domingo, 18 de noviembre de 2012

El asombro y la risa

 Un paseo por la magia cómica clásica que tanto le gusta a Juan Tamariz


Juan Tamariz
Para Juan Tamariz en su
cumpleaños.

Uno de los mayores asombros es, precisamente, que el asombro y el misterio nos hacen reir. Provocan en nosotros una leve sonrisa, casi un rictus. Por ejemplo: Cuando vemos un juego de magia y nos asombra, esbozamos sin querer, una leve sonrisa.





Ante el misterio el hombre no reacciona solamente con la fascinación; casi sin darse cuenta y ante lo que le excede se desvela en él el humor. El mago cómico sabe, claro es, suscitar el asombro y el misterio. Pero sabe, también, convertir esa risa nerviosa, ese amago de risa, casi nada más que un temblor en los labios, en risa franca y abierta .

Nickolas Muray
La palabra humor es de origen fisiológico y designa el temperamento de cada individuo según predomine en él la sangre, la linfa, la bilis o la atrabilis, es decir: el humor negro o atrabiliario. Pero el humorista sabe poco de fisiología y algo más de fisonomía.

La primera fisonomía del humorista en Occidente y en el mundo del espectáculo fue la del servus de las comedias grecolatinas.

La segunda fisonomía del cómico es la del bufón, llamado también gentilhombre de placer, cuya lengua tenía que estar tan afilada como sus dientes pues sus chanzas eran casi siempre dentelladas. Shakespeare nos ofrece una muestra de este ingenio cáustico y bufonesco: "Quien es el que construye más sólidamente ¿el albañil, el calafate o el carpintero? Y el bufón responde: "El que construye las horcas; porque este artefacto sobrevive a mil inquilinos".

En el renacimiento la comicidad es patrimonio de bobos, rústicos y soldados fanfarrones. Y todos juntos abren paso al gracioso de las comedias españolas del siglo XVII, también conocido como figura de donaire. La comicidad del gracioso -generalmente un criado- era la comicidad del hombre sin convenciones frente a las convenciones de sus amos. Fue precisamente esta falta de convenciones -los diálogos improvisados, la mímica expresiva, la sal de danzas y acrobacias- quienes crearon los primeros personajes convencionales, a saber; con caracteres y vestidos permanentes. Junto a Arlequín y Pedrolino -el Pierrot francés-, el Matamoros español y Polichinela forman la estirpe del payaso moderno y también de los magos cómicos.


Siempre seis

 El mago cómico es un equilibrista de los sentimientos. Camina de puntillas sobre el asombro y la risa. No puede dar ningún paso en falso, porque separados por el finísimo alambre de su arte el asombro y la risa se complementan, pero mezclados sin tino se anulan y destruyen.

Señor Blitz
En tiempos pasados los magos cómicos -como el señor Blizt- espolvoreaban bromas entre sus juegos de magia. No eran estos juegos propiamente cómicos. El mago recurría a la comicidad de los gags para distender la atención entre un juego y otro. Así Blizt se mezclaba al público y hacía aparecer en los bolsillos de los espectadores los objetos más dispares. A un elegante caballero le extraía una cabeza de ajo, a una empingorotada dama una bacinilla.

Blizt era un bromista empedernido y no se detenía siquiera ante sus compañeros de profesión. Durante una travesía en barco asistió a una representación del ventrílocuo Wilman. Nadie sabía que Blizt era mago y menos aún el ventrílocuo. Se sentó en la primera fila y como observara que una mosca revoloteaba en torno a Wilman, la hizo hablar. El público aplaudió a Wilman creyéndole autor de la hazaña. Pero Wilman dudó, un buen rato, de su cordura.


Con Bosco la comicidad deja de ser un entreacto entre dos asombros distintos. Bosco sabía sacar partido de su físico disparatado, de su mímica exagerada. Actuaba con un mago excepcional: Le Roy. Uno de los números de Le Roy consistía en decapitar un pájaro para luego resucitarlo. Bosco repetía la experiencia con una ardilla y un pato. Les decapitaba, les volvía a la vida, pero… trabucaba las cabezas. La ardilla resucitaba con cabeza de pato y el pato con cabeza de ardilla.

Bosco

Y es que los magos cómicos se ríen hasta de la magia, de la misma magia que a ellos -como a tantos mortales- fascina y encandila. Gustan de hacer parodia de números famosos y caricatura de otros magos.


El sueco Topper Martyn ridiculiza los trajes de mago que, en muchas ocasiones, eran demasiado voluminosos al principio de la función y que sufren un adelgazamiento acelerado a medida de que el mago hace aparecer conejos, palomas o violencellos. Topper Martin convierte el escenario en un bazar. Cada vez que esboza un gesto se desboca una cascada de objetos y sin recurrir a dietas o ejercicios adelgaza a ojos vistas.



Tomsoni
El secreto de Tomsoni está en su inmutabilidad. Tira, tira y tira y saca un sinfín de pañuelos de un sombrero de copa sin fondo. ¿Hay más? ¡Sí! Pero la tela que fluye como un río esta vez no es un pañuelo, es la falda de su partenaire. Como si tal cosa Tonsoni saluda y reclama los aplausos del público. Nada es extraordinario para Tonsoni tal vez por todo es extraordinario.




Ali Bongo
El estilo de Alí Bongo se empareja con la farsa. Sale al escenario vestido de oriental y de sus chilabas puntiagudas puede decirse que han sacado toda la punta del mundo a la magia.

Un mago solicita un espectador. Le corta la cabeza.

Sí, le corta la cabeza. La tira entre el público. Nadie la quiere. Todos la rechazan. La cabeza vuela de mano en mano. Entonces el mago saca un silbato y acompaña los avatares de la cabeza como si de un partido de balonvolea se tratara. Así es el guiñolesco humor negro de John Calvert.

Sin duda uno de los grandes recursos del mago cómico es el absurdo.



John Calvert
El absurdo vive una perenne luna de miel con la magia. El absurdo de que los objetos se rebelen, de que un pañuelo baile o salte, de que los objetos adquieran vida propia. Eso sólo pasa en el cine... y en la magia.

El absurdo y la ironía. Este es el otro gran recurso del mago cómico. Cardini fue el gran maestro de la ironía. Se presentaba como víctima de la magia, de una fuerza indomable, que no lograba controlar, que le sorprendía, le desconcertaba y hasta le sacaba de quicio. No podía abrir la mano sin que apareciesen sin quererlo un montón de cigarrillos.

Tal vez el juego más difícil del mundo es producir risa y asombro a un tiempo, porque es el juego de los juegos, el gran juego que nos recuerda que el mundo es mágico y además divertido.



 


martes, 6 de noviembre de 2012

El hipnotizador de Thomas Mann



Thomas Mann escribió la novela corta Mario y el Mago (1) en 1929. Un año marcado por la Gran Depresión. Una crisis monstruosa que despejó el camino para la consolidación de regímenes totalitarios en numerosos países. Por eso no resulta extraño que Mann intente entender cuáles son los mecanismos psíquicos que facilitan la adhesión y el apoyo de grandes masas humanas a esta clase de proyectos que podríamos calificar de aberrantes. Desde ese ángulo el libro mantiene su actualidad, a la vez que nos procura la distancia precisa para comprender algunos aspectos oscuros de la naturaleza humana y del mundo en el que vivimos.
 La elección de un hipnotizador para detallar los efectos del liderazgo político sobre un grupo de personas no constituye un  planteamiento original de Mann. Curiosamente
Mann tenía una idea muy elevada de la figura del mago  Una condición que atribuye a sus admirados Wagner e Ibsen pues ambos eran magos nórdicos, viejos hechiceros llenos de maligna socarronería, profundamente versados en todas las artes sugestivas.- escribe en “El sufrimiento y los grandes maestros ()” -  de un virtuosismo diabólico tan refinado como redomado, grandes en la organización del efecto, en el culto del detalle, en los dobles fondos y la creación de símbolos,

Pero no le sucedía lo mismo con mentalistas e hipnotizadores. Pienso que la lectura de las obras de Gustave Le Bon, el estudioso de  la psicología de las masas,  le sugirió una visión negativa. Le Bon  consideraba  que la fascinación que provoca el tirano se aproxima mucho al estado de sugestión del hipnotizado en manos de su hipnotizador (3).
 
Erika Mann
Mann asistió a la actuación de un  hipnotizador durante sus vacaciones en Italia, en el verano de 1926. La sesión resultó tensa, desagradable. El escritor creyó ver en el mago la  imagen, a un tiempo atrayente y repulsiva, que había acuñado Le Bon. La cristalización definitiva se produjo cuando su hija Erika le comentó que no le sorprendería que un espectador sometido a sus humillaciones, pudiera acabar matándole.
 
Erika  había encendido la chispa que prendería la pólvora de su imaginación. En la pequeña novela el funesto mago Cipolla se gana a pulso dos balazos. El narrador es un padre de familia del que no se menciona jamás el nombre. Desde el primer día de su llegada a Italia se siente agobiado por el clima emocional desquiciado por el nacionalismo. Evoca con disgusto y enojo las  incómodas situaciones que tuvo que afrontar al iniciar las vacaciones en Torre di Venere, un pueblecito turístico situado a orillas del Tirreno.

Mann es un maestro a la hora de transmitir  las sensaciones ambientales,  muchas veces volátiles, que hacen posible que ocurra un suceso. El trato en el hotel es discriminatorio respecto a los clientes nacionales del hotel. El camarero les impide ocupar  las mejores mesas en el comedor. El administrador del hotel cede a la presión de otros huéspedes y les expulsa de sus habitaciones, debido a una  tos ferina de la que los niños ya están curados.

Se trasladan a una pensión mucho más agradable, regentada por una encantadora señora, que fue la mucama de la gran acrriz Eleonora Duse.  Pero los problemas no concluyen. . El  comportamiento inocente,  sin malicia de la hija pequeña, que sólo tiene ocho años, desencadenará una reacción inesperada en la playa. Los padres han permitido que la niña se bañe desnuda a fin de enjuagar su traje de baño salpicado de arena. La colonia de veraneantes considera que han perpetrado una "ofensa contra la decencia", Estiman  que han traicionado la hospitalidad con la que han sido recibidos en el país.  El asunto llega a conocimiento de la policía que les impone una multa de cincuenta liras.


Cartel de la película de
 Karlo Maria Brandahuer

Las sombras que proyectan estos incómodos incidentes se van haciendo poco a poco más densas  hasta cristalizar de manera funesta pero muy humana, precisa Mann, en la figura siniestra del caballero Cipolla.

La mayor parte de la novela relata la actuación del hipnotizador. El comienzo se hace esperar. El interés se acrecienta. Al fin se ilumina el tablado sobre el que aparece un velador y en él  una solitaria botella de agua y un vaso. En otra mesa baja se aprecia una botella de licor y unas copas. Un par de sillas y un perchero completan el atrezzo.

De repente aparece Cipolla. Al principio su aptitud es respetuosa y parece dispuesto a hacerse perdonar la tardanza. Viste un macferlan, botines, pañuelo de seda al cuello. Con una elegancia que no concuerda con su cuerpo deforme.

Mann describe con minuciosidad cada segundo que pasa. La parsimonia con la que se despoja de los guantes, la mirada inquisitiva que examina y desafía  a la audiencia, el cigarrillo que enciende,  la desorientación del público ante la inacción y el mutismo del mago.

Un joven alegre y despreocupado le interrumpe. La actitud del hipnotizador cambia. Le demostrará hasta donde puede llegar su poder, obligándole  a hacer el ridículo ante todos y ejecutar acciones que no desea.  

Uno de los números clásicos de los espectáculos de hipnosis de la época era inducir al espectador a que imitara a un animal y actuara como tal. Ahora vas convertirte en  una gallina. Es evidente que los procedimientos hipnóticos no son capaces, por sí solos, en ningún caso, de abolir la voluntad de una persona y de  inducirle a practicar actos contrarios a su voluntad, Pero  las circunstancias en las que se llevan a cabo, por ejemplo durante un espectáculo,  pueden presionar a esa persona para que admita las órdenes del hipnotizador. 
Thomas Mann

Cuando  se desentiende del joven, Cipolla realiza unos juegos numéricos en una pizarra, la adivinación de tres cartas, la catalepsia de un espectador. En realidad estos números son un pretexto para repetir el efecto en el que  consiste verdaderamente su espectáculo: controlar la voluntad ajena, torcer y retorcer la voluntad  de los espectadores que escoge para sus demostraciones hasta inducirles a cometer acciones degradantes. Mann desmenuza los recursos de los que se vale Cipolla para crear las condiciones adecuadas a la dimisión de la voluntad.  la charla elocuente y embaucadora,   la elección de los sujetos adecuados y  r el lenguaje corporal contundente, los gestos enérgicos – Cipolla se ayudaba de un  pequeño látigo - que exacerban  la sugestión y el miedo escénico.

El espectáculo concluye con la seducción de un simpático camarero. Cipolla le persuade de  que es la mujer de sus sueños,  a la que ama y desea.  Mario amor mío, dime ¿quién soy yo? Y Mario le besa en el rostro. Entonces Cipolla le despierta con un toque de su látigo.. Mario abandona el escenario lleno de estupor  Atraviesa el local. Al llegar a la puerta se vuelve y dispara sobre el hipnotizador. Cipolla intentará en su macabra mueca final  controlar la situación, pero caerá al suelo con la cabeza traspasada  por dos balazos.  

No muy distinto sería el final de Benito Mussolini, el dictador que sirvió de modelo a Thomas Mann para trazar las características del personaje de Cipolla. Hoy, muchos años después, podemos leer la novela, sin situarla en un periodo histórico preciso. Nos habla de las relaciones de poder, de la imposición de la voluntad de unos hombres sobre otros, de las humillaciones que soportan las personas que se encuentran en una situación de inferioridad.

Cipolla, el hipnotizador, representa también ese tipo de magos que reniegan de su arte.  Houdini dedicó buena parte de su vida a perseguirles y desenmascararles, sin utilizar otras armas que las que le proporcionaba su conocimiento de la magia.

 Notas

  
(1) Una edición reciente: Thomas Mann: La muerte en Venecia; Mario y el mago ; traducción [para la primera obra] de Juan José del Solar, traducción [para la segunda obra] de Nicanor Ancochea; prólogo de Francisco Ayala, Barcelona: Edhasa, 2011 

(2)  Gustave Le Bon: Psicología de las masas; prólogo a la edición española por Florencio Jimenez Burillo; [traducido por, Alfredo Guerra Miralles]Madrid: Morata, 2000 

(3)  The Nature of Hipnosis. A report prepared a Working party a request at the  Proffessional Affairs Borrad of the Brithist  Psychological Society. http://www.wholelifehypnosis.com/wp-content/uploads/2011/06/BPS-The-Nature-of-Hypnosis.pdf