la vista humana ni la lógica me guiaran a través de ellos. Maldita sea la visión,
sueño o no, que me reveló el horror supremo. El Desconocido Dios de los Muertos
que se relame los labios colosales en el abismo insospechado, alimentándose de
los espantosos bocados de absurdos sin alma que no debieran existir”.
Un final como este convierte la historia de
escapismo que le narró Houdini en un genuino cuento de Lovecraft. Houdini se
libera, pero no del horror. Escapa de un lugar físico para descubrir el abismo
que habita en su sueño, en la historia que había inventado.
Entre tanto Lovecraft había llegado al final del viaje.
La lucha que sostenía Houdini en el relato por escapar se identificaba con sus
más recientes deseos; el horror que amenazaba a Houdini con sus temores; los extraños seres del mundo subterráneo con
las obsesiones que le perseguían y aquel universo final de cadáveres con su
incapacidad para la vida cotidiana, regida por fuerzas que le excedían y a las
que se sentía incapaz de controlar. Tal vez había relatado el descenso a sus
infiernos, pero en aquel momento, en contra de sus costumbres, era un hombre dispuesto a intentar ser feliz.
Aunque no tardó en descubrir que se había dejado
el original mecanografiado del relato en la Estación Union de Proidence (12).
Notas
1/ Las demostraciones de William e Ira Davenport suscitaron durante casi veinte años apasionadas
discusiones entre un público dividido entre los que creían que se trataba de
manifestaciones sobrenaturales y los escépticos que sostenían que se trataba de
una superchería. Maskelyne y Cooke se presentaban en El Egypcian Hall como Ilusionistas
reales y antiespitualistas que, durante años han reproducido todos los trucos
de los Espíritistas prestidigitadores y prosiguen
su denuncia, presentando los últimos desarrollos fenoménicos considerablemente
mejorados. La repetición del efecto por parte de Maskelyne puso en
evidencia que se trataba de una magnífica ilusión, concebida no para divertir
sino para engañar. En un libro del Vizconde de Torres-Solanot se pueden apreciar
la sólida ingenuidad de los argumentos de un ferviente creyente en el carácter
sobrenatural de las experiencias. TORRES-SOLANOT, Antonio (1875): Controversia espiritista a propósito de los
hermanos Davenport : defensa del espiritismo con noticias y testimonios que
demuestran la realidad de los fenómenos espiritistas [s.n.].
http://bibliotecadigitalhispanica.bne.es:80/webclient/DeliveryManager?pid=3965597&custom_att_2=simple_viewer
El sacerdote católico y
prestidigitador Carlos María de Heredia
realiza un excelente análisis del fraude
en HEREDIA, Carlos María (1946): Los
fraudes espiritistas y los fenómenos metapsíquicos, Buenos Aires: Difusión.
2/ MASKELYNE, John Nevil (1875) : Modern
spiritualism , Londres, Camden y
MASKELYNE, John Nevil y DEVANT, David (2012) : Nuestra
magia: el arte en la magia, la teoría de la magia, la práctica de la magia
/ ; traducción española de María Lleo Castells , Famulus, Madrid.
3/ Modern
Magic (1876) del profesor Hoffmann,
pseudónimo del abogado y mago aficionado Angelo Lewis, constituye un compendio
completísimo de la magia practicada hasta el momento de su publicación. Constituyó
una de las bases sólidas para la evolución posterior de la magia.
4/ Robert-Houdin, Jean-Eugène (1805-1871) proporcionó
una formulación artística decisiva a los cambios originados en la magia de
espectáculo, culminando su proceso de desacralización. Es autor de numerosas obras, entre
ellas : ROBERT-HOUDIN, Jean-Eugène (1868): Le secrets de la prestidigitation. Edición española: Los secretos de la prestidigitación y de la
magia : cómo se hace uno brujo; traducido
por Ricardo Palanca y Lita; Valencia : Librerías "París-Valencia",
D.L. 1996 [Reproduce la edición: Valencia : Imprenta de Juan Guix, 1875].
También escribió una deliciosa autobiografía. Confidences d'un prestidigitateur, une vie d'artiste, 2 vol., 1858.
Edición española : Confidencias de
un prestidigitador; con un interesante prólogo de Juan Tamariz, Madrid Frakson, 1990. Y una edición facsímil, Valladolid : Maxtor, D.L. 2011, que
reproduce como la anterior la traducción
de Avelino Martínez de la edición de:
Valencia : Pascual Aguilar, 1894]
5/ PHILLIPS, Adam (2003): La
caja de Houdini : sobre el arte de la fuga, Barcelona, Anagrama. Ha
aplicado el psicoanálisis a la literatura y, en este caso, al escapismo. No
considera que el psicoanálisis es una ciencia, sino una serie de relatos que
nutren nuestro deseo de desear.
6/ El relato se publicó con el título de Bajo las pirámides. Forma parte de la
recopilación El clérigo malvado y otros relatos, Alianza editorial, El libro de
Bolsillo, nº 963. Se encuentran también, en Internet:
7/ Intenté reconstruir ese momento
excepcional en el artículo El instante y
la eternidad, recopilado en MAYRATA; Ramón: El ojo de la arbitrariedad, 2ª edición, Madrid, 1992
8/ Lion Sprague De Camp,
(1907-2000), ingeniero aeronáutico y escritor de ciencia ficción, co-autor de
las historias de Conan el Bárbaro, escribió una biografía de H.P. Lovecraft
publicada por Nostromo/Alfaguara en 1978, traducida por Francisco Torres
Oliver. Ha sido reimpresa por Valdemar en reed. por Valdemar en 1992 y 2002]. Sprague
de Camp
9/ Las citas entrecomilladas
sin otra indicación pertenecen al relato de Lovecraft.
10/ KALUSH, William y SLOMAN, Larry (2006) The Secret Life of
Houdini: The Making of America's First Superhero, pág 501.
11/ CURRY, Paul, GARDNER Martin, GRANDA Julio
(2003) : Magician's Magic, Courier
Dover Publications, pág 103.
¡Maravilloso! Se le echaba de menos.
ResponderEliminarCarlos Laso
¡Gracias, Ramón!, me ha encantado (aunque termino confundiendo al blanco y al negro, es decir, a Houdini y a Lovecraft). Caruso.
ResponderEliminarRamón, lo acabo de leer. Me lo he pasado muy bien. Eres el potente narrador que has sido siempre, el de "El imperio desierto". Genio y figura. Gracias por escribir. Un abrazo.
ResponderEliminarLuis Martínez de Mingo.