lunes, 17 de febrero de 2014

Magia y terror: En el cabaret du Neant

Méliès inventa las veladas macabras

“Placeres, no tentéis al corazón sombrío” – escribía Baudelaire por aquellas fechas – “La admirable primavera ha perdido su aroma”.



Al ilusionista Antonin Dorville y a su amigo Georges Méliès les divertía brindar con absenta en vasos que eran  calaveras sobre una mesa en forma de ataúd. De luto riguroso, embutido en su frac negro, Dorville entregaba un cirio encendido a cada uno de los que llegaban, al tiempo que recitaba con voz destemplada: “Toma,  gusano”; “Toma, desahuciado de la vida’, “Toma muerto viviente”.   El  poema de Baudelaire se llamaba “El gusto de la Nada”. Su título – y también la sensibilidad que se expresaba través de él – coincidía con el nombre de un Cabaret: El cabaret du Neant -  el cabaret de la Nada donde Dorville y Méliès ensayaban sus Veladas Infernales, versión en negativo de las Veladas Fantásticas que prosiguió en el teatro de Robert-Houdin.


Al final del siglo XIX la asistencia a los cabarets y teatros de variedades formaba parte de la vida cotidiana de las clases urbanas, populares y burguesas. El Folies Bergére o el Moulin Rouge eran lugares bulliciosos, consagrados a la diversión y al jolgorio. Pero existían formas más oscuras de regocijo cabaretero. Algunos de los cabarets estaban consagrados al Otro Mundo. Como el Cabaret del Infierno cuya boca amenazadora se abría en la acera de enfrente del Cabaret de la Nada. Allí los camareros vestían de diablos. La idea había sido de Méliès que, también  frecuentaba el Cabaret del Cielo o los Rayos X.

Atracción por lo macabro


Puede ser incomprensible, sonar extraño o resultar extravagante si no relacionamos estos entretenimientos un  poco ingenuos y siniestros con el gusto por lo macabro y el auge del espiritismo.  Respecto a lo macabro, el ilusionismo, a través de las fantasmagorías  de Robertson, proporcionó imágenes y visiones espectrales que  están en el origen de las fantasías góticas de los románticos. Imposible evitar la referencia, así mismo, a calderón, sus continuadores y el teatro de magia, laboratorio de experimentación de toda clase de efectos. En cuanto al espiritismo, secretamente utilizó la tecnología de los ilusionistas. Es decir sus ilusiones. Las fronteras entre la magia como espectáculo y las pretendidas experiencias sobrenaturales fueron muy permeables a lo largo del siglo XIX.


Entrada a la catacumba
El Cabaret de la Nada fue fundado por el ilusionista Antonin Dorville. Con el colaboró Mélies en la concepción de unas terroríficas veladas infernales. Se trataba de convertir la visita al lugar en una experiencia llena de emociones que apelaban a ese temor a la muerte que nos persigue a los seres humanos hasta la tumba y ni un paso más allá. El Cabaret se había inaugurado en Bruselas en 1892 sin ningún disimulo como el Cabaret de la Muerte. Se trasladó casi inmediatamente a París, abriendo sus puertas en el barrio de Montmatre, muy cerca de donde giraban las aspas rojas del Moulin Rouge, en el número 34 del Boulevar de Clichy, con el nombre más filosófico de Cabaret de la Nada.



Entramos en una catacumba. De manera que el portero tiene las trazas de uno de esos sepultureros que permitían a Shakespeare las más descarnadas  reflexiones sobre nuestro destino inexorable. La fachada está cubierta por los crespones blancos y negros que tradicionalmente delataban el luto en las casas de Francia. Sobre la puerta hay una calavera con dos tibias. Un oscuro corredor conduce a una amplia habitación iluminada por una araña formada con huesos humanos de la que se desprende una luz mortecina y verdosa.  Está dedicada a  Robert Macaire, el sacamantecas o el coco o el hombre del saco francés cuya función es dar forma al miedo en la imaginación de los niños.

La luz otorga un tinte cadavérico a los rostros de los congregados. Dorville se inspira en Caronte para darles más que la bienvenida, la terrible noticia: “Viajeros, vuestro camino ha llegado a su fin. Habéis traspasado las puertas de la muerte y os encontráis en su reino. Que cada uno de vosotros escoja su ataúd”.

La transformación de la muerte


Sala de desintoxicación
Esta primera sala no es la laguna Estigia, sino el bar del Cabaret y se la conocía por la sala de desintoxicación. Los camareros están aleccionados para no sonreír jamás, ni siquiera cuando preguntan: “¿Qué veneno desea tomar, señor, señora o señorita?”.  


Los visitantes están sobrecogidos. Se oye el tic tac de un reloj entre fuertes rachas de viento. Una puerta se cierra de golpe.  Un clérigo clama con voz agria:” Si lo deseáis podéis dictar vuestro testamente. Nada ni nadie puede impedir que muráis un día. Veo que vuestras manos buscan las de vuestros seres queridos. La muerte os arrancará de ellos. ¡Mirad en qué despojo se convertirá ese ser que abrazas!”.


Las paredes que señala están cubiertas costillas, esternones, fémures, clavículas, huesos humanos entrelazados. Los cráneos cobijan velas cuya luz se difumina un resplandor lúgubre y tenue. Los avisos funestos – Descansa en Paz  o Ser o no ser – alternan con los carteles que prohíben fumar o muestran el precio de las consumiciones.


Varias pinturas representas escenas de los jinetes del Apocalipsis en plena acción. Batallas, ajusticiamientos, guillotinas, masacres, plagas, catástrofes y un toque moderno: un demonio al volante de un automóvil atropella a los viandantes desprevenidos. Una a una las figuran pintadas se desvanecen para convertirse en esqueletos.


En los ataúdes que sirven de mesa, una grieta se abre por la que surge una mano amarilla y helada que repta hasta apoderarse de los vasos. La banda sonora es variada: Castañeo de dientes, respiraciones agitadas, congoja, sollozos, golpes en la pared.   La mano araña desesperadamente el suelo. El clérigo amenaza: “¿Y si os entierran con vida? Imaginad el sufrimiento. Ved cómo las uñas arañan la tierra. Todo es inútil. Os aguardará la asfixia, porque la Muerte es la compañera definitiva”.

El efecto más potente aún estaba por llegar. Las sesiones eran ininterrumpidas y se celebraban cada media hora. Era necesario descender por una lúgubre escalera hasta un sótano en el que frío evocaba la temperatura de ultratumba. Un encapuchado abría la puerta con una llave descomunal y el chirrido ahogaba el ruido de los pasos de las quince o veinte personas que penetraban temblorosas. El encapuchado les invitaba a sentarse: “No os quejéis del frío. Más intenso será el de la tumba que será vuestra última morada”.

 

Sala de desintegración
Es  la sala de la Desintegración donde se representa el ritual de la muerte. La banda sonora ha cambiado. Comienza a escucharse en un tono que se incrementa poco a poco  la “Marcha Fúnebre” de Chopin, de la Sonata para piano n. º 2, emotiva y solemne a un tiempo. Un joven que viste igualmente de frac es cubierto con una mortaja. Dorville pregunta: “¿Habéis visto morir a alguien alguna vez? ¿Qué sabéis de la Muerte, pobres criaturas? ¿Podéis imaginar hasta el final el horror? Nadie cuidará de tu sueño”.


El joven que agoniza, se revela, pero las fuerzas le abandonan. Cae la cabeza a un lado, la boca entreabierta, el cuerpo adquiere muy pronto un tono cerúleo  y, entonces llegaba el gran efecto final: de repente, se convierte en un esqueleto, para desaparecer por completo, dejando la mortaje suspendida de un clavo, agitada por el viento. La nada.

El fantasma de la pimienta


Fantasma de Pepper
Esta transformación del cuerpo en esqueleto y su final desintegración, era un efecto de magia conocido con el nombre del fantasma de Pepper Se trata de una ilusión para realizar apariciones, desapariciones, metamorfosis y transformaciones de personas o cosas. Aunque tiene este nombre su inventor fue Henry Dicks, quien lo presentó por primera vez en 1862. Su versión era muy aparatosa y exigía modificar íntegramente los teatros en los que se pretendía realizar. Se basaba en los principios de la ciencia catóptrica.  John Henri Pepper pudo verla cuando se mostró en Royal Politechnich, institución científica de la que era director. Se puso manos a la obra e ideó una serie de modificaciones que la convirtieron en una ilusión operativa. Estrenó su adaptación en una función de Charles Dickens. A partir entonces se incorporó al repertorio de las compañías de las llamadas Grandes ilusiones, la magia espectacular y en escena para amplios auditorios. Georges Mélies conoció versiones aún más elaboradas durante su estancia en Londres cuando se inició en el ilusionismo bajo el magisterio de  David Devant en el Egipcian Hall.  Meliés concibió la versión que se ejecutaba en el cabaret  du Neant.


Se vislumbra una mesa y un esqueleto que hojea un libro. Un conejillo blanco juguetea a su lado lleno de vida. La visión solo dura un instante y se disipa. El aire pesado y siniestro y siniestro del sótano se adelgaza y refresca. Vuelve la luz y los gruesos y húmedos muros de piedra se  muros de piedra  se desvanecen como si nunca hubieran existido, dejando paso a una habitación blanca y sin carácter. Nuevamente la Nada en la que una flecha sangrienta señala la salida a la calle. Enfrente el Cabaret del Infierno. Al lado el ruido de las aspas del Moulin Rouge no hace enmudecer la música de baile.


Atgest y los surrealistas


Eugêne Atgest, fotografíó ese mundo de espectros. .El culto a la muerte concebido como un espectáculo, no pudo resistir la gran carnicería de la primera guerra mundial. El Cabaret du Neant desapareció durante los dichosos veinte y Algest buscó su destello en los reflejos de los escaparates y las miradas vacías de los maniquíes, que le franquearían la admiración de Man Ray y los surrealistas.


Cabaretde la Muerte
En plena primera guerra mundial surgiría en Zúrich el Cabaret Voltaire: La presencia de la muerte, que andaba haciendo de las suyas en las trincheras, se escondía tras la máscara de la falta de sentido.

La historia se repetiría. La segunda guerra mundial supondría una carnicería aún más terrible. La muerte y la nada volverían a ocupar el primer plano en la sensibilidad de los existencialistas de la postguerra. Sartre publicaría El ser y la nada;  Juliette Greco cantaría a las hojas muertas y Borís Vian escribiría Escupiré sobre vuestras tumbas. En el gran cabaret de la Nada proseguía la función.

lunes, 10 de febrero de 2014

Conan Doyle, Houdini y las almas descarnadas




Arthur Conand Doyle y Harry Houdini
Los dos personajes principales de esta historia no están, aunque se les espera. Son dos fantasmas. Se les espera con vehemencia. Con ello quiero decir que la base de las creencias espiritistas se relaciona con el deseo de entrar en contacto con seres desaparecidos.

Por eso los verdaderos  protagonistas de esta historia no son Conan Doyle y Houdini, sino  una madre y un hijo muertos. Hubo un momento en las vidas de  Conan Doyle y Houdini en que compartieron un mismo dolor. Para que los deseos se conviertan en creencias y las creencias en convicciones se requiere la presión de una fuerte carga emocional.  Se trataba de un  estado de ánimo colectivo. Acabada la primera guerra mundial se extendieron  los supuestos y prácticas espiritistas por Europa y Estados Unidos entre aquellas personas que habían visto desaparecer a sus seres queridos en plenitud de vida, como consecuencia de la crueldad de la guerra.

Conand Doyle busca a su hijo


 Sir Arthur Conan Doyle, el creador del célebre Sherlock Holmes, era un convencido creyente en el espiritismo. A la hora de estudiar los fenómenos psíquicos no buscaba explicación. Tenía una y se aferraba a ella. Poco a poco un interés por la vida y milagros de los espíritus fue desplazando su dedicación a la literatura y ocupando el lugar reservado a la curiosidad por la ciencia, la participación política, la implicación en la guerra y la práctica del boxeo. Una de últimas obras fue una monumental “Historia del Espiritismo” que arranca de Swedenborg y culmina con una nota sobre la escritura automática. Una crisis espiritual de tal magnitud no puede atribuirse en exclusiva al debilitamiento de la vejez. Seguramente no es ajena a la muerte de su hijo en la primera guerra mundial.

Houdini busca a su madre

Supuesto fenómeno espiritista
También la muerte de la  madre de Houdini impulsa al ilusionista a dedicar  todas sus energías, que eran muchas, a encontrar la manera de ponerse en contacto con ella. Sucede pocos años después de la muerte del hijo de Conand Doyle. Corre la década de los 20 y Houdini recurre a la ayuda de médiums  y de los llamados “psíquicos”, seres que se dicen dotados para intermediar con ultratumba. Por tratarse de un mago esta actitud resulta chocante. Por lo general los magos más destacados, me refiero por supuesto a ilusionistas y prestidigitadores, consideran que su profesión es un arte que debe diferenciarse por completo de engaños y fraudes. En consecuencia dedican su experiencia y conocimientos a desenmascarar a los pretendidos médiums que utilizan las mismas técnicas que los magos emplean en sus espectáculos pero se presentan como seres dotados de poderes sobrenaturales y trato privilegiado con los espíritus.

Maskelyne y lo sobrenatural

Uno de los magos más eminentes del siglo XIX,  John Nevil Maskelyne escribió un libro en colaboración con el psiquiatra Lionel A. Weatherly planteando lo sobrenatural entre interrogaciones. “¿Lo sobrenatural?” reunía las conclusiones de varias décadas de investigación sobre los supuestos fenómenos psíquicos. La conclusión no podía ser más tajante: “No existe, ni nunca ha existido, un médium de ninguna clase que no haya usado trucos o engaños”, El método de trabajo empleado consistía en reproducir los  prodigios de los médiums, valiéndose del ingenio, las sutilezas psicológicas, las técnicas escénicas y la alteración de la percepción. El propio Maskelyne se había convertido en ilusionista tras asistir a una representación de los hermanos Davenport en el teatro local de Cheltenham, su ciudad de origen, en la que tenía un taller de relojería. Los Davenport se encerraron en un armario que tenía tres puertas. En cada extremo se sentó uno de los hermanos, enfrentados.  Se hicieron atar con una cuerda gruesa que inmovilizaba sus pies y sus manos de manera que no pudieran moverse de la silla.  En el centro del armario había una trompeta, una guitarra, un violín, dos campanas y una pandereta. En cuanto las puertas se cerraban y se  apagaban los luces, los instrumentos empezaban a tocar, pero cuando se hacía la luz y se abría el armario, los  Davenport continuaban atados.

Cabina o armario espiritista de los hermanos Davenport
Tres meses después Markelyne, con la ayuda del hábil ebanista Cooke  presentó un armario similar con el que replicó los prodigios que realizaban los  Davenport, dejando bien claro que no precisaba ayuda alguna de los espíritus. Desde entonces dedicó especial atención a desvelar los trucajes utilizados por pretendidos médiums.
Houdini se aproximó el universo de los espiritistas con la intención de entrar en contacto con su madre muerta. Sin embargo dudo que su actitud fuera abierta y confiada por completo, como a menudo se supone. Su formación era la de un mago. Y en los anales de la magia ya existía un corpus importante de fraudes descubiertos.  Maskelyne tras instalarse en Londres había ofrecido en el teatro que regentaba – el Egyptian Hall – numerosas representaciones dedicadas a reproducir y desvelar los efectos realizados por los médiums. Los Davenport habían sido la primera de una larga serie de fraudes y falsificaciones descubiertas.

Las investigaciones de Maskelyne tuvieron lugar en las dos últimas décadas del XIX y Houdini, dotado de una curiosidad sin límites para todo aquello que se refería a la magia, no podía desconocerlas. Aunque los motivos por los que se acercaron Doyle y Houdini al espiritismo aparentemente coincidían, sus actitudes frente a los fenómenos necesariamente tenían que ser muy diferentes.

Encuentro en Crowborough

Inicialmente primaba aquello que les unía y entre ambos se anudó una verdadera amistad. Se conocieron durante un viaje que realizó Houdini a las Islas Británicas en 1920. Previamente Houdini envió a Conand Doyle su polémico libro que pretendía desmitificar la vida de a Jean-Eugene Robert-Houdin. Es preciso indicar que Houdini había derivado su nombre del apellido del gran mago francés, que había dado forma definitiva a la magia moderna y cuyas maravillosas ·Confidencias” le maravillaron en la juventud. Sin embargo el hechizo se desvaneció y Houdini escribió un libro “deconstruyendo” las confidencias de su ídolo, pretensión tan  infructuosa como intentar desmontar los presupuestos de “Alicia en el País de las Maravillas”. Houdini demostraba en este caso una dudosa comprensión del sentido de la ficción, cuyo alejamiento de la realidad es precisamente lo que le otorga la libertad para imaginar otros mundos posibles.

Houdini con Ira Davenport
A Sir Arthur le llamó la atención las páginas del libro en las que Houdini contradecía la visión que Robert-Houdin ofrecía. Su armario espiritista había causado sensación a los tres aunque por motivos diversos. Robert-Houdin mostraba su desagrado porque presentaban su espectáculo, que elogiaba, como lo que no era: Una manifestación de los espíritus. Sir Arthur Conan Doyle  veía en su acto una prueba de la autenticidad de los fenómenos espirituales. Houdini les consideraba unos excelentes magos de grandes ilusiones o escenario. Según Sir Arthur el comportamiento de Ira y William Davenport no había sido fraudulento porque mantuvieron una calculada ambigüedad sobre el origen de sus poderes y dejaban al arbitrio del público la resolución del enigma. Pero la realidad es que se iniciaron en el mundo del espectáculo como ilusionistas y que uno de sus ayudantes, Harry Kellar, aprendió con ellos lo suficiente para montar su propia función de magia.

El número de los Davenport se hallaba más próximo al escapismo que al mentalismo. Era la especialidad de Houdini: ser capaz de librarse de cualquier atadura. Y eso es lo que hacían los hermanos: desatar y anudar de nuevo las cuerdas que les trababan en un abrir y cerrar de ojos.
Tras su retirada, Ira Davenport había revelado a Houdini  los secretos de estos escapes: cuerdas largas, pericia para  realizar los nudos, destreza para revolverse y el uso de aceite para facilitar escabullirse de las ligaduras. Ira le describió incluso las trampas que disponían en los pasillos de los teatros para impedir que ningún intruso pudiese llegar hasta el armario e investiga el material utilizado.

La confesión de Ira no alteró la convicción de Sir Arthur de que se trataba de médiums genuinos. De hecho en la carta que había enviado a Houdini agradeciéndole el libro sobre Robert-Houdin, Sir Arthur consideraba banales esta clase de confesiones. Si los médiums recurrían a veces a los trucajes se debía a que no siempre se hallaban en disposición de ejercer sus verdaderos poderes superiores.

En su relación con Sir Arthur,  Houdini moduló su punto de vista sobre los Davenport. Nunca fue tan explícito como magos anteriores: los ya citados Maskelyne y Robert Houdin o John Henri Anderson. Incluso dio pie a Sir Arthur para considerar que avalaba la inexistencia de trucajes o manipulación al insistir en que jamás fueron descubiertos. ¿Actuaba con astucia para preservar una amistad que podía franquearle el acceso al núcleo duro del espiritismo? ¿Había empezado a reunir los materiales para su futuro libro “Un mago entre los espíritus“?  O por el contrario ¿sus titubeos eran reales y su incertidumbre una ventana hacia otras posibilidades que nunca quiso cerrar del todo?

Durante su primer encuentro en Crowborough, Sir Arthur le contó que había hablado al menos en seis sesiones distintas con su hijo muerto. Houdini mitigó su escepticismo, se mostró desprejuiciado y confesó a su huésped que estaba ansioso por conocer la verdad, para lo que solicitó su ayuda. 

La médium Eva Carriére 


Sir Arthur franqueó la entrada a Houdini a diversas sesiones. En las que tuvieron lugar en la Sociedad para la Investigación Psíquica de Londres intervino la médium Marthe Béraud, que había adoptado el nombre de Eva Carriére y a veces se hacía llamar Eva C. Años atrás, tras la muerte del joven con el que se iba a casar, Marthe materializó el espíritu de un brahmán hindú llamado Bien Boa que resultó ser a veces una  tosca figura de papel maché y otras un cochero árabe disfrazado. Aquello había ocurrido en la Argelia colonial. Después en la metrópoli, en Francia,  sus manifestaciones tendrían un fuerte contenido erótico. Era una  médium controvertida por lo que fue invitada por la Sociedad de Investigaciones para ser estudiada. .
 En las primeras sesiones no sucedió apenas nada.  En una  sesión a la que asistió  Houdini, Eva Carriére materializó lo que llamaba ectoplasma, un fluido pegajoso que brotaba por su boca y otros orificios del cuerpo. Las materializaciones y desmaterializaciones de Ectoplasma junto a la fotografía espiritista eran los dos argumentos preferidos de Conan Doyle en defensa del espiritismo. En la misiva que Houdini envío a Sir Arthur dando cuenta del asunto una vez más se mostró cauto,  incluso artero.  Aseguró que no había visto nada sobrenatural y describió los hechos sin explicarlos. Pero en su libro “Un mago entre los espíritus”, publicado poco tiempo después describió los gestos de la médium como los movimientos precisos de un prestidigitador. También el ectoplasma estaba confeccionado con papel maché,

Conan Doyle se fijaba en los efectos y Houdini investigaba los métodos. Como don Quijote y Sancho Panza veían en un mismo objeto, cosas distintas. Lo que para uno era intervención patente de los espíritus, para el otro eran falsificaciones y fraudes. Hacía tiempo que Sir Arthur había renunciado a los mecanismos de verificación.

Conand Doyle cree en las hadas 

Supuesta fotografía de un hada
Para la revista donde publicaba las aventuras de Sherlock Holmes, escribió un artículo donde aseguraba poseer pruebas irrefutables sobre la existencia de las hadas. Lo ilustró con cinco imágenes tomadas con una cámara Kodak en las que aparecían dos jovencitas bellísimas, junto a varías hadas y un gnomo.  La única relación con los bosques que tenían aquellas hadas es que estaban hechas de papel. Las fotos tenían el mérito de ser uno de los primeros trucajes fotográficos. Las figuras copiaban las ilustraciones de un libro de cuentos infantiles publicado cinco años antes, dibujadas por  Claude Shepperso, que casualmente incluía un relato del propio Conan Doyle.

Houdini en su correspondencia con Doyle no hace referencia a estos hechos, quizás porque le hubiera sido difícil mantener la actitud neutra, contenida y circunspecta que caracterizaba sus relaciones para evitar la polémica y para no lastimar a su reciente amigo.

 Este estaba completamente persuadido de que Houdini encarnaba un poder superior y sobrenatural. Por más que Houdini repitiera que todas sus proezas eran fruto de su ingenio y de su arte, Sir Arthur veía en el la prueba indiscutible que confirmaba sus propias ideas.
En 1922 volvieron a encontrarse, esta vez en Estados Unidos. Sir Arthur ofreció una gira de conferencias apoteósica y agotadora. En Nueva York Houdini le invitó  a comer en su casa y tuvo ocasión de mostrarle su biblioteca, especializada en magia e ilusionismo, de la que se encontraba especialmente orgulloso.

A Sir Arthur lo que verdaderamente le llamó la atención fue la ausencia de obras que trataran del espiritismo. Le resultaba imposible entenderlo. Pero no fue la única cosa que Sir Arthur no logró comprender aquel día.  Houdini le acompañó en un taxi hasta el hotel en el que se alojaba. Durante el trayecto realizó un juego sencillo, la desaparición del pulgar. Sir Arthur quedó maravillado y al día siguiente le escribió una misiva en la nuevamente atribuía el efecto a sus poderes sobrenaturales.

Sesión espiritista con la esposa de Conan Doyle 


Jean Leckie, esposa de Conand Doyle y médium
Cuando concluyó  la gira de conferencias Houdini invitó a Conan Doyle al banquete que cada año reunía a los miembros de la The Society of American Magicians. Pero la iniciativa desagradó a Sir Arthur con el paradójico argumento de que reprobaba la simulación de efectos espirituales que para el eran sagrados. No obstante las dotes de persuasión de Houdini lograron cambiar su decisión.
Días después ambas familias se reunieron en Atlantic City: Doyle propuso a Houdini una nueva sesión de espiritismo. Esta vez se trataba de una proposición delicada. Jean Leckie, segunda mujer de Conan Doyle, decía tener dotes mediúmnicas y se sentía capacitada para establecer la comunicación que tanto ansiaba Houdini con su madre. Se reunieron los tres en un cuarto del hotel. Sir Arthur bajó las persianas y pronunció una oración. Se juntaron las manos sobre la mesa. Cuando Jean entró en trance, Houdini reconoce que quería que aquello sucediera realmente, deseaba con todas sus fuerzas que fuera verdad, anhelaba creer. Jean, muy alterada, empezó a escribir febrilmente. Houdini por un instante pensó que era posible. Arrancó la primera hoja del cuaderno. Estaba escrita en inglés. Su madre hablaba de lo mucho que le quería y de lo orgullosa que se encontraba por los grandes éxitos de su hijo. Siguió arrancando una a una las páginas siguientes, hasta un total de quince. No hizo ningún comentario.

´Sir Arthur pensó que la emoción no permitía hablar a Houdini que al fin había logrado ponerse en contacto con la persona a la que más quería. Pero Houdini estaba amargamente decepcionado. Su madre jamás le llamó Harry, que era su nombre artístico. Para ella siempre fue Erik, su nombre de pila. . Aunque había vivido 50 años en Estados Unidos jamás aprendió inglés. Se expresó toda su vida mediante una peculiar koiné, un idioma artificioso, mezcla de húngaro, alemán y yidich. Casada con un rabino, difícilmente hubiera iniciado su escrito con una cruz. Un escrito en el que no había referencias íntimas, ni recuerdos compartidos.
Ni una sola palabra salió de sus labios. La relación entre ambos hombres siguió siendo cordial mientras Sir Arthur permaneció en Estados Unidos. Pero pocos meses más tarde Houdini publicó un artículo en el New York Sun, en el que negaba tajantemente que alguna vez hubiera percibido el menor signo de ·una comunicación con los seres queridos que hemos perdido.  Se trataba de una rotunda desautorización de las manipulaciones de Jean Leckie. Sir Arthur se sintió profundamente traicionado. Por primera vez la correspondencia entre ambos hombres adoptó un tono desabrido.

Un mago contra los espíritus

Preparando una "materialización".
Las diferencias de criterio desbordaron la esfera y privada y emergieron en la esfera pública. Fue en 1923 cuando Houdini rompió hostilidades abiertamente contra los espiritistas. Suspendió sus actuaciones mágicas y recorrió Estados Unidos ofreciendo  conferencias en las que denunciaba los fraudes de los médiums. Había analizado minuciosamente sus prácticas, asistiendo a múltiples sesiones, muchas veces disfrazado para no ser reconocido. Un año después publicaría su libro “Un mago entre los espíritus” verdadera antítesis de la “Historia del espiritismo” de Sir Arthur.

Todas estas actividades tuvieron enorme repercusión. Houdini era también un mago cuando se trataba de publicidad. Aceptó formar parte de un comité formado por la revista Scientific American que ofrecía una cuantiosa suma a quien demostrara poseer verdaderos poderes psíquicos.

Cabina anti-fraude diseñada por Houdini
Houdini  extremó los controles.  Incluso creó una cabina especial antifraude que fue determinante para neutralizar los engaños de la médium Mina Crandon que en una primera sesión había logrado convencer de su autenticidad a varios miembros

 El regreso de Conan Doyle a EE.UU recrudeció los enfrentamientos. Esta vez la amistad entre los dos hombres no fue suficiente para atemperar las discusiones  Las discrepancias eran substanciales. Doyle consideraba que todo aquello que él no comprendía era una manifestación de los espíritus. Para el número de mentalismo de Julius and Agnes Zancig proponía un ejercicio real de telepatía. Para Houdini eran dos magos profesionales, miembros de la American Sociaty of Magicians, que ejecutaban un número clásico de vaudeville.

La correspondencia entre ambos fue sustituida por declaraciones cruzadas en la prensa, cargadas de recriminaciones y  reproches, en un tono cada vez más hosco. Cuando Mina Crandon estuvo a punto de ganar el premio ofrecido por Scientific American magazine Houdini intervino aunque no había sido convocado a la reunión de la comisión. Aparentemente la experiencia fue concluyente. Los espíritus estuvieron muy activos durante la sesión Se escuchó una campana, una voz llamó a Harry Houdini desde la profunda oscuridad. Se trataba de Harry, el espíritu malhablado y grosero de un hermano muerto de la médium que estrelló un megáfono a sus pies. Cuando se volvieron a encender las luces, Houdini no dijo palabra sobre lo que había visto y oído. Se despidió cortésmente de la médium y se marchó. Antes de llegar al hotel, masculló entre dientes: “Sé cómo lo hace. Se trata de un fraude”.

Houdini durante una sesión de desenmascaramiento
En las siguientes sesiones exigió la utilización de su cabina antifraude. Harry le llamó maldito bastardo y exigió que se largara de allí. Acabó vaticinando que muy pronto moriría.

Cuando Houdini reveló las supercherías, Conan Doyle calificó su explicación de bazofia .Escribió una durísima diatriba en la que llegó a exigir que renunciara a la investigación psíquica. Por su parte Houdini le acusó de senilidad y le amenazó con llevarle a los tribunales.

Dos años después, el  31 de octubre de 1926, moría Houdini y Doyle le recuperó para sus altares. En su ensayo “El enigma Houdini” afirma que fue el médium más relevante de la época. Una tesis que desarrollaría el mentalista Joseph Dumninger que publicó un libro en 1928 en el que se preguntaba si Houdini no habría sido un médium sin saberlo.

Bess Houdini y los espíritus 

Una vez muerto Houdini recibió el trato que a veces se otorga a los espíritus convertidos en soporte de las obsesiones y deseos de los supervivientes. Dunninger reunió algunas anécdotas que intentaban probar que Houdini tenía la capacidad de premonición, que había percibido la muerte de su madre cuando viajaba en trasatlántico hacia Europa. E incluso su propia muerte, pocos días antes de que sucediera. Tenemos que creer a Dunninger pues no hay otros testigos. Ambos acababan de atravesar en coche Central Park, cuando Houdini le pidió que regresaran rápidamente a su casa  porque deseaba verla por última vez.

Bess Houdini
Su propia esposa, Bess Houdini, ofreció  10.000 dólares a quien fuera capaz de ponerle en contacto con su marido.  Se celebraron numerosas sesiones y en  1928, un tal Arthur Ford aseguró que había recibido un mensaje del mago. Ni siquiera después de muerto lograron engañarle. Houdini había elaborado  un código secreto de acuerdo con su esposa Bess de manera que ella podía comprobar la autenticidad de cualquier mensaje que atribuyeran a su marido. Una rápida ojeada bastó para comprobar que el mensaje de Fox no incorporaba el código convenido.

 La última sesión tuvo lugar el 31 de octubre  en presencia de los micrófonos de la radio que transmitieron a las cuatro esquinas del planeta el sonido del silencio, la música callada de la nada. Bess Houdini entendió el mensaje y renunció a proseguir en su empeño.

Notas


La Editorial La Felguera ha publicado una cuidada edición del libro Sherlock Holmes contra Houdini. Arthur Conan Doyle, Houdini y el mundo de los espíritus, que reúne textos diversos, testimonios y fotografías.

Recientemente la Editorial Capitán Swing publicó el texto “El enigma de Houdini” de Arthur Conand Doyle dentro del volumen “Como hacer bien el mal” que reúne una antología de escritos del escapista.

Hace años publiqué un relato titulado “La historia que nunca contó Conan Doyle”, dentro del volumen “Si me escuchas esta noche”, publicado por Mondadori.