Temía sufrir la misma suerte pero estaba acostumbrado a la incertidumbre. El monje que le recibió le facilitó una celda, fuego, pan, una manta, agua para beber y lavarse.
La hospitalidad era solo aparente. pues el fuego no ardía, el agua estba sucia, el pan duro y mohoso y la manta infectada de pulgas.
Boris Pasternak |
El abad abre explícitamente los brazos formando una cruz antes de irse a dormir.La orden es clara. Esa noche los monjes obligan al prestidigitador a levantar su propia cruz. El intenta usar todas sus habilidades para dilatar el momento. Juegos de manos, historias regocijantes y libres, relatos de amor que convierten a aquellos hombres rudos y hoscos en un puñado de niños. Cuando agota su repertorio, los verdugos despiertan de la fascinación. Se siente el más desgraciado de los hombres porque posee imaginación y deseos que sus verdugos no tienen. Imaginación y deseos que incrementan su desventura. Al fin le clavan en la cruz. Y con él clavan las sensaciones, recuerdos, fantasmas y quimeras del prestidigitador, sus dioses, su mundo imaginario y sus sueños. Morirá y su cuerpo será devorado por los lobos y picoteado por los pájaros. La historia la escribió Boris Pasternak en una época y un país en el que también se perseguía a los juglares.
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